Omar Vizquel en el Clásico Mundial de Béisbol
Sin embargo, la labor de Vizquel no debe tomarse como el chivo expiatorio de nuestra debacle.

Especial para Ideas de Babel. No valen las medias tintas y no cabe forma de calificar la actuación de la selección nacional en el Mundial de Béisbol sino como un ridículo espantoso que debemos analizar a fin de no volver a repetir los errores, máxime cuando ya van cuatro ediciones de este torneo y solo en 2009 la vinotinto ha tenido una actuación decorosa.

Antes del inicio del torneo era de los que no albergaba esperanzas de que se hiciera una brillante actuación, dado que los problemas entre la dirigencia con el staff técnico y algunos jugadores hacían presagiar lo que luego ocurrió. Lo que sucedió con el nombramiento de Omar Vizquel y su posterior destitución, desmentida posteriormente por una rebelión de los jugadores configuraban que sería muy difícil no reproducir en el terreno de juego el bochorno que nos hicieron sentir nuestros dirigentes, siendo los máximos causantes el pelotero grandeliga Carlos Guillén, quien se desempeña como Gerente General de la selección y el Presidente de la Federación Venezolana de Béisbol, Edwin Zerpa.

También la elección del novel Vizquel como manager fue un error que pagamos caro ante rivales de envergadura como lo son Puerto Rico, República Dominicana y Estados Unidos. No en vano, estos tres equipos cuentan con managers de dilatada experiencia dirigiendo equipos (a saber: Edwin Rodríguez, Tony Peña y el genial Jim Leyland), cosa que no ocurre con Vizquel, quien apenas se ha desempeñado como coach de primera base de los Tigres de Detroit y que estaba debutando al frente de una novena, siendo bastante diferente un puesto de otro, ya que el coach transmite las decisiones que le da el manager, mientras que este es quien las crea, siendo el gran ideólogo de lo que hace o intenta hacer su equipo durante un juego.

Quizás el hecho de apostar por Vizquel venga de la mano con la cultura que el gobierno venezolano ha instalado durante estos 18 años, donde la meritocracia ha quedado como una mera figura decorativa y se piensa que los éxitos vendrán casi por generación espontánea, colocando en cargos de máxima responsabilidad a personas cercanas (ya sea familia o amigos), más allá de los méritos que tengan para llevarlo a cabo. Y si bien, reitero que Vizquel fue una de nuestras máximas figuras dentro de la gran carpa, esto no lo hace per se en un gran manager. Ejemplo de ello tenemos el caso más paradigmático de nuestro único Hall of Famer Luis Aparicio, quien no pudo reeditar los logros que consiguió como jugador profesional en su labor como manager y también al ex campocorto criollo Luis Sojo, figura descollante de los Cardenales de Lara.

Sin embargo, la labor de Vizquel no debe tomarse como el chivo expiatorio de nuestra debacle. Se perdió por muchas más cosas que por algunas malas decisiones de nuestro estratega y fundamentalmente porque el cuerpo de lanzadores, tanto abridores como, sobre todo, relevistas no reunían las condiciones para tener una brillante actuación.

No hay que olvidar que el pitcheo es la parte más importante del juego de pelota, siendo catalogado por los expertos como 70% del mismo y el nuestro dejaba mucho que desear y esto se paga caro en torneos tan cortos como el Mundial de Béisbol. También, a sabiendas que nuestro pitcheo era nuestro muro de los lamentos particular, los entendidos sobredimensionaron las posibilidades de éxitos de la novena criolla, aun cuando, en su fuero interno, sabían que con esos brazos difícilmente podíamos sortear toleterías tan potentes como las que acuden a la justa beisbolística.

Además, en los juegos que se logró batear, como el primero ante Italia y luego ante México, los lanzadores no pudieron contener a la ofensiva rival y cuando se logró hacerlo, como ante Estados Unidos y República Dominicana, ya en la segunda ronda, no se pudo batear, es decir, el equipo no logró esa combinación entre ofensiva y defensiva que te hace llegar a las instancias determinantes de un torneo.

También hay que contar la amplia gama de lesiones que afectó al combinado nacional y a figuras de la talla de Salvador Pérez, Martín Prado, Miguel Cabrera, Silvino Bracho e incluso el novato Robert Suárez, quien tendrá que ser sometido a la cirugía Tommy John.

Todas estas causas contribuyeron a que fracasáramos estrepitosamente en un deporte del que presumimos y que, a pesar que el fútbol últimamente ha acortado la distancia, continúa siendo nuestro pasatiempo nacional por excelencia. Espero que esto nos ayude a comprender que los éxitos se consiguen como humildad y trabajo duro y que si bien tenemos buenos peloteros que destacan en la Major League Baseball, un equipo es mucho más que la sumatoria de talentos individuales.

Además, el béisbol ya no es el deporte que conocíamos cuando los países caribeños, junto a Estados Unidos y algunos países asiáticos eran los auténticos dominadores de esta disciplina, sino que se ha globalizado, como lo muestran las destacadas actuaciones de las selecciones de Holanda, Israel e incluso Italia, que fue la única selección a la que la novena criolla venció y por sólo una carrera en partidos que pudieron caer para cualquier lado.

Únicamente pasamos a la segunda ronda del certamen por un pequeño detalle aritmético que eliminó al combinado mexicano y nos llevó a disputar el partido de desempate ante Italia. Es decir, nos metimos en la fase de los 8 mejores del campeonato no por la puerta sino por la cocina, por lo que llama mucho la actuación que Vizquel haya afirmado tras la eliminación que le gustaría repetir en el cargo en 2021. Primero se deberían analizar las causas del ridículo nacional, antes de postularle al cargo, cuando además lo que necesita el ex campocorto de los Leones del Caracas es curtirse como estratega, ya que se demostró que todavía está muy verde.

Quizás es demasiado pedir que las autoridades encargadas de regir el béisbol en nuestro país hagan autocrítica y un análisis profundo de por qué se tocó fondo de esta forma en la peor vitrina posible, dado que no hay que ir muy lejos para comprobar como quien era el vicepresidente Rafael Esquivel (quien en diciembre pasado se declaró culpable de varios casos de corrupción ante un tribunal federal de Nueva York, que investiga el caso FIFA) en la Federación Venezolana de Fútbol, Laureano González fue ratificado en el cargo con la friolera de 123 votos de 128 posibles, en un resultado que levanta las suspicacias de incluso el más incauto.

No quiero terminar este artículo sin decir que me hubiera gustado que alguno de los jugadores consagrados de la selección criolla (los cuales, por su condición de estrellas, se pueden permitir el lujo de la honestidad, sin temor a represalias) hubiera sido valiente y se hubiera negado a portar el denigrante casco que llevaba la inscripción de: “Gobierno Bolivariano De Venezuela” y más allá de entrar en consideraciones de la lamentable situación a la que este gobierno nos ha conducido, por la inaceptable politización del deporte y de un pasatiempo tan hermoso como el béisbol.

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