Un musical que ha fascinado al mundo durante décadas y se ha consagrado como el paradigma del espectáculo de generación en generación. Se trata de la exaltación del amor, la familia, la religiosidad y la patria a través de una historia inspirada en hechos reales. Tal es la esencia de The sound of music, emblema del teatro y del cine musical que ahora se presenta en Caracas. Lo primero que debo aclarar es que asistí al último ensayo de La novicia rebelde, en una función concebida para probar y corregir ciertos aspectos artísticos y técnicos de la producción. No obstante algunos detalles, el resultado global fue convincente por la deslumbrante puesta en escena de Vicente Albarracín fundamentada en una producción ambiciosa y compleja, en interpretaciones desiguales pero eficientes, en un trabajo artístico muy exigente, en una conducción musical muy bien trabajada, en fin, en muchos aspectos. Pero especialmente hay que destacar la seductora presencia de Mariaca Semprún, sin duda la gran estrella de la noche.

Desde su estreno en Broadway en noviembre de 1959 The sound of music se convirtió en un muy exitoso musical pero fue su adaptación cinematográfica en 1965 la que le otorgó una dimensión planetaria. La romántica historia de la novicia María que renunció al convento por su amor al capitán von Trapp y a los siete pequeños hijos del militar viudo, en plena hegemonía del nazismo tras la anexión de Austria a Alemania, construyó una de las referencias más recordadas del musical como género cinematográfico. Julie Andrews y Christopher Plummer devinieron en astros de la pantalla. Al año siguiente La novicia rebelde recibió cinco premios Oscar, incluyendo el de mejor película y el de mejor director para Robert Wise. Confieso que nunca terminó de gustarme la película, sobre todo por un guión almibarado y predecible, pero acepto que es un clásico del género fundamentado en una producción impecable y unas actuaciones sobresalientes.

Tengo entendido que la adaptación en español que se presenta en el Teresa Carreño es esencialmente fiel al play original que se ha mostrado en distintas ciudades del mundo. A mi juicio, el texto es lo menos importante del espectáculo pues se reduce a la misma historia de amor predecible y primaria que conocemos por la película. El público sabe lo que sucede pero disfruta la manera como le cuentan esa anécdota. Lo fundamental se encuentra en las canciones, los números coreográficos, la escenografía, la iluminación y el sentido del espectáculo. Se trata, entonces, de un arduo trabajo de dirección y producción por parte de la gente de Escena Plus para alcanzar determinados estándares de calidad. Las expectativas son cubiertas ampliamente, con un vuelo profesional muy meritorio. Durante casi tres horas los espectadores siguen con atención lo que sucede en el escenario. Muchos, la mayoría, tararean las letras y acompañan con palmas las melodías. Algunas lágrimas brotan de emoción. El poder de la nostalgia se apodera del teatro. Albarracín logra desarrollar un hermoso acto de seducción con el público. Salvo algunos desalmados, que siempre los hay, el público aplaude a placer.

La escenografía de Edwin Erminy, el vestuario de Raquel Ríos, la iluminación de Ángel Ancona. la dirección musical de Elisa Vegas, al frente de la Orquesta Gran Mariscal de Ayacucho, y la dirección coreográfica de Luz Urdaneta conforman los factores que el director logra articular coherentemente, bajo la producción general de Claudia Salazar. Lo importante es que el espectáculo se desborda en el teatro. ¿Que se encuentran algunas fallas? Siempre las habrá pero en este caso el saldo es altamente positivo.

La función abre con la figura descendiente de María, desde las alturas de su Dios, dotada con el encanto de una actriz y cantante que rápidamente toma el control de la escena y define que es ella la atracción principal. Y lo es. Mariaca Semprún se apropia del personaje central y lo conduce a lo largo de la función con soltura y precisión. Canta, baila y actúa con calidad y determinación. Tal vez tanta fuerza expresiva opaque un poco el importante trabajo de Rolando Padilla como el capitán von Trapp, pero en conjunto la pareja de intérpretes funciona perfectamente. Como respaldo funcionan muy bien Lucy Ferrero como la Madre Superiora, Gustavo Rodríguez como Max Detweiler, Julio Alcázar como Franz, Roberto Moll como Herr Zeller, Fanny Arjona como Elsa Schraeder. Tras ellos se destaca un conjunto de jóvenes y niños que ocupan su espacios con encanto: Natalia Román (Liest), Cristhian Vallester (Friederickt), Emily Caraballo (Louisa), Luis Brito y Carlos Rodríguez (Kurt), Alicia de la Bastide y Marianne Cuello (Briggita), Isabella Socorro y Giza Pavone (Marta), Verónica Falcón y Annabella Medina (Gretel) y José Pablo Álvarez y Lester Arias (Rolf). El elenco completo es de treinta y cinco actores.

El despliegue artístico y de producción de La novicia rebelde pone de relieve la importancia del auge de las artes escénicas en Venezuela durante los últimos años. La gente del teatro, la danza y la música han ganado espacio con su público. En Caracas son muchas las salas que convocan al espectador. En este caso, el grupo Escena Plus ha retomado y continuado el esfuerzo de la gente de Palo de Agua para montar musicales a lo grande. Son buenos síntomas que auguran mejores momentos para nuestra escena. Ese profesionalismo debería conducir, también, a construir un público menos conformista y más exigente.

LA NOVICIA REBELDE («The sound of music») de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein, sobre un libro de María Von Trapp. Dirección: Vicente Albarracín. Producción general: Claudia Salazar. Producción ejecutiva: Luis Bravo. Escenografía: Edwin Erminy. Diseño de vestuario: Raquel Ríos. Iluminación: Ángel Ancona. Dirección musical: Elisa Vegas. Orquesta Gran Mariscal de Ayacucho. Dirección coreográfica de Luz Urdaneta. Producción artística de Marisela Seijas. Sonido: Carlos “Tato” García. Elenco: Mariaca Semprun, Rolando Padilla, Gustavo Rodríguez, Julio Alcázar, Lucy Ferrero, Fanny Arjona, Natalia Román, Cristhian Vallester, Emily Caraballo, Luis Brito, Carlos Rodríguez, Alicia de la Bastide, Marianne Cuello, Isabella Socorro, Giza Pavone, Verónica Falcón, Annabella Medina. José Pablo Álvarez, Lester Arias, Verónica Arellano, Elizabeth Quintanales, Nilbelys Peraza, entre otros. En la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño los miércoles, jueves y viernes a las 8 p.m., sábados a las 3 y 8 p.m. y domingos a las 11 y 5 p.m. 

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