La reciente gira de Nicolás Maduro por Rusia (dos veces), China y el Medio Oriente fue un fracaso total. Salió con las tablas en la cabeza. No consiguió dinero fresco ni pudo lograr que los miembros de la OPEP concertaran una cita para diseñar una estrategia que permita subir los precios a partir de la reducción de la oferta de crudo. Lo único que logró fue que lo trataran con cortesÃa, tal como establecen las normas diplomáticas, y vaporosas promesas de inversión. Hasta en este terreno los chinos le aguaron la fiesta. Anunciaron que durante los próximos veinte años invertirÃan 250 mil millones de dólares, y que una fracción de ese inmenso volumen irÃa hacia Venezuela. Trataron a Maduro como a un cliente menor. Para colmo, durante las dos semanas que duró el festÃn en el exterior continuó la caÃda en picada de los precios del crudo. El ¿primer? mandatario no pudo demostrar su liderazgo mundial porque simplemente no lo tiene.
Los resultados de ese costoso e inútil periplo no sorprenden. No podÃan ser otros. Se produjo impulsado por la fuerza de la desesperación, el desconcierto y la improvisación. La CancillerÃa —o lo que queda de ella— no negoció de antemano ninguna declaración conjunta, ni concertó ninguna estrategia con los paÃses que recibirÃan al jefe del Estado.
Lo que sà generó cierto desconcierto fueron sus declaraciones iniciales, una vez de retorno en el paÃs. Dieron la impresión de que hubiese viajado en una carreta y que hubiese estado en la atrasada y paupérrima China de Mao o en la menesterosa Rusia de Stalin. Llegó hablando de profundizar el modelo comunista. ¿Y no es acaso ese modelo —que los chinos abandonaron hace 36 años y Rusia 24— el causante fundamental de las desgracias que azotan a la nación? ¿No es por haber acosado la iniciativa particular, reducido la propiedad privada y destruido el aparato productivo que estamos colapsados?
Maduro fue a pedir auxilio a expaÃses comunistas donde ahora imperan economÃas de mercado, se resguarda la propiedad y se estimula la iniciativa particular, y el Estado tiene cada vez menos presencia en la actividad económica. Los chinos han privatizado varios millones de pequeñas empresas. El mismo camino lo emprendieron los rusos. El mismÃsimo Lenin, en 1921, ante el fracaso del Comunismo de Guerra, dio un giro e introdujo la Nueva PolÃtica Económica (NEP). Deng Xiaping, considerado el padre de la nueva China, modificó la polÃtica económica diseñada y aplicada por Mao durante el aciago perÃodo de la Revolución Cultural. Para introducir los cambios que convirtieron al gigante asiático en la segunda potencia mundial, Deng encaró a la Banda de los Cuatro, que contaba con Chiang Ching, la poderosa y fanática viuda de Mao. La proscribió y, de paso, la encarceló. Su determinación a combatir los ancestrales prejuicios marxistas y la macerada ignorancia de la izquierda maoÃsta, catapultaron a China al lugar donde hoy se encuentra. Deng era, sin duda, un hombre inteligente y decidido. El lÃder rojo carece de esos dos atributos. Quedó petrificado en el pasado.
Sus declaraciones, al regresar, se prolongaron con su desabrida y confusa intervención en la Asamblea Nacional. Controlará la escasez y el desabastecimiento con una agresiva supervisión de las distribuidoras mayoristas. Su vocación policial no declina. Se propone una macro devaluación del bolÃvar, pero no se atreve anunciarla. Ve la necesidad de incrementar el precio de la gasolina, sin embargo, remite la decisión a una quimérica discusión pública. Es demasiado pusilánime. Solo sabe gobernar para agredir a la oposición.
Para descifrar el nuevo esquema cambiario hay que cursar un doctorado en finanzas. En vez de cuatro tipos de cambio, como existen actualmente, ‘solo’ habrá tres: el de 6.30, concebido para favorecer a los vivos que se enriquecen bajo la sombra del Estado; el SICAD, que se subastará; y un tercero que se suministrará a través de las casas de bolsas públicas. Lo que nadie sabe es cómo se obtendrán los dólares para las subastas y las casas de bolsa (desde hace más de dos meses no se convoca ninguna puja). Habrá que esperar nuevos y aún más borrosos anuncios de los ministros de EconomÃa.
El paÃs no tiene un Presidente que ordena y dirige, sino un majadero nostálgico del marxismo más apolillado y retrogrado, que ni siquiera viajando con todo confort a los expaÃses comunistas, se convence de que el futuro de Venezuela se encuentra en la economÃa de mercado.
@trinomarquezc