Agustín LaraSe cumplen sesenta años de la visita de Agustín Lara a España en 1954, autor de Granada y el chotis Madrid. Es oportuno recordarlo con la historia novelada María del Alma, por Pilar Tafur y Daniel Samper Pizano

Dos ciudades de España cuentan con canciones emblemáticas: Granada, tema predilecto en el repertorio de cualquier tenor que se respete, y el chotis Madrid. Curiosamente, estos grandes temas fueron compuestos por un mexicano, don Agustín Lara (¿1900?-1970). No menos sorprendente es que al escribirlas, Lara jamás había pisado el suelo español —lo hizo en 1954. Fue la investigación bibliográfica y su poderosa imaginación lírica las que consiguieron hacer sonar españoles ambos temas. Dista de ser el primer caso de grandes músicos cuyas fantasías de dispararon ante el exotismo español, siendo un par de ejemplos Bizet con Carmen y Rimsky-Korsakov con Capricho Español. Lamentablemente muchos en España están sin resignarse a que España es universal y de allí que se cuestione sin prueba alguna y desde instituciones oficiales españolas la autoría del chotis Madrid, curiosamente en pleno Siglo XXI y en el momento en que la canción genera menos regalías —sólo haría sentido que el supuesto autor original hubiese peleado el plagio en pleno fervor del tema, durante la década de 1950.

Desde América, he oído decir a algún mexicano que Lara era simplemente “malinchero”, un doloroso término (la Real Academia acepta “malinche”) porque rememora a Marina “La Malinche”, la indígena que traicionó a su pueblo para convertirse en intérprete y compañera sentimental del conquistador español Hernán Cortés. Muchos evocan para Marina, como epitafio, lo que a ella dijo Cuauhtémoc, el líder azteca, cuando ella le traducía las oraciones de extremaunción en el último suplicio del infeliz guerrero:

¡Oh Malinche: días había que yo tenía entendido que esta muerte me habrías de dar y había conocido tus falsas palabras, porque me matas sin justicia! Dios te la demande, pues yo no me la di cuando te me entregaba en mi ciudad de México.”  (1)

En estas celebraciones del Bicentenario de la Independencia Hispanoamericana, muchos organismos oficiales e instituciones mantienen el propósito de hermanar a la América Hispana con España. Lamentablemente, las crónicas de la Conquista —la famosa Leyenda Negra— y manipulaciones demagógicas de la historia impiden este acercamiento razonado. Sin duda se ahorraría mucho esfuerzo si se recurriese a músicos como Lara que cantaron a España y la vieron como una prolongación europea del sentir latinoamericano. Lamentablemente España mira hacia Europa y América Latina hacia Cuba Comunista. Ojalá la música de Lara haga sentir más americanos a los españoles y más españoles a los americanos.

Esta reflexión es oportuna para celebrar una biografía novelada de Lara, un “melodrama novelado”, como lo llaman los autores. Se trata de María del alma (Random House Mondadori, 2003). Y si ya no logré convencer sobre la capacidad de la música hecha por Lara para hermanar pueblos, los autores de la obra no son mexicanos, sino colombianos: Pilar Tafur Archila y Daniel Samper Pizano. Tafur es una experta en el delicioso género musical del bolero. Samper Pizano es un autor sobre el que he hecho una reseña previa, al respecto de su Lecciones de Histeria de Colombia. Samper Pizano incursionó tardíamente en publicaciones de narrativa y han sido afortunadas, estando actualmente encabezando la lista de obras más leídas en Colombia con Jota, Caballo y Rey. Tafur y Samper viven en Madrid.

María del Alma es la historia de Lara contada por su supuesto secretario español, Mariano Sullivan Soler —el real fue David Rodríguez—, quien desconsolado por los rumores de demolición de una estatua de Agustín Lara en Madrid se presenta ante las autoridades y cuenta la historia de su jefe.

La obra crea un recurso literario para justificar la pasión hispanófila de Lara: un amor imposible con una bella cantante española, Rosa María Callejas, de nombre artístico Elvira Estrella. Es un personaje ficticio y una hermosa razón posible para el amor de Lara por las ciudades españolas que desconocía. En la práctica, lo español estaba bastante presente en México a inicios del Siglo XX, mediante la música española en géneros como la zarzuela y luego con la inmigración española, acentuada por la inestabilidad política y luego la Guerra Civil. No era tan difícil amar España en ese tiempo de nacionalismos y Lara sucumbió a ese deleite. Que hubiese sido por motivos de amor sería no menos poderoso y es una conjetura gozosa. Él nunca dijo nada sobre ello. Como recuerda la novela, cuando se le preguntaba sobre sus abundantes conquistas amorosas, Lara replicaba: “Los caballeros hablan de damas en general, pero no en particular.” (p. 171)

