Son al menos 26 los libros —entre novelas y relatos— que Andrea Camilleri ha dedicado a su personaje Salvo Montalbano, comisario policial de la imaginaria localidad de Vigàta, cuyos casos son resueltos de manera poco ortodoxa pero con un alto sentido de la honestidad y la ética. Después de labrar una brillante carrera en el teatro y la televisión de Italia, el escritor siciliano concibió un personaje de su tierra natal que rindiera homenaje con su nombre al legendario Pepe Carvahlo, detective gallego que actúa en Barcelona, fruto de la imaginación del catalán Manuel Vásquez Montalbán. Uno y otro investigador se asemejan pero también guardan sus diferencias. Aunque ambos comparten la afición por la buena gastronomía, la irreverencia como norma de conducta y el vínculo afectivo con mujeres muy peculiares, uno pertenece al cuerpo de policía en una pequeña localidad del sur de la isla más grande del Mediterráneo y el otro se desempeña como detective privado en la urbe Condal. Los dos personajes han gozado de un éxito de crítica y ventas poco usual en el terreno de la literatura masiva de entretenimiento. En 2007, Camilleri presentó La pista di sabbia bajo el sello Sellerio Editore, en Palermo, y tres años después la firma barcelonesa Ediciones Salamandra añadió a su colección Montalbano la muy vendida La pista de arena, bajo traducción al castellano de María Antonia Menini Pagès, bastante atinada por cierto. Un relato policial que marca un giro en su trayectoria.

Esta vez Salvo Montalbano actúa bajo la influencia de sus sueños, en especial uno que combina la figura femenina con la equina. Esta identidad onírica marca tanto el discurso de la trama como el tono narrativo. La trama de La pista de arena comienza con la terrible imagen del cadáver de un caballo sobre la playa, en las afueras de la casa del comisario, donde fue abandonado con muestras de extrema crueldad. No se trata del asesinato de un hombre sino de la manifestación de la perversión de los seres humanos a través de un sacrificio animal sangriento. Este purasangre muerto no sólo delata un ansia criminal sino también la condición social de sus autores. El hallazgo conduce al comisario al exclusivo mundo del hipismo siciliano y al oscuro terreno de las apuestas ilegales y de sus turbios personajes. Es un punto de partida en torno a un espacio distinto —signado por el dinero y el poder económico— a los frecuentados por el investigador de Vigàta, más habituado a los círculos del crimen siciliano.

En el desarrollo de la historia intervienen sus colaboradores policiales usuales —Augello, Fazio, Gallo, Catarella, Galluzzo—, siempre alrededor de las corazonadas de este hombre que, a sus cincuenta y tantos años, descubre su inminente vejez, su necesidad de usar anteojos, sus dolores en el cuerpo y en el alma. Pero también aparecen los habituales personajes femeninos —Livia, su amor permanente y distante desde Génova; Ingrid, su peculiar amiga sueca; Adelina, la mujer que limpia su casa y le cocina sus platos favoritos— con la novedad de la aristocrática y bella Rachelle, propietaria del corcel torturado y piedra angular de sus angustias como policía y como hombre, siempre desde una perspectiva masculina, propia del soltero resistido al matrimonio pero sin renunciar al erotismo y la relación afectiva. El elegante mundo de la hípica en el contexto del crimen organizado ofrece los catalizadores necesarios para conducir la trama hacia un final dominado por la deducción detectivesca.

El giro en la trayectoria de Montalbano se halla en el recurso onírico, suerte de compuerta hacia la comprensión de sí mismo. En mucha medida, la novela deviene en una reflexión interna sin sustituir la necesaria acción propia de una trama policial. Camilleri, acabado de cumplir sus 85 años, tiene el tino de enfrentar el final de la vida desde una perspectiva más densa, menos coyuntural. Tal vez por eso su personaje más emblemático universalmente —creado por el hombre de teatro y televisión cuando tenía 69 años— no es el clásico detective enfrentado a las estructuras de poder —como en la tradición de la novela negra— sino el hombre desafiante de los años, dispuesto a afilar aún más su humor sarcástico y su lenguaje irónico. Montalbano se pone viejo en un mundo con miles de años de historia.

LA PISTA DE ARENA (“La pista di sabbia”), de Andrea Camilleri. Ediciones Salamandra, Barcelona, 2010. Traducción de María Antonia Menini Pagès. 211 páginas.

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