Caravana de migrantes hondureños
El gobierno hondureño admite que las lluvias y la sequía han agudizado los problemas del país, que el flujo de migrantes representa un problema para esa nación, la región y los Estados Unidos.

Podría ser cierta la afirmación del vicepresidente Mike Pence, según la cual la caravana de migrantes que partió de Honduras rumbo a los Estados Unidos fue promovida y financiada por el gobierno de Nicolás Maduro con el fin de perjudicar al presidente hondureño Juan Orlando Hernández, adversario de Manuel Zelaya, afectar la imagen de Donald Trump en las próximas elecciones legislativas de noviembre y, sobre todo, distraer la atención sobre el constante e inmenso flujo de venezolanos que corren despavoridos huyendo de la severa crisis nacional.

Hay que esperar que Pence u otro funcionario del gobierno norteamericano o del gobierno hondureño muestren pruebas que demuestren la presencia de la mano roja detrás de esta operación, que combina el dolor de la gente movilizada con el chantaje a una potencia que, por rica y amplia que  sea, es soberana para definir las características de los inmigrantes que recibe. Crear e imponer situaciones de hecho representa una coacción que ninguna nación soberana  acepta.

En el cuadro actual, existen rasgos de la conducta del madurismo que llaman la atención. Por ejemplo, la solidaridad tan entusiasta exhibida por Maduro y Diosdado Cabello, entre otros personajes, con los varios miles de personas  que emprendieron la travesía. Esos caminantes les parecen dignos de apoyo y solidaridad por el sufrimiento que padecen, pero no les ocurre lo mismo con los cientos de miles de venezolanos que han llegado a pie a distintas zonas de Colombia, o que se encuentran en Brasil, Ecuador o Perú en refugios donde apenas sobreviven. Cabello se burla de la visita de Angelina Jolie a Perú y considera que los reportajes gráficos de El Tiempo de Colombia, la BBC de Londres, The New York Times o la Deutsche Welle alemana, forman parte de una coreografía montada por los medios burgueses internacionales, con la perversa intención de desprestigiar la revolución bolivariana. Resulta extraño que, en el caso de los hondureños, vean a humildes trabajadores desplazados y arruinados por el capitalismo; mientras en el otro lado, observan a unos escuálidos oportunistas e irresponsables, incapaces de aceptar las bondades del socialismo del siglo XXI y tontos útiles de las arteras maniobras de la derecha.

Honduras se ha visto sometida durante los últimos tiempos a un intenso período de lluvias y sequías que han afectado su economía, fundamentalmente agropecuaria. Esa nación, que arrastra una pobreza secular, ha vivido una lenta, aunque sostenida y prolongada fase de crecimiento, interrumpida abruptamente por el ciclo inclemente de la naturaleza. Ese pequeño país ha sabido aprovechar el Plan alianza para la prosperidad del triángulo norte de Centroamérica, financiado básicamente con fondos estadounidenses. Ahora de nuevo su actividad económica principal se ve afectada. El gobierno de Hernández ha admitido el delicado estado de la economía y la gravedad de la crisis desatada por las caravanas humanas. A partir de ese reconocimiento, está proponiendo un plan de inversión masiva en infraestructura y pymes, con el fin de evitar que nuevas oleadas de inmigrantes se desplacen hacia el Norte.

El gobierno hondureño admite que las lluvias y la sequía han agudizado los problemas del país, que el flujo de migrantes representa un problema para esa nación, la región y los Estados Unidos. Como respuesta propone un programa para encarar y resolver las dificultades. Aunque la oposición pueda estar vinculada con las movilizaciones, el presidente Hernández no se escuda en ese argumente para eludir sus responsabilidades.

En contraste, el gobierno de Nicolás Maduro actúa en sentido totalmente opuesto. Para Maduro y su corte la situación económica, a pesar de la hiperinflación, es estable con tendencia a la prosperidad. Los tropiezos se han debido a la guerra económica y al bloqueo financiero internacional liderado por los Estados Unidos. La diáspora, que ha esparcido a varios millones de venezolanos —muchos de ellos caminando— por distintos países del continente y el globo terráqueo, representa una leyenda negra urdida por los adversarios de la derecha. El éxodo intenta revertirlo trayendo unos cuantos centenares de compatriotas que prefieren regresar al país, antes que asumir los gigantescos retos que significa emigrar en precarias condiciones. Maduro  no propone ningún plan original ni novedoso para superar, o al menos atenuar, los entuertos provocados por su descocada política económica. Sigue aferrado a los prejuicios del marxismo más rancio y a las tradicionales fórmulas totalitarias que buscan escamotear la realidad, en vez de enfrentarla con inteligencia e ingenio.

Las dos caravanas han recibido dos respuestas diametralmente opuestas. Los venezolanos, como ocurre desde hace dos décadas, cargamos con la peor parte.

@trinomarquezc

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