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Después de leerlo me di cuenta que es un libro que termina…y vuelve a comenzar. Un libro que apuesta al relato breve para buscar la contundencia o la sutileza de un segmento de la realidad, en un espacio y un tiempo definidos, con personajes que moran aquí y allá, que hablan distintas lenguas con nombres muy normales o muy exóticos. Es la apuesta del cuento: one shot. No hay capítulos que dividan momentos ni situaciones que zigzagueen en las historias. Cada pieza cobra dos, siete, trece o dieciocho páginas para posar su mirada en esos seres humanos. Son quince los textos que integran La virgen del baño turco y otros cuentos falaces, segundo volumen narrativo de Sonia Chocrón —el primero fue Falsas apariencias (2002)—, escritora venezolana reconocida por su trabajo poético y por sus guiones para cine y televisión. Repito: es un libro que se termina… y vuelve a comenzar, en un movimiento continuo que evidencia persistencia y precisión en el manejo de la palabra. Un libro que se lee con ese placer que se siente aunque no se confiese.

La característica fundamental de los quince relatos se encuentra en el tratamiento de lo insólito o, dicho de otro modo, de las situaciones extraordinarias que se desprenden de la vida común y de la cotidianidad. Un viaje en auto familiar por la autopista Turnpike rumbo a Disneyworld implica detenerse en una gasolinera para llenar el tanque pero no supone que un hombre guapo encañone a una mujer, a su esposo y sus dos hijos preadolescentes en una situación que impulsa una decisión postergada. También es extraordinario que una escritora “mercenaria de la televisión” encuentre al doblar de la esquina a un personaje femenino creado por ella —la misma señora Hyde que la valió una mención en el concurso de cuentos de El Nacional hace ocho años— que viene a saldar cuentas con la autora. Percatarse que el tío de la narradora creció después de su muerte más de un metro es el punto de partida para conmover a una familia y reconstruir las difíciles relaciones sin solución. La agonía de una mujer abre la compuerta de la revisión de una vida y sus amores, al cuidado del Dr. Boris Zaidman, personaje que abandona este cuento, deambula en el más corto del volumen y reaparece en el relato final para ilustrar el acto de entrega final de la muerte.

Si algo une la diversidad de personajes y situaciones de La virgen del baño turco es la mirada de Chocrón es la mirada de Chocrón. Buena parte de los cuentos son narrados en primera persona, desde la perspectiva del testimonio íntimo. Otros asumen una óptica externa pero igualmente cercana. Todos transitan los detalles de la cotidianidad. Las familias, las religiones, los amores y las muertes —todas en plural— se articulan a sus anécdotas chicas que expresan reflexiones más extensas o sentimientos más desbocados.  Como trasfondo permanente surge el deterioro de los seres humano, ya sea a través de una enfermedad amenazante, de un matrimonio en el letargo, de una sociedad sumergida en los barros del fanatismo o de la enajenación de un sentimiento religioso.

One shot por cada texto. Así es la apuesta del cuento. Cuán difícil es escribir un buen relato.  Tan difícil que su lectura reconoce la complejidad de su estructura interna y de la construcción detallada de esta ingeniería literaria. Y deja al desnudo las lágrimas y las risas, el desencanto y la esperanza, la sorpresa y la certeza, en un acto de desbordamiento contenido, si se me permite ese contrasentido. Hace años leí Toledana, el primer poemario de Chocrón, y de varias maneras he encontrado similitudes entre aquel primer trabajo publicado y éste que me atrevo a comentar hoy. Poesía y narrativa se unen, se distancian, se yuxtaponen. Terminan y comienza.

LA VIRGEN DEL BAÑO TURCO Y OTROS CUENTOS FALACES, de Sonia Chocrón. Ediciones B Venezuela, Caracas, 2008. 142 páginas

 

 

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