Maduro desesperado
«Reacciona como una maja ofendida. No entiende qué fue lo que ocurrió».

La respuesta de Nicolás Maduro ante la derrota del 6-D no ha sido dictada por la política, sino por la ideología. Encubrimiento, distorsión de los hechos, justificación y desconexión total de la realidad. Inventa excentricidades como el Parlamento Comunal Nacional. Perdió el sentido de realidad. No se ha enterado de que la decadencia de Acción Democrática y Copei, dos de los más grandes partidos de la historia latinoamericana —mucho más que el PSUV— se debió a la falta de sintonía que a partir de cierto momento se produjo entre los dirigentes de esas organizaciones y sus bases sociales de apoyo. Esta brecha le costó a Copei su existencia. Hoy es una organización moribunda. AD se encuentra en un lento y tortuoso proceso de recuperación, luego de haber liderado la modernización y democratización del país. Ninguna de las direcciones de esas dos agrupaciones logró rectificar a tiempo. Se vieron el ombligo. Se ataron a viejos dogmas.

Maduro y su clan padecen la misma ceguera. Atribuyen el fracaso a fetiches: la guerra económica, el saboteo, la oligarquía, el imperialismo. Creen que ejercitan la política dentro de un laboratorio donde pueden aplicar el método experimental para encontrar las causas de un fenómeno político y socioeconómico. Se olvidaron de que a la gente no le interesa quién es el responsable de la inflación, la escasez, el desabastecimiento, la inseguridad personal y el deterioro  de los servicios públicos. Lo único que quiere es que el dinero alcance para vivir con dignidad y comodidad. Lo demás resulta superfluo y es materia de estudio para los académicos. La bondad de la democracia reside en que quienes tienen la obligación de resolver los problemas y no lo hacen, pueden ser sustituidos pacíficamente por otros. Este deseo de cambio se manifestó en las elecciones pasadas.

Los datos son categóricos: el Gobierno perdió en los estados más poblados y urbanizados; en Caracas, municipio Libertador, salió vencido en todos los circuitos. La derrota fue por diferencias entre 15 y 20 puntos porcentuales. Una verdadera paliza. Solo pudo triunfar en los despoblados estados llaneros, donde el gasto público es determinante para la actividad económica y la sobrevivencia de los habitantes; en estas entidades la diferencia más abultada fue de siete puntos porcentuales, mínima si se compara con las brechas anteriores: alrededor de 20 puntos porcentuales. Por estratos sociales, el régimen fue vapuleado desde las clases altas hasta los sectores más pobres. El país se unió de arriba abajo y por los cuatro puntos cardinales para rechazar el fracaso de las políticas públicas.

Esa victoria fue conquistada a pesar de los numerosos obstáculos que opuso el Gobierno. Se combinaron varios factores claves en toda victoria: la acertada conducción de la vanguardia política concentrada en la MUD, la decisión de sufragar por el cambio de la inmensa mayoría de los votantes, la vigilancia y presión internacional y el cumplimiento de sus obligaciones constitucionales por parte de la FAN. Ni una gota de sangre, fue la consigna que se impuso en la institución castrense.

Ante este giro copérnico de la correlación de fuerzas entre el régimen y la alternativa democrática, Nicolás Maduro reacciona como una maja ofendida. No entiende qué fue lo que ocurrió. No acepta que el socialismo del siglo XXI encalló. El proyecto insignia de Chávez y de él condujo a la nación a la quiebra. La arruinó. Radicalizar el socialismo sería seguir con las expropiaciones, los controles, las estatizaciones, la represión, la inseguridad personal, la división y el sectarismo, precisamente los rasgos contra los que se pronunció la mayoría de los electores. Lo más dramático de esta opción extremista es que continuará hundiendo al país. El barril de petróleo cayó por debajo de los 30 dólares. La incompetencia ya no puede taparse con importaciones. La nación tiene que producir y para que esto sea posible hay que dialogar y llegar a acuerdos con los triunfadores. Esos pactos beneficiarían también al Gobierno.

Pero, Maduro decidió suicidarse y sepultar junto a él al resto del país. ¿Quién y cómo detener este impulso de kamikaze? Enorme reto para las fuerzas democráticas.

@trinomarquezc

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