Papeles Oterianos
En esta exposición, condolido por los mosaicos tristemente despellejados de Alejandro Otero, a modo de desafío, para mostrar cómo es que devoramos la belleza y consumimos la historia, se los engulle en primer plano frente a la cámara.

A ojos vista abandonada, mochada de árboles y rota de aceras, rayada de muros y escarapelada de azulejos, emblemas y pintura, Caracas, la desmelenada, persiste; milagrosamente no le faltan boyas. Los íconos arquitectónicos de la escena gloriosa resisten de pie, y uno de ellos, por obra y gracia —literalmente— del artista Pedro Terán, es convertido en materia prima para la creación artística. Desde esa forma que le es genética, originaria, la Concha Acústica José Ángel Lamas de Bello Monte pertenece a la logia de reliquias de la interrumpida modernidad que en la ciudad hiciera nido, para asombro de América y alrededores. Trabajado el lamento de aquella enorme oreja o flor de hormigón por las manos creadoras del pionero del performance en el país, esta construcción de cara al sol renace de manera conmovedora a través del puente salvador que le tiende el amoroso intérprete del dolor y el olvido, que de sus penas se hace eco. El celebérrimo conceptualista, con caricias que son fotografías, videos que son gula, su mirada que es recreación en tallas y expresiones sutiles del anfiteatro, reverencia el mosaico herido, y acompaña con su mirada cercana, de lupa, de postín, a las piezas que le faltan a fin de darle aliento.

Pedro Terán
Pedro Terán pide mirar, abrir los ojos.

En la galería TAC, del Trasnocho Cultural, el trabajo de Pedro Terán conmueve una vez más. Delicado, sensible, universal y tan caraqueño, el autor de los Levitantes —aquellas cajas de plexiglás suspendidas al vuelo por corrientes de aire— hace foco en una historia y sus asociaciones para contarnos la indolencia de la tribu que se convierte, en sus manos inquietas, en jirones para la impugnación, también en posibilidades, y sobre todo en recordatorio, memoria. Pedro Terán se funde y confunde, y, como sujeto y objeto, extrae las supresiones del monumento reverenciable, especularmente raído, y reconstruye en la ficción del efecto óptico (el afecto óptimo) la realidad demoledora y, a la vez, inspiradora. Obra nacida en 1954 y que el tiempo ha recalentado, desteñido, agrietado, y el desdén ha dejado íngrima y a la intemperie, la Concha Acústica es punto de partida de un estudio profundo y compasivo sobre el desaire desde este objeto mítico de la identidad, imbuida aun en el discurso pomposo de aquellos tiempos prometedores. Símbolo seductor, femenino, embudo inmenso de las artes, contenedor de la conquista que se suponía propia, la mirada sobre la pieza extraviada la hace entrañable. Viva. Sea en 3D o en una fotografía pixelada.

Musa-Papeles Oterianos —las Musas son las diosas que estimulan la creación y sería ese también el nombre que le daban los romanos al arte de hacer mosaicos—, muestra integrada por 17 piezas que son caminos por los que llega al punto, o se aproxima y lo aproxima, que son el delta para narrar de manera polifónica su idea, confiar su pensamiento, compartir su mirada, incluye mapas, fotografías, videos, argumentaciones, guiños, objetos y representaciones. Para rendir homenaje al referente recurre a la multiplicidad expresiva que reafirma y reitera —nunca redunda—, apela a la pluralidad para decirnos lo contrario, lo ruinoso, lo desprovisto, lo venido a menos. “Pedro Terán vuelca su reflexión hacia el ocaso de movimiento moderno, específicamente en el ámbito del arte y la arquitectura, y reafirma su poderosa liturgia sublimada para valerse de distintos recursos y soportes a la hora de darle cuerpo a un proyecto”, consigna la voz autorizada de Tahía Rivero, crítica de arte y la curadora de la exposición. “Cada una de las piezas de Musa – Papeles Oterianos va construyendo un compendio de elaboraciones finas, sagaces, ubicadas en un contexto geográfico e histórico. Un proceso cuyo propósito es activar la apreciación crítica de un concepto y también regodearnos en lo sensorial. Una vez más Terán nos asombra con la perspicacia de su sensibilidad creativa”, aplaude. Cabe añadir que la crítica, al consignar su admiración, no ha dejado de anotar, además, la belleza de la puesta en escena, tan artística en sí misma también. Belleza y en la belleza, bis.

