De sus páginas gotea el dolor. Una pena que se desliza entre sus párrafos y abarca sus 173 páginas hasta concluir casi igual a como comenzó ese sentimiento de desarraigo matizado por la incertidumbre. Eugenia Blanc quiere ser francesa. Es su objetivo en la vida. Una adolescente caraqueña que se aburre de la vida que lleva, que se aleja de su madre histérica y de su padre perdedor, que evoca la memoria de su hermano Daniel, homosexual y suicida, que vivirá la historia de amor más intensa de su vida y que se perderá en los años de su futuro y en las calles de Parí­s. Ella recorre el camino inverso de aquella otra Eugenia —la María Eugenia Alonso de Ifigenia— sin ser comprendida por sus allegados y sin comprender las conductas de su entorno. Esa chica que descubrió a Bob Dylan gracias a Luis Tévez va desgranando, siempre en primera persona, el proceso del desencanto en Blue Label/Etiqueta Azul, novela del caraqueño Eduardo J. Sánchez Rugeles, que ganó a principios de año la primera edición del Premio Iberoamericano de Literatura Arturo Uslar Prieti. Quien lee sus primeros párrafos está condenado a concluirla.

Primera novela publicada por este egresado en Letras (UCAB) y Filosofía (UCV) de apenas 33 años, con maestrías en Historia de América (UCAB), Estudios Latinoamericanos (Universidad Autónoma, Madrid) y Estudios Literarios (Complutense, Madrid), Blue Label/Etiqueta Azul toma su título de la célebre marca premium de whisky escocés que —además de su altísima calidad— es asumida como un símbolo de estatus entre los venezolanos. Se convierte en la referencia del mundo donde actúa Eugenia Blanc aunque ella no entienda bien por qué todo el mundo quiere una botella de ésas. Es la referencia que introduce el iconoclasta y provocador Luis Tévez en su afán de distanciarse del entorno, ya sea del de los adultos como del de sus compañeros juveniles. Sánchez Rugeles se sumerge en las turbias aguas de una generación a través de las múltiples miradas de una chica desarraigada que inicia un viaje en busca de su abuelo Lauren Blanc, francés, perdido casi en el olvido y el único que puede facilitar su ciudadanía francesa. Esa road story deviene en el motor de una trama que se despliega en diferentes cauces que latiguean los sentimientos del amor, la amistad y los celos, al amparo del pop contemporáneo y de la irreverencia generacional. Una historia que no deja de tener el tono de un ajuste de cuentas muy íntimo.

“El infierno es la memoria” sentencia Eugenia en los últimos párrafos, cuando desborda en la mesa de un bar Guinness de París las expresiones de sus viejos recuerdos convertidas en fotos y textos. Porque no otra cosa ha hecho desde el principio de la novela. Narra un tumulto de recuerdos que recorre décadas y se concentra en la soledad de una muchacha que no sólo marca distancia ante sus padres y sus amigos sino también ante el país que le ha tocado vivir, representado en la “institucionalidad” escolar, familiar, estudiantil y, desde luego, militar. Desfila un conjunto variopinto de personajes que pone de relieve tanto las conductas afectivas y sexuales como la trasgresión de la ruta vital. Personajes que cobran mayor o menor fuerza en distintos momentos pero que siempre encajan en la estructura de la historia para añadir un elemento, una opinión, una confesión. No hay cabos sueltos ni situaciones gratuitas. Cada aventura, cada situación al límite, responde a una exigencia de la ingeniería narrativa. Eugenia la madre, Alfonso el padre, Floyd, Vadier, Titina, son personajes que cruzan la trama para establecer los tonos del avance del relato. Pero siempre fluyen con vigor propio Luis Tévez y, por supuesto, Eugenia Blanc. Esa visión en primera persona dota a la novela de un registro personal intransferible. Convierte el habla coloquial en un instrumento de caracterización de situaciones, personajes y desenlaces. Las vulgaridades forman parte de la cotidianidad. El desencanto se convierte en rutina.

Hay en la novela de Sánchez Rugeles una postura de comprensión hacia una generación que hoy habita Venezuela a través de datos referenciales que tienen que ver con la vida política y militar. Son sólo datos referenciales. No existen señalamientos ideológicos o de clase social, salvo los obvios de una clase media que estudia en colegios privados de un país donde hay corrupción y abuso de poder.  Las últimas páginas están narradas desde el futuro, desde la perspectiva personal, ignorando lo que ha sucedido en Venezuela en esos años. Es una generación que no está demasiado distante de la del propio  escritor. Blue Label/Etiqueta Azul conforma un edificio dramático cuyos habitantes abandonan uno a uno sus espacios para buscar la soledad y el olvido. Es una de las mejores novelas de autor joven que he leído en los últimos tiempos.

BLUE LABEL/ETIQUETA AZUL. Eduardo Sánchez Rugeles. Fundación Casa Arturo Uslar Pietri, Los Libros de El Nacional, Colección Letra Portátil, Ediciones CEC, 2010, Caracas. 173 páginas.

 

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