javier-vidal-2.jpgNovela de la memoria y la distancia, de las raíces y las transferencias, Todos eran de izquierda se construye como una saga familiar que se extiende desde el paso del siglo XIX al XX —en la Cataluña en tránsito de lo rural a lo urbano y de lo agrario a lo industrial— hasta una época mucho más reciente e identificable. Desde que Joaquín Vidal i Feliu, natural de Vilarrodona, se unió con Rosa Gatell i Canals —en 1879, cuando la filoxera acabó con los viñedos de Europa— comienza una historia apasionante y rocambolesca que acabaría —es un decir— en un lejano país llamado Venezuela, a donde arribarían el 2 de enero de 1955 Jaime Vidal i Arisó y Rocío Pradas i Gil con su pequeño hijo Francisco Javier Ernesto Jorge. Aquí comenzaría otra historia aunque llevaran el exilio catalán en el alma. La verdad es que la segunda novela de Javier Vidal no pudo ser un acto más personal. Una reconstrucción convertida en confesión que se respira a fondo.

Podríamos decir que Todos eran de izquierda es una novela de la catalanidad desde una perspectiva construida varias décadas después y desde este lado del Atlántico. Más allá de la experiencia lineal de los Vidal, que se erige como la médula narrativa, surge el conjunto de experiencias históricas que signaron a Cataluña durante los años del anarquismo y el catalanismo, la Semana Trágica que arrancó el 25 de julio de 1909, la caída de Primo de Rivera, la proclamación de la República, la Guerra Civil, el triunfo del franquismo o la resistencia de los maquis en una posguerra que chapoteaba en la desesperanza. Todo ello con una Barcelona destruida y reconstruida, una y otra vez, como transfondo escénico de cientos de miles de dramas íntimos y colectivos. Desde otro ángulo, es también una revisión de la historia española de la primera mitad del siglo pasado que posee el valor del testimonio de primera mano.

En sus 471 páginas, que se leen de un tirón, la novela se desparrama en múltiples personajes —Joaquím, Josep, Prósper, Rosa, Peret, la Quica, Joan, Marieta, el Pere, Pep, don Jaume, Gatell, Enric, etcétera— para abrir rutas narrativas que se entrecruzan y se articulan en un perfecto orden natural. Vidal —actor, dramaturgo, director, periodista— posee una capacidad organizativa envidiable que no deja cabo sueltos. Con mucho de crónica y hasta de reportaje corren paralelas la historia de Cataluña y las historias de un conjunto familiar amplio y heterogéneo. De hecho, el lector siente que quien escribe es un testigo de esa historia por la prolijidad de sus componentes y la manera personal de narrarla. La voz de don Jaime Vidal i Arisó —con quien conversé en varias oportunidades hace un par de décadas— se hace presente como memoria del decurso histórico.

A manera de broma, yo diría que Todos eran de izquierda debió haber sido escrita en catalán con una buena traducción al castellano, tomando en cuenta que algunos de los personajes iniciales de la novela sólo hablaban en su idioma, rezaban en su idioma, luchaban en su idioma y maldecían en su idioma el centralismo de Madrid. Pero lo importante es que la novela se disfruta como una obra sólida, bien estructurada, que expresa reflexión y madurez. Su escritura respira a fondo, como dije al principio. No en balde le costó ocho años de trabajo al autor.

TODOS ERAN DE IZQUIERDA, Javier Vidal. Ediciones Santillana, 2007, Caracas. 471 páginas.

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