Papeles Oterianos 1Conceptualista con no pocas intervenciones y acciones en el espacio público, en este proyecto escogerá un monumento de la bonanza trunca, extraviada, para consignar la decadencia. “Con las obras de Terán no hay alusión posible: todo es evidencia. Por lo tanto el carácter intrigante es provocado por el deslizamiento de la mente del espectador, no por las artimañas del expositor; un fragmento desconocible del brazo, por ejemplo, se convierte de pronto en un objeto plástico por sí mismo, pero no por ello deja de ser lo que es: fragmento de brazo”, diría Roberto Guevara ¡en 1975!. Él lo confirma. Alumno y profesor de la Escuela Cristóbal Rojas y propiciador allí y donde sea de la controversia, participante de la I Bienal de Artes Visuales en el MBA, de la I Bienal de Dibujo y Grabado en los espacios de la GAN con la acción El pie se dibuja a sí mismo cuando dibuja el suelo, representante de Venezuela en la XVIII Bienal Internacional de São Paulo y, con la acción Cuerpos de premios, del XXXIX Salón Arturo Michelena, Pedro Terán, premio de Arte No Objetual, premio sección tridimensional en el MAVAO por Génesis y procesos de Manoa, Manoa mía, primer premio Francisco Narváez en la Bienal Francisco Narváez por la obra Flora Manoa tiene claro el flagelo, el dolor, la sinrazón. Ha usado el escalpelo para marcar con absoluta fineza la inmensidad del exabrupto que es tendencia general. Un currículo exquisito que da cuenta de la agudeza de mirada de este viajero anclado en Inglaterra y en Italia y con obra en el Museo de las Américas (OEA, Washington) también demuestra la persistencia de una vocación rotunda, eterna, vital –nace en su niñez y desde entonces la defiende a capa y espada de vaticinios agoreros, de la  inicial incomprensión familiar, de las seseras cuadriculadas y de las estafas- en la que se ha involucrado en alma y cuerpo, literalmente. El autor de Oráculo de Pedro, siempre está en su trabajo de alusiones personales porque sin duda son sus emociones, su piel, su garganta, sus dientes, sus músculos, su bilis, su ternura lo que tiene más a mano.

En esta exposición, condolido por los mosaicos tristemente despellejados de Alejandro Otero, a modo de desafío, para mostrar cómo es que devoramos la belleza y consumimos la historia, se los engulle en primer plano frente a la cámara. “Sí, es un homenaje, un homenaje problematizado”, confiesa solidario con aquello perdido, con aquello agónico. Acaso nostálgico, no es, sin embargo, una exposición sobre el fracaso; llamar la atención sobre lo maltrecho con su forma tan lírica de hacerlo es, por el contrario, esperanzador. Pedro Terán pide mirar, abrir los ojos. Regala su dolor, su profunda pena para convocar a quien debe interesar a reponer, a enmendar, a revisar.  “Actualmente, la modernidad es una ruina”, dice el artista de la casa hermosa de paredes blancas, que siempre va de blanco, de canas a tono y confirmando la coherencia y la cohesión entre el artista y su arte. “Y si miro al pasado es con la intención de crear vínculos con el presente”.

Nunca fue mejor la comprensión del tiempo. (Han pasado muy rápido, por cierto, los dos meses previstos para la exposición. Hay que verla).

*Faitha Nahmens, periodista de vocación y convicción, curiosa de razones y verbo de sazones, egresada de la UCAB, asidua partícipe en talleres de arte y política, y activista de la ciudad, escribe para TalCual, Prodavinci, Ideas de Babel, Newsweek en español y en el blog Ellas harán todas las recetas del libro rojo de Scannone. Tiene un segmento, Ojo Caracas, sobre la ciudad con movida y conmovida, dentro del programa Por amor al arte, en la emisora 88.1 FM, cada sábado a las 2 de la tarde. Coautora de los libros Periodistas en su tinta y Carne y hueso, y autora del libro de entrevistas Colombia y Venezuela: 20 testimonios editado por la Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana.

 

About The Author