Desde su primera edición en octubre del año pasado, La rebelión de los náufragos se convirtió no sólo en uno de los libros más vendidos en Venezuela sino en una de las fuentes de controversias más vivas y necesarias en el debate político nacional. Durante años, Mirtha Rivero recopiló, organizó y procesó un enorme caudal de datos alrededor del proceso que concluyó en la dimisión de Carlos Andrés Pérez el 21 de mayo de 1993. Ciertamente es más que una crónica de aquel juicio político que, a mi juicio, abrió una profunda herida en el deteriorado modelo democrático surgido en 1958. Su mayor relieve lo adquiere como profuso análisis de un drama personal que dio paso a lo que hoy —con todo lo que ha sucedido desde entonces— podemos considerar un desastre nacional. Para quienes vivimos de cerca ese proceso tal vez el texto de la periodista venezolana no nos indique algo desconocido pero —aún más valioso— sí nos ofrece sus elementos esenciales y colaterales de manera muy organizada para estimular una reflexión inevitable casi veinte años después. Allí reside su importancia. El libro se vendía como pan caliente en Navidad cuando el 25 de diciembre de 2010 el ex presidente fallecía en Miami, generando una disputa entre sus dos familias que dura hasta hoy. Incluso después de muerto, CAP constituye el epicentro de una doble tragedia: la del hombre y la del político.

A la hora de su lanzamiento llegué a escuchar en varias discusiones  sobre el libro que había sido concebido como una reivindicación del hombre que gobernó a Venezuela en dos oportunidades y el único que ha sido destituido sin que mediara un golpe de Estado. Algunos lo señalaban como un ajuste de cuentas con quienes impulsaron su juicio por malversación de fondos y por el supuesto uso indebido de la llamada Partida Secreta, en especial los miembros del grupo conocido como los Notables, y como un homenaje a un político que prefirió padecer las estrecheces de la democracia que actuar en su contra. Sin embargo, La rebelión de los náufragos desmiente esa pretensión apologética. Más bien arma las miles de piezas de un enorme rompecabezas hasta ofrecer un panorama bastante completo y muy bien sustentado de las razones y mecanismos de aquel proceso político complejo y —por decir lo menos— desconcertante. La periodista se remonta al período que antecedió al triunfo de Pérez en las elecciones de diciembre de 1988 para ofrecer una revisión crítica de un modelo democrático que ya delataba agotamiento en lo político y bancarrota en lo económico.

A partir de ese contexto, Rivero se sumerge en las turbias aguas de un lapso de gobierno vivido de manera muy intensa y que incluyó la llamada “coronación” de CAP en el teatro Teresa Carreño, el impulso de las reformas económicas denominadas el Gran Viraje, la puesta en marcha de la descentralización política y administrativa del país, la revuelta civil del 27 de febrero de 1989, conocida como el Caracazo, los intentos de golpes de Estado del 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992 —que colocaron un nuevo protagonista en la escena política: Hugo Chávez— y el posterior proceso iniciado por José Vicente Rangel, Ramón Escobar Salom, Rafael Caldera y otros miembros de los Notables que alcanzó su objetivo el 21 de mayo de 1993, apenas unos meses antes de concluirse el período presidencial de Pérez. Lo importante era sacar del poder al Presidente de la República. Querían venganza, no justicia. La miopía de los sabios.

Rivero estructura su ensayo gracias a una investigación muy amplia y a la vez precisa, a una muy bien ordenada cronología que poco deja fuera y a un conjunto de entrevistas con personajes que participaron en su gobierno, que se le opusieron o que observaron su devenir político. Todo esto matizado y enriquecido con una magnífica escritura profesional que por momentos juega a lo novelesco pero sin incurrir en superficialidades. Guarda respeto hacia el lector y no pretende engañarlo con simplezas. Evade el chisme, el rumor, la conjetura interesada y se dedica al análisis del aquel período. Desde luego, Rivero mantiene un punto de vista sobre lo sucedido y defiende su interpretación de lo que yo llamaría un lento pero eficaz suicidio político del sistema democrático venezolano. Un suicidio  impulsado por  los supuestos defensores de la democracia. Esto último es una deducción que hago, más allá de las intenciones de Rivero.

De la manera como la autora organiza su material es posible deducir la responsabilidad histórica del Fiscal General de la República, de los dirigentes partidistas que habían debilitado el sistema democrático y que jugaron al caos para sus propios intereses, de los directores de medios de comunicación que apostaron por la llamada “antipolítica” para ofrecer una opción de poder alejada de los partidos, de los forjadores de opinión pública que cobraron sus viejas venganzas y, muy especialmente, del entonces ex presidente Rafael Caldera en plena ruta a su reelección. Un cuadro humano de fatal destino.

Pero también desnuda la responsabilidad del propio Carlos Andrés Pérez en sus errores e indecisiones. En su propia sobreestimación se fundamenta la aparente ingenuidad de su conducta. En la subestimación de sus enemigos se halla el fallo de su instinto político. Pero además —y esto es una conclusión mía, no de la autora— CAP no fue coherente en sus acciones. Desde aquellas fechas no me cabe duda de que su entonces cuestionado plan de reformas económicas y políticas era definitivamente necesario para un país en quiebra y con profundas heridas institucionales. Pérez impulsó la descentralización política y administrativa, propulsó la elección de gobernadores y alcaldes, estimuló la competitividad de las empresas venezolana, abrió nuestra economía hacia el mundo, sinceró sus políticas de precios, acabó con el control de cambio… pero también colocó al frente del Banco Central de Venezuela al máximo líder de un grupo bancario privado, figura reconocida como uno de los Doce Apóstoles, círculo empresarial surgido en su primer gobierno entre 1974 y 1979, en plena Venezuela Saudita.

Cuando terminé de leer La rebelión de los náufragos, meses después del impacto inicial de ventas y comentarios que experimentó en los primeros tiempos de su lanzamiento, sentí que había asistido a la representación de una tragedia con mucho de Shakespeare, con sus pasiones, venganzas, manipulaciones y conjuras. Una reedición parcial de Macbeth. Un libro esencial para comprender lo que ha sucedido en los últimos veinticinco años.

LA REBELIÓN DE LOS NÁUFRAGOS, de Mirtha Rivero. Editorial Alfa, Caracas, 2010. 461 páginas.

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