Decido celebrar el 23 de abril comentando el primer libro entregado por Javier Marías este año: no se me ocurre una fiesta mejor en defensa de “nuestra lengua tan maltratada”, como escribe en la dedicatoria. Y digo fiesta porque en estos artículos seleccionados y prologados por Alexis Grohmann, nuestro novelista hace del sentido del humor que asoma por momentos en Corazón tan blanco, Mañana en la batalla piensa en mí y Tu rostro mañana, entre otras, un arma eficaz para arremeter constructivamente contra los crecientes vicios y despojos del habla y la escritura que empantanan la lengua, y por ende las comunicaciones humanas, desahogándose de paso por la irritación que indefectiblemente le producen. Me refiero a Lección pasada de moda/Letras de lengua (Galaxia Gutenberg: Barcelona, enero 2012) del que escojo ahora este pasaje: “El problema ha llegado a ser de tal calibre que no es ya que la mayoría de los españoles se expresen fatal, sino que se advierte en ellos una absoluta falta de instalación en su propio idioma. Cada vez hay más hablantes que en modo alguno lo poseen, lo dominan, lo tienen a su servicio como instrumento fiable. Más bien dan la impresión de hablarlo sólo aproximadamente, como se habla a menudo una lengua extranjera; de “tantearlo” nada más; de estar a su merced y defenderse de él a duras penas, como si fueran náufragos a la deriva en océano y no marinos que navegaran por él conociendo las mejores rutas y marcando el rumbo. Es como si la lengua les bailara alrededor, inasible e informe, y jamás la atraparan”.

Este párrafo de “La ley del balbuceo” es sumamente revelador: el traductor deEl espejo del mar de Conrad se sirve del lenguaje marino para desarrollar la metáfora de lo que a todas luces sucede con la lengua. Marías es un buen capitán de nave que conoce los rumbos del idioma y se propone animar a los individuos pensantes que lo lean a perseverar en la busca de su auténtico dominio expresivo; porque es la inercia colectiva lo que favorece la corrupción y empobrecimiento de la lengua, y sólo un continuo esfuerzo personal puede impedir que estos se extiendan como una peste mental con su consecuente marisma verbal, promovida incesantemente por la ignorancia lingüistica de no pocos periodistas y pseudotraductores, así como por la vacua o mendaz ufanía de los políticos y por la pereza y cobardía de tantos ante las coerciones de variada “corrección política” que imperan hoy en día amenazando uniformar el habla.

Estos 50 artículos escritos a lo largo de 16 años se insertan, como señala Grohmann, en la tradición de orientar a los hablantes en el ejercicio de su libertad expresiva; único modo de que la lengua evolucione del mejor modo posible como vehículo de comunicación rico y capaz de repeler las manipulaciones de los nuevos inquisidores del habla. que quieren impedir que sepamos quién es quién. Sin ser purista (lo reitera el autor), y precisamente por ello, continúa la labor del poeta Pedro Salinas que, en El defensor, se preguntaba: “¿por qué habríamos de renunciar a aplicar nuestra inteligencia humana a la marcha y destino de la lengua, habiendo lanzado nuestra facultad crítica a todos los rincones de la vida humana?” Con denuedo y hasta por compulsión, Javier Marías lo hace festivamente ya desde el título en algunas de las piezas reunidas bajo cuatro de los apartados más nutridos del libro: “Don y daño de lenguas”, “Malas hablas”, “Navío recadero”, “Fastidioso y muy embarazados”, “¿Es usted el Santo Fantasma?”, “Todas las farsantas son igualas”, entre otros. La penúltima cierra así: “¿cómo es que estas barbaridades no las controla y enmienda nadie en el trayecto que va desde la metedura de pata del traductor-lumbrera hasta que la misma llega al público que paga por su libro, su periódico, su televisión o su vídeo? Que baje el Santo Fantasma a explicármelo, que lo voy a tutear”.

Finalmente, “En desuso por abuso” se refiere a tergiversación, calumnia, contradicción y “otras palabras que más caen en desuso cuanto mayor es la vigencia de lo que nombran, pero quizá una las englobe a todas, y es ‘cinismo’”. Con defensores como éste nuestra lengua gozará por largo tiempo de buena salud, claro que sí.

* El Nuevo Herald, 13 de mayo de 2012

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