Evelio RoseroLa novela de Evelio Rosero La carroza de Bolívar acaba de ganar el prestigioso y muy competido Premio Nacional de Novela en Colombia. El ensayista colombiano Daniel Felipe Osorio Correa ofrece un análisis muy detallado en Letralia.com de una obra muy compleja. 

La carroza de Bolívar es el título de la última novela del escritor bogotano, de ascendencia y crianza pastusa, Evelio José Rosero. En ella se alternan dos historias separadas en el tiempo, pero ocurridas en Pasto. La primera transcurre entre 1966 y 1967 y cuenta los últimos días de vida de Justo Pastor Proceso López, médico afamado y acaudalado de Pasto, que tiene una caótica vida familiar con su esposa y sus dos hijas, y en sus ratos libres se dedica al estudio aficionado de la vida del Libertador. Dicho estudio se basa principalmente en la obra del historiador pastuso, de corte conservador, José Rafael Sañudo, y en los testimonios de personas a cuyos ancestros Bolívar agravió en su paso por la capital nariñense. La segunda historia transcurre en las décadas del 10 y del 20 del siglo XIX y narra las acciones de Bolívar y la tropa libertadora en Pasto y el sur del país. Los acontecimientos ocurridos en esa época no son contados directamente por el narrador de la novela, sino a través de los discursos de los personajes en el presente de la narración.

El inicio de la novela se da en registro épico. El narrador invoca a la musa para que le ayude a “desenterrar la sombra del doctor Justo Pastor Proceso López, a descubrir la memoria de sus hijas, desde el día que la menor cumplía siete años y la mayor era desflorada en el establo de la finca, hasta el día de la muerte del doctor, pateado por un asno en la plena avenida” (1). Como vemos, en los primeros cinco renglones de la novela se delimita la historia: sabemos que inicia con el cumpleaños de la hija menor de Justo Pastor y ha de acabar el día de su muerte. Durante estos dos sucesos no hay más de ocho días: la historia empieza el 28 de diciembre de 1966, día de los santos inocentes y finaliza el 6 de enero de 1967, día de los blancos en el que se celebra el tradicional desfile de carrozas en el carnaval de Pasto.

Precisamente es el desfile de carrozas lo que detona la historia. Por un suceso accidental a Justo Pastor se le ocurre encargar la fabricación de una carroza en la que se revele la que él considera como la verdadera cara del Libertador: violador de jovencitas, arrasador de ciudades indefensas, mal estratega de guerra, usurpador de triunfos ajenos, etc. La construcción de esta carroza —que nunca llegará a desfilar por las calles de Pasto— será el hilo que aúna las diversas tramas narrativas que integran la novela: la historia de amor e infidelidades de Justo Pastor y Primavera, el proyecto de destrucción de la carroza y de ajusticiamiento a su creador por parte de un grupo de estudiantes que conforman una célula guerrillera de militancia universitaria, la repudiada cátedra de historia de Colombia de Arcaín “el loco” Chivo, en la que el profesor desmitifica la imagen heroica de Bolívar y por ello lo obligan a renunciar a la universidad y se gana una golpiza del grupo revolucionario. Otros personajes y relatos van apareciendo en la historia al servicio de las tramas anteriores: el romance del general Lorenzo Aipe y Primavera, los artesanos y la fabricación de la carroza, Cangrejito Arbeláez y sus esculturas, don Furibundo Pita y su cándida esposa, el poeta Rodolfo Puelles y su oscuro pasado, Belencito Jojoa, Polina Agrado y la historia de ultrajes del Libertador a sus ancestros.

La novela está dividida en tres partes. Las dos primeras tienen nueve capítulos y la última seis. En la primera parte se ilumina la triste vida de Justo Pastor, en la que el desamor y la monotonía han ido invadiendo poco a poco su entorno familiar. También se cuenta la anécdota que desencadena el proyecto de construcción de la carroza y, por último, se relata la conversación que Justo Pastor tiene en su casa con el alcalde y el obispo —dos personas influyentes de la ciudad— y con Arcaín Chivo. En una conversación achispada por los tragos, los contertulios de Justo Pastor intentan desalentarlo de la empresa que acomete, argumentando la cantidad de detractores que tendría el querer mostrar una cara mala del Libertador, aunque todos coinciden en la visión que tiene Justo Pastor sobre este “prócer de la patria”. Así, pues, los cuatro personajes comienzan a narrar las acciones poco heroicas del Libertador; como el velo de duda que se cierne sobre la autoría de la carta de Jamaica, al cotejarla con otros escritos del Libertador, o el poco aprendizaje que recibió de Simón Rodríguez como tutor, quien “procuró aplicar al pequeño Simón Bolívar las teorías del Emilio de Rousseau que consistieron en no enseñarle nada a su discípulo para que éste quedase en estado natural y aprendiese por su propia cuenta lo que pudiese; con lo que la primera instrucción de Bolívar debió ser enteramente nula” (125). Por medio de la conversación que transcurre por varios capítulos de la novela, los personajes van contando historias reveladoras del Libertador, apoyándose en las obras del historiador José Sañudo y del pensador Carlos Marx y en los testimonios de personajes como Belencito Jojoa y Polina Agrado. Los cuatro personajes que conversan en la sala —a excepción de Primavera, que funge de espectadora— despliegan la misma voz discursiva de Justo Pastor. No sería exagerado decir que en su hablar no son más que alter egos del protagonista.