María del almaEs complicado biografiar a Agustín Lara, ya que él, tras alcanzar sus primeros éxitos, reinventó su personaje y tergiversó mucho sobre su propia vida. La novela advierte: “Es posible que en ese momento—hablo de 1927 y 1928— Lara hubiese resuelto crear su particular leyenda y convertirse en habitante de su propio personaje.” (p. 37) La  consagración del maestro se inició en México —fue profeta en su tierra— cuando el 19 de octubre de 1930 se transmitió su voz desde el programa La Voz de América Latina en la emisora de radio XEW, fundada por el célebre empresario Emilio Azcárraga Vidaurreta, El Tigre. La historia de Lara es en gran medida la historia de la radio en Hispanoamérica, la cual fue acompañante durante medio siglo de tantas damas en su vida doméstica y apertura para ella de mundos fantásticos ajenos a su usualmente dura realidad —lo sigue siendo hoy día, en algún grado. Hoy cuesta imaginar a una familia entera reunida en torno a la radio o entender el deleite de los abuelos cuando oían una radionovela. Quizás por ello la estética amorosa de Lara es también ininteligible para muchos en los tiempos del reggaetón o las declaraciones amorosas por SMS / WhatsApp.

Lara pudo nacer en 1897 en Ciudad de México, en lugar de en 1900. El maestro amaba Veracruz y señalaba que había nacido el 30 de octubre de 1900 en Tlacotalpan, estado de Veracruz. Hacerse jarocho de nacimiento sería un recurso para proclamar aún más su amor por esa tierra, a la cual compuso temas tan hermosos y emblemáticos como Lamento Jarocho y Veracruz. Su familia ciertamente se trasladó a residir a esa ciudad cuando él era pequeño. Se le dio un sonoro nombre, lo cual correspondía a una familia “bien” como la suya, con padre médico y madre maestra: Ángel Agustín María Carlos Fausto Mariano Alfonso del Sagrado Corazón Lara y Aguirre del Pino. (p. 11) Lara tuvo esmerada educación y aprendió el idioma francés —la lengua culta hace un siglo— a la perfección en el Liceo Fournier.

La infortunada militancia política del padre obligó a buscar trabajo al púber Lara de 13 años —en aquella época eso valdría socialmente lo mismo que unos 20 años de hoy y no era impedimento para buscar trabajo. Lara se empleó como pianista en lugares nocturnos —había aprendido los rudimentos del instrumento en casa y se la deba muy bien. El ambiente de burdel, de lupanar, al cual se le puede llamar más elegantemente cabaré, night club o como se quiera, fue donde Lara forjó sus sensibilidades poéticas y seguramente sus preferencias amorosas. Una de las frases más felices del libro sintetiza esto, considerando la bella tradición del tema amoroso en la canción mexicana. El secretario de Lara dice en la novela: “El gran José Alfredo Jiménez, que fue amigo de mi jefe, se inspiró en la cantina para crear sus canciones extraordinarias: es el poeta del licor. Pero sólo don Agustín, sólo él, supo captar la atmósfera del cabaré oscuro y la ocasión del pecado: es el poeta del amor fugaz.” (p. 23) En medio de pirujas, como llamaba a las trabajadoras del sexo, Lara conoció a la mujer. No en vano reclamaba dignidad en el trato a ellas, en estrofas como esta de Aventurera:

Vende caro tu amor, aventurera/ Da el precio del dolor, a tu pasado/ Y aquel, que de tu boca, la miel quiera/ Que pague con brillantes tu pecado.”

Algo que habría significado pesar para Lara, aunque él mismo se mofase de ello, fue su fealdad, acentuada por una cicatriz que él aseguraba era herida de guerra —durante la Revolución Mexicana— y en realidad parece haber sido infligida por una de sus pirujas. Recibió burlas por su figura y sería de elaborarse la teoría de que para compensar su nula apostura, decidió convertirse en un refinado poeta y cantante del amor, ante el cual sucumbirían fabulosas mujeres (Lara se casó siete veces). No en vano, fue esposo de María Félix (1914-2002), la mujer latinoamericana más deseada por décadas. Y el mismo narrador aclara sobre ella que fue hembra, no simplemente mujer: “Hembra, óigame bien, no solo mujer. Porque existe diferencia entre las dos ideas: la primera implica pasión, la segunda solo belleza.” (p. 169). Que nos perdonen las feministas por esta última línea. Lo cierto es que Félix fue probablemente el gran amor de Lara y seguramente el más tormentoso. Fue una historia que duró un cuatrienio de infidelidades y celos mutuos, al punto que Lara llegó a dispararle. Así que cumpliéndose un centenario del nacimiento de esta apasionada gran actriz, este artículo es también oportuno. Una frase de Agustín Lara en la novela nos vale para muchos hispanoamericanos como ética: “En ciertos casos, la desmesura es para mí una forma de recato.” (p. 34)

