Leonardo Paduro y La transparencia del tiempo
Cinco años tardó Padura desde Herejes (2013) para trabajar de nuevo a su legendario personaje. Valió la pena esperarlo.

Mario Conde está a punto de cumplir 60 años. Nunca ha salido de Cuba. Hace años dejó de ser teniente de la Policía Nacional para dedicarse a un oficio más inocuo. No ha logrado convertirse en escritor. Sigue amando a Tamara y continúa reuniéndose con sus viejos amigos en la casa del Flaco para comer, beber, escuchar los viejos discos de Creedence y sentir nostalgia por los tiempos en que todos tenían un sueño. Ese es el Mario Conde que habita La transparencia del tiempo, novena novela que Leonardo Padura dedica a un personaje cuyas pesquisas van más allá de lo policial.

Como lo indica su título, el tiempo no guarda secretos. Más bien los revela. Bobby, un viejo amigo de la secundaria, hoy asumido homosexual, acude a Conde para investigar el robo de una antigua virgen negra de su propiedad. Una virgen medieval perdida durante la guerra civil española y llevada a Cuba de forma misteriosa. El principal sospechoso es el joven amante de Bobby, desaparecido como por arte de magia. A medida que avanza, la investigación adquiere una dimensión menos individual y más colectiva, donde se mezclan la avaricia con la lujuria y otros pecados capitales.

Más allá de esta trama principal surgen dos líneas narrativas: una histórica referida a la virgen, varios siglos atrás, y sus andanzas religiosas y personales, y otra vinculada con dos espacios del delito en la sociedad cubana del año 2014. Por una parte, la novela evidencia la actuación de una clase dominante en la economía, con negocios turbios y tráfico de influencias y, por la otra, los ambientes más oscuros y depravados de una ciudad como La Habana, con sus sicarios y depredadores. Todo esto en un sistema socialista donde sus dirigentes suponen que tales males son propios del capitalismo. En otras novelas como Pasado perfecto (1991) o Vientos de cuaresma (1994), las dos primeras de la serie Mario Conde, Padura ya había trabajado el tema de la corrupción en la altas esferas del Estado cubano. Ambas están ubicadas en el llamado Período Especial que padecieron los habitantes de la isla tras la desintegración de la Unión Soviética. La antigua nomenklatura comunista se revelaba sin grandes aspavientos en las fragilidades de un sistema fracasado y en las conductas de sus líderes.

En La transparencia del tiempo también hay una visión muy íntima de Conde, una hombre que reconoce su proximidad a la vejez sin haber escrito la novela que siempre quiso elaborar, que no guarda esperanza alguna sobre el futuro de su país, que se refugia en su amor por una mujer especial, que se angustia cuando sus amigos hablan de abandonar la isla y hacer una vida más próspera en el exterior. Un hombre que no se quiere ir de Cuba. Como el propio Padura.

La intriga de la investigación privada —Conde ya no es policía— es apenas un mecanismo narrativo para conformar un fresco de la sociedad cubana actual, compleja y conflictiva, a ratos sorprendente pero siempre inequívoca. Serie negra en la gran Antilla, La transparencia del tiempo renuncia a la mera anécdota del suspenso para hablar de esos seres humanos que moran La Habana bajo sus propias reglas, más allá del gobierno. O gracias al gobierno.

Cinco años tardó Padura desde Herejes (2013) para trabajar de nuevo a su legendario personaje. Valió la pena esperarlo.

LA TRANSPARENCIA DEL TIEMPO, de Leonardo Padura. Tusquets Editores, Barcelona, 2018. Colección Andanzas. Serie Mario Conde. 448 páginas.

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