Gravedad 3

«No estamos destinados a ser parte del futuro. Todo lo que tenemos es el ahora”.

El astrofísico norteamericano Neil de Grasse-Tyson apunta que el film Gravity se ha debido titular Gravedad cero o Momento angular. A este científico agnóstico, en una oportunidad alguien le preguntó si creía en algún poder superior, a lo que respondió: “cada explicación de un poder superior que he visto descrita en las religiones en las que he indagado, hablan de la benevolencia de ese poder. Cuando miro al universo y veo todas las formas en que el universo puede matarnos, encuentro difícil reconciliarme con esa afirmación”.

El presente no es para débiles y el espacio exterior, tampoco. El film Gravity, de Alfonso Cuarón, es una obra sobre la supervivencia de una “terrícola” en caída libre en medio del vacío y la basura espacial con la que el hombre está contaminando el cosmos. Digo “terrícola” y no astronauta, porque la Dr. Ryan Stone (Sandra Bulloq) dentro y fuera del traje presurizado, no piensa como uno de éstos seres flotantes, íconos de la colonización del espacio. Su torpeza, su neurosis, sus sentimientos y a la vez su desorientación emocional son completamente pedestres, quizás eso es lo que la salva y al final la redime.

Deus ex machina

La expresión se origina en el teatro griego cuando una grúa de madera dotada de poleas (machina) introducía desde el cielo estrellado a una deidad (deus) para resolver una situación por necesidades del propio guion, a fin de mantener el interés o lograr el climax de la obra. En Gravity no había otra forma de lograr la escena del comandante de la misión, Matt Kowalski (George Clooney), quien aparece de improviso flotando en el espacio, golpeando a la ventanilla de la cápsula de supervivencia, justo en el momento en que ella, en medio de su desesperanza, ha cerrado la válvula de oxígeno para quitarse la vida. ¿Cómo hablar de su maestro interior sin utilizar este antiguo recurso? Kowalsky le da instrucciones precisas de cómo hacer para volver a la tierra utilizando otras estaciones en la misma órbita, la alienta, la instruye, porque este personaje es una analogía de su YO superior. Stone se da cuenta que la reaparición de Kowalski no es real, que es una alucinación debido al estrés, sin embargo, le da nuevos bríos y voluntad para vivir, allí decide volver a la Tierra.

El cine, para contar cualquier historia, la conjuga en tres tiempos, pasado, presente y futuro, en un lapso de una hora y cincuenta minutos. Ésta, siendo una odisea espacial, se deslinda de los guiones futuristas. Al escenario del cosmos como una “eternidad inmóvil”, según pensaba Platón, se le antepone súbitamente un presente en movimiento, que no es otra cosa que la esperanza de lo humano. A pesar de sus flaquezas, el personaje de Stone, nos atrapa en su presente, en su lucha por sobrevivir, sin flash-backs.  Alain Badiou habla de “ideas-imágenes”, “idea-cine” o del “pensamiento-cine” refiriéndose al lenguaje de este arte. La “idea-imagen” de Cuarón se resume en la frase de uno de los protagonistas de esta odisea: “Nunca estuvimos destinados a formar parte del futuro, todo lo que tenemos es el ahora”.

Luego de 90 minutos de ingravidez, la última escena nos obliga a poner los pies sobre la tierra. El film pareciera haber sido producido únicamente para culminar con la astronauta Stone regresando al barro de los orígenes para levantarse de nuevo, erecta, colosal dentro de su pequeñez y debilidad, ya que lo que cuenta es su afirmación en la gravedad terrestre. Gilles Deleuze (Mille plateaux, 1980), a su manera, concibió esa realidad: “No es que estamos en el mundo, nos volvemos el mundo”.

edgar.cherubini@gmail.com

 

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