Lara está lleno de paradojas. Desde el ambiente de la noche se convertiría en un gran romántico. Que desde la atmósfera en que se inició como artista surgiese este gran poeta amoroso, es desconcertante. Quizás el contacto continuo con lo femenino desde los primeros años permitió esta sensibilización. Ya en los años cuarenta se le veía como “quintaesencia de una estética, la cursilería.” (p. 197). El bolero no fue el único género amoroso nacido en el ambiente del lupanar: el tango también nació en esta oscura libertad. Lara adoptó la “artesanía del verbo” (69), la “orfebrería verbal” (p. 70) y sus palabras fueron certeramente elegidas para crear canciones de amor cuya letra es en sí misma un poema formidable. Él compuso tanto la letra como la música de sus temas. Adoptó una vida guiada por la estética como criterio ético: “La elegancia llegó a ser para él como una pequeña religión.” (p. 108)

Fue un gran trabajador. La novela nos lo pinta ya de este modo desde sus tiempos en el mítico club nocturno Salambó, practicando y estudiando cuidadosamente su instrumento, el piano, del cual fue gran virtuoso. Se rodeó de los mejores cantantes. El texto nos recuerda a los dos grandes tenores mexicanos Juan Arvizu y Pedro Vargas. Lara habría formado con ellos una asociación musical formidable, practicando y perfeccionando cada tema. La mejor intérprete de sus temas, también trabajando mano a mano con el maestro, sería según la novela otra veracruzana, María Antonia del Carmen Peregrino Álvarez, esto es, la celebérrima Toña la Negra (1912-1982), quien interpretó Noche de Ronda durante el sepelio del gran compositor, quien falleció en 6 de noviembre de 1970. Coincido en que esta cantante es seguramente la mejor intérprete de Lara.

Agustín Lara será siempre una referencia para quienes sentimos, como él, el amor como oxígeno indispensable para sobrellevar ese “triste calvario del vivir”, al cual se refería en Santa, mi tema preferido en su vasto repertorio. Aún hay quienes creemos en la capacidad de la palabra para convocar el amor, en una época donde lamentablemente el amor se ha convertido en simple gimnasia sexual. La poesía musical de Lara es un credo para quienes aún consideramos el amor como un placer estético, incompleto sin la comunión del sentimiento y el desbordamiento de la pasión. No en vano la obra nos recuerda que Lara fue gran lector de la poesía española. Nuestro castellano difícilmente será el idioma para proclamar las ciencias o la filosofía, pero no hay lengua más bella para cantarle al amor. Un bolero o un tango en inglés son sencillamente impensables.

María del Alma nos recuerda también la titánica talla cultural de México. En sus páginas uno asiste al nacimiento de la radio y el cine como industrias culturales, donde  tuvo un papel protagónico para todo el mundo hispanoamericano. Muchos creen que México es sencillamente rancheras y ello es un error. Los compositores mexicanos han hecho un trabajo secular en el canto al amor, especialmente desde el bolero. Y así como Lara fue un ídolo en su tiempo, la tradición del tema amoroso sigue viva hoy día con grandes mexicanos como el compositor y cantante Juan Gabriel, venerado en América Latina, además de las canciones interpretadas por José José y el trabajo de Vicente Fernández. El amor sigue vivo en América Latina y le debe mucho a la escuela creada desde México por Agustín Lara. Quien crea que México es sólo narcotráfico, comete el mismo craso error que otros han sostenido infructuosamente sobre la bella Colombia.

Vale un cierre musical, con esta versión de Santa: http://www.youtube.com/watch?v=Y-Gi5QfN6YI

Nota: El supuesto plagio del chotis Madrid fue reseñado en 2010. Ver al respecto: http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/sociedad/autoria-del-chotis-madrid-arma-tremolina  o bien http://www.elmundo.es/elmundo/2010/01/23/madrid/1264242527.html

(1) Tomado de MARTÍNEZ, José Luis. Hernán Cortés. Fondo de Cultura Económica, 1992, p. 286

Bogotá, febrero de 2014

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