Hugo Carvajal
El Pollo figura estelarmente en todas las listas del quién-es-quién narcoterrorista.

El general venezolano Hugo Carvajal, apodado el Pollo, ha sido detenido en Madrid a solicitud de las autoridades estadounidenses que desde hace años lo tienen entre ceja y ceja.

En julio de 2014, estuvo a un tris de que la DEA le echase el guante durante un viaje a Aruba. Un tejemaneje entre Maduro y las autoridades neerlandesas lo devolvió sano y salvo a Venezuela, a tiempo de ser vitoreado como héroe de la revolución bolivariana en un congreso del PSUV presidido por Maduro.

Fue entonces cuando tuve la ocurrencia de publicar en el matutino caraqueño Tal Cual un suelto de intención humorística a costa del mote del general y la franquicia de pollos asados del señor Gustavo Fring, de Santa Fe, Nuevo México.

Por escribir esa bagatela, el general Carvajal, sintiéndose herido en su honor militar, me demandó penalmente por difamación y un juez cacaseno halló mérito en la demanda. En cosa de horas se libraron medidas de prohibición de salida del país.

El señor Fring es cofundador de Los Pollos Hermanos, dueño de 14 establecimientos de la cadena que va de Nuevo México a Nevada. El otro propietario, menos conspicuo, es un consorcio alemán, Madrigal Electromotives. Fring es el arquetipo del delincuente de alto vuelo que la “’uerra contra las dogas’ ha propiciado en el mundo capitalista desde el último cuarto del siglo pasado. Su negocio es fachada de una vasta operación del mundo de las drogas: la elaboración en gran escala de metanfetaminas de alto grado de pureza.

Los adictos, como yo, a la serie Breaking bad (2008-2013), concebida y producida para Sony Pictures por el genial Vince Gilligan, saben que quizás mucho más que la actuación de Bryan Cranston encarnando al protagónico Walter White, nada en ella supera la carga de significados que, en cada episodio, trae consigo la aparición en pantalla de uno de los expendios de Los Pollos Hermanos.

Hablo, concretamente, del local que la serie ha hecho famoso y que hoy es objeto atención de una nueva cepa de turismo local. Sito en el número 4257 de Isleta Boulevard, el establecimiento acoge desde hace más de un lustro visitas guiadas a las ‘locaciones’ en que se desarrolla la serie. Para decirlo todo: Los Pollos Hermanos de la serie Breaking bad configuran una acabada metáfora de la diabólica ingeniosidad y audacia sin escalofríos éticos que caracteriza al negocio del narcotráfico.

Rasgo singularísimo del señor Fring es su empeño en la excelencia que exige a sus productos, tanto la cotizada metanfetamina crystal blue que sale de su laboratorio como sobre sus pollos asados con receta de Michoacán, suculenta tapadera de su negocio más rentable.

Es decir, míster Fring no se exhibe impúdica e innecesariamente. Una de las reglas que se ha impuesto a sí mismo es la de no asociarse jamás con drogadictos irrecuperables ni con desmoralizados maleantes de poca monta, siempre falibles y quienes, debido a su adicción, no cuidan las apariencias. Por eso el señor Fring no aparece en el radar de la DEA ni atrae la atención de la SEC ni mucho menos integra la ‘lista Clinton’ de la Secretaría del Tesoro.

El señor Fring no haría nunca tratos con desprolijos narcomalandros como los palurdos generales venezolanos del Cártel de los Soles. El señor Fring no habría dejado al Pollo Carvajal, un ignorantón desprolijo, un chafarote probadamente incapaz de borrar las huellas de los muchos crímenes que abultan su prontuario, llevar la hoja Excel de la contabilidad de Los Pollos Hermanos. Los agentes de la Policía Nacional española lo detectaron sin mayor esfuerzo en un escondite en verdad insuficiente y le fue incautado un pasaporte ostensiblemente falso.

El señor Fring se respeta a sí mismo. Por eso antes de morir desfigurado por la explosión de una bomba casera, se atusa galanamente la corbata antes de salir en gran forma y para siempre de la serie.

@ibsenmartinez

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