La segunda parte de la novela inicia con una analepsis que nos sitúa en la cátedra de historia de Colombia a principios de los años sesenta —década de efervescencia de los movimientos de izquierda en Latinoamérica. En ella, es la voz del catedrático Chivo la que nos presenta la historia de Bolívar a partir de la lectura que Carlos Marx y José Sañudo hacen de ella. Ambos historiadores concuerdan en plantear lo poco heroica que resulta la vida del Libertador, si se la estudia con detenimiento. En este capítulo se intercala la tertulia de la sala de Justo Pastor y la clase de historia de Arcaín Chivo. A través de estos dos relatos son evocados algunos hechos ocurridos al Libertador. Algunos tienen como fuente histórica la obra de Sañudo: Estudios sobre la vida del Libertador, y la obra de Marx, que es un pequeño opúsculo titulado “Simón Bolívar”, otros, en cambio, proceden de testimonios de personajes inventados como Belencito Jojoa y Polina Agrado. De esta manera, son relatadas las “hazañas” del Libertador en sucesos reales como la batalla de Bomboná, en la que “solo por capricho se habían sacrificado 900 granadinos” (186). El mismo Rosero dirá en una entrevista televisiva que esta “es una derrota no contemplada por la historia oficial”, que Bolívar “nunca le perdonó a los pastusos”. El mismo autor sugiere más adelante que eso pudo ocasionar el suceso histórico que es presentado de forma más escarnecedora en el relato: la famosa Navidad Negra que vivieron los pastusos. En esta parte de la novela se narra la saña con la que la tropa libertadora por órdenes de Bolívar entra en la desprotegida ciudad de Pasto el 24 de diciembre de 1822 y la acribilla por cuatro días, so pretexto de considerarla un fortín de la realeza española. La incursión deja más de 400 muertos civiles al amanecer del cuarto día. Rosero presentará este suceso en la misma entrevista como “la primera masacre que ocurrió en la historia de la república”.

El tercer capítulo cuenta la historia del grupo revolucionario, cuyos líderes tienen contactos con grupos guerrilleros de otras partes del país. La aparición del grupo en la novela se da en dos momentos: como estudiantes que desertan de la clase de historia de Colombia del “loco” Chivo a principio de los años sesenta, y que terminan por propinarle, encapuchados, una paliza por mancillar el nombre de ese auténtico revolucionario llamado Bolívar. La historia del grupo aparece desplegada también en el presente de la narración. Al enterarse de la carroza alusiva a Bolívar, serán los encargados de “ajusticiar” a su gestor por las agraviosas injurias hacia el Libertador. Entre los integrantes del grupo revolucionario se cuenta especialmente la historia de Rodolfo Puelles, escritor inédito de poesía erótica que empieza a descreer de los métodos de la revolución que proponen los líderes del grupo e intenta salvar a Justo Pastor al contarle los planes de sus compañeros. Puelles también será “ajusticiado” al final de la novela por sus compañeros, al considerar ese el castigo apropiado para un soplón que entorpece la revolución.

En este último capítulo se desenvuelven las tramas desarrolladas durante la novela: la carroza de Bolívar no hace su marcha triunfal, debido a un operativo policial —ordenado por el amante de la esposa de Justo Pastor— que da con su escondite y la destruye. Su gestor, así como el poeta Puelles, es asesinado por el grupo revolucionario. De esta manera queda definitivamente truncada la posibilidad de desenmascarar al verdadero Bolívar, al “mal llamado Libertador” y de mostrarlo en su verdadera dimensión.

La carroza de BolívarEl tono épico en el que empieza la novela y el inexorable fatum del protagonista parecen simbolizar lo que ocurre a quien intenta revertir el destino —en este caso la imagen de un héroe de la patria. Así como Sañudo quedó condenado a la soledad y al abucheo de sus colegas y Chivo fue golpeado y obligado a renunciar a la universidad, Justo Pastor ha recibido su castigo por intentar develar la cara que no quiere ser vista del Libertador. Para el doctor esta tarea debe ser hecha cuanto antes, pues es: “(…) la memoria de la verdad que pugna por imponerse tarde o temprano. Corrigiendo el error histórico, denunciándolo, se corrige la ausencia de memoria, una de las principales causas de este presente social y político fundado en mentiras y asesinatos” (126). Sin embargo, es precisamente este afán de denuncia lo que condena a los personajes y por ende a la novela. Acuerdo con Gardeazábal al señalar que “la novela termina siendo un amasijo de varias historias desequilibradas”, pero no por el afán del escritor de “cumplir el contrato con la editorial”, sino por el tono de denuncia que baña la novela. En la entrevista televisiva que he citado antes, Rosero señala que había pensado encarar la historia de Pasto a través de la figura de Bolívar y su paso por el sur. Esto es evidente, pues los personajes pierden la posibilidad de ser en su propia historia, y son constreñidos a servir de instrumentos de la historia evocada. La estructura de la obra también resulta lastimada en ese empeño: los largos discursos en los que se cuenta la historia de Bolívar y la superposición de planos y de tiempos, así como la inserción y el desarrollo de tantas tramas narrativas, dificultan la lectura del texto. De igual forma, la reproducción indiscriminada de la voz discursiva de Justo Pastor en diferentes personajes no permite una visión polifónica de Bolívar o de los hechos ocurridos en el proceso de independencia. Al igual que ciertos historiadores han presentado una imagen ortodoxa del Libertador, Rosero termina cayendo en el mismo error al presentar el personaje histórico sin muchos matices.

Para finalizar, diré que La carroza de Bolívar puede entenderse, entonces, como un ajuste de cuentas que el escritor hace a la heroica figura que se ha construido de Bolívar. Habrá que ver si triunfa en su intento de desmitificar al Libertador, o si, al igual que algunos de sus personajes, termina siendo “ajusticiado” por la crítica literaria.

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