En los tempranos noventa, tras la caída del «socialismo real» de la Unión Soviética y de su área de influencia, estuve en La Habana para asistir, de nuevo, al Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. Presencié entonces los primeros dramáticos tiempos del «período especial» que marcó de forma determinante la vida cubana. Conversé en varias oportunidades con mis amigos cineastas y escritores de la isla sobre las consecuencias de aquel «período» y entendí, de forma directa y práctica, que no se trataba de un período sino del fracaso del modo de producción socialista y de su supraestructura ideológica.

Ante la debacle de los países del bloque soviético, Fidel cambió su célebre lema «patria o muerte» por el de «socialismo o muerte», como una especie de reafirmación desesperada de la política —errada, a todas luces— que había desarrollado desde 1959. En cuestión de meses Cuba se convirtió en el último bastión del marxismo-leninismo, junto a Corea del Norte, pues ya entonces China abandonaba esas denominaciones. «Socialismo o muerte», bramaba Castro. A lo que el humor de lo cubanos en las calles de La Habana respondió de esta manera: «socalismo o muerte… valga la redundancia». A confesión de parte, relevo de pruebas. Ojo, estoy hablando de los cubanos que viven en la isla, no los de Miami.

El jueves pasado el caudillo venezolano concluyó su discurso como mandatario reelecto afirmando «patria, socialismo o muerte… venceremos», lo cual me resultó patético pues me hizo recordar todas las penurias que han pasado y aún pasan mis amigos cubanos y sobre todo rememoré aquello de «valga la redundancia». Ese socialismo real equivale a la muerte en varios sentidos simbólicos. Es la muerte de la libertad de expresión, de la disidencia, de la iniciativa, de la rebeldía, de la innovación, de la transparencia, de la honestidad intelectual, de la visión crítica. Pero también es la muerte física, lo sabemos. Son muchos los casos de «traidores a la revolución».que concluyeron en el paredón.

 

Entonces me pregunto: ¿es eso lo que va a pasar en Venezuela? ¿En qué se diferencia el socialismo del siglo XXI del horror del socialismo real del siglo XX? ¿Es inevitable? Y me sigo preguntando: ¿qué va a pasar cuando cierren RCTV? ¿O Globovisión? ¿O Unión Radio? ¿En cuáles espacios vamos a dar la lucha? ¿Nos quedaremos como si nada estuviera pasando? ¿Tendremos que esperar, como dijo Manuel Rosales, hasta el 2012 para derrotar electoralmente al caudillo? Creo que algo terrible se avecina. Sobre todo porque los electores votaron por un caudillo y no por el socialismo.

En fin: socialismo o muerte… valga la redundancia.

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