Javier Bardem construye el personaje de Uxbal con fortaleza y fragilidad a la vez.

LA CONQUISTA DE ESPAÑA POR PARTE DE LOS INMIGRANTES

El escritor mexicano Jorge Volpi mantuvo una conversación con su compatriota Alejandro Gonzálerz Iñárritu a propósito del estreno de su más reciente film Biutiful, primera obra en solitario tras su separación creativa de Guillermo Arriaga. El cineasta afirmó: «tuve la oportunidad y el privilegio de mirar una realidad que algunos españoles y europeos no quieren o no están dispuestos a ver». Se trata de una diálogo entre dos mexicanos universales que han roto las fronteras culturales y lingüísticas. Hablan sobre Barcelona, el drama de los inmigrantes y hasta de Buñuel, pero está presente la realidad de un país latinoamericano con múltiples contradicciones. Javier Bardem, su protagonista, fue galardonado como mejor actor en el pasado Festival de Cannes. No sabemos cuándo se estrenará en nuestras pantallas.

Jorge Volpi: En mi opinión, Biutiful supone un regreso y un nuevo punto de partida en tu obra cinematográfica. Posee un fuerte componente social, cercano a Amores perros, pero con una estructura lineal muy distinta a la de tus películas previas.

Alejandro Gonzálerz Iñárritu: Hay una combinación de elementos ya conocidos con otros nuevos. Babel, 21 gramos y Amores perros surgían de un solo evento que movía las historias hacia adelante. Ahora quise construir la película a partir de un solo personaje y un solo punto de vista, aunque haya líneas y personajes paralelos. Es el viaje a través de una sola figura, Uxbal. La estructura es circular, la película empieza donde acaba. Es la primera vez que intento un género que no había explorado antes, la tragedia. Una tragedia clásica en tiempos modernos, la lucha de un individuo contra el destino. Biutiful es la historia de un hombre que descubre el amor y el sentido de la vida en los momentos más difíciles, de un hombre que lucha contra la corrupción social y su propia corrupción interna.

J. V. ¿Por qué esa Barcelona oscura, de la inmigración ilegal?

A. G. I. Primero construí al personaje y su conflicto íntimo, y luego encontré dónde ubicar su historia. Luego descubrí que pertenecía a Barcelona, pero a esa Barcelona que a mí, como artista de la mirada, me despierta curiosidad. Me siento cerca de ese mundo, aunque yo sea un inmigrante de lujo. La situación límite de estos barrios de cientos de miles de personas en la ciudad más hermosa del mundo demuestra una contradicción en una sociedad que en ocasiones pareciera enferma de sí misma y de su belleza.

J. V. Haces visibles a los invisibles.

A. G. I. Los inmigrantes son tratados como invisibles. Decía yo, en broma, que no es una película sobre el bicentenario de la independencia, sino de la conquista, pero de la conquista de España por parte de los inmigrantes.

J. V. Biutiful me parece sobre todo una historia de familia pero también hay una mirada hacia el sistema capitalista global. Por un lado los inmigrantes chinos que explotan a sus compatriotas; luego los inmigrantes africanos, en el nivel más bajo, que no producen sino venden; y por último este inmigrante español en Cataluña, a medio camino entre el primer mundo y el tercero.

A. G. I. Hice un trabajo periodístico de un año para adentrarme en el mundo de los africanos en España, en el mundo de los chinos; entrevisté a un centenar de ellos. Todas las personas que participan en la película, los chinos y los africanos, han hecho eso en la vida real, han sido explotadas en bodegas. Fui con la policía catalana a dos redadas para atrapar explotadores chinos; filmamos en esas locaciones, muchas de ellas reales.

J. V. Hay un intercambio fílmico e histórico fascinante, porque tu película remite de inmediato a Los olvidados, de Buñuel, solo que ahora es un mexicano quien retrata la miseria social española, tal como un español retrató la mexicana.

A. G. I. Tuve la oportunidad y el privilegio de mirar una realidad que algunos españoles y europeos no quieren o no están dispuestos a ver. En efecto, esta película podría ser un retrato de Los olvidados sesenta años después.

J. V. Háblame de ese aspecto fantástico o metafísico que aparece por primera vez en tu cine.

A. G. I. Desde que se me apareció Uxbal, sabía que vivía una contradicción. Por un lado es alguien muy fuerte, un hombre de la calle capaz de sobrevivir en un barrio duro, pero al mismo tiempo posee una enorme fragilidad y una espiritualidad muy especial. Desde el principio supe que tenía ese regalo, la capacidad de oír a los muertos, pero no de una forma chabacana y ridícula. Entrevisté a numerosos videntes y médiums auténticos. No quise hacer una película fantástica o de realismo mágico, por eso la experiencia con los muertos solo aparece desde el punto de vista de Uxbal.

J. V. Pero tu personaje también es parte del círculo de explotación, y en buena medida es directamente responsable de las tragedias que se producen.

A. G. I. Uxbal se lanza en un cuestionamiento ético y moral cuando se sabe al borde de la muerte. Cae y trata de ascender. Tanto el africano como Uxbal son padres de familia que sobreviven en una situación límite, en una sociedad corrupta, intoxicada, tratando de hacerlo lo mejor posible.

J. V. En todas tus películas encuentro un elemento metafórico central, la droga y los perros en Amores perros; la culpa y el alma en 21 gramos; el rifle y la violencia en Babel. Y ahora es, simple y llanamente, la muerte.

A. G. I. Coincido contigo, aunque yo creo que esta historia es acerca de la vida a la luz de la muerte.

J. V. Buena parte del peso de la película recae en Uxbal y, por tanto, en Javier Bardem.

A. G. I. Mis películas no son de efectos especiales, sino de afectos especiales. Para mí la geografía del rostro humano es lo más importante, lo más misterioso, lo más conmovedor y lo más aterrador. Trabajo intensamente con los actores, puedo ser muy difícil, perfeccionista y neurótico, y exijo treinta, cuarenta tomas para lograr lo que quiero. Pero trato de crear el entorno que permita la inmersión emocional de los actores y actrices para que ellos brillen. Fue muy interesante trabajar con Javier, un hombre que comparte conmigo el perfeccionismo, la obsesión, la intensidad. Lo llevé a los barrios bajos de Barcelona para que se empapase de ese mundo. Luego diseñamos el personaje en términos de vestuario, de gesto, de voz. Javier es uno de los mejores actores del mundo, al nivel de Brando, y creo que esta es su mejor actuación, no hay un solo momento falso.

J. V. Toda esta historia ocurre lejos de México pero, de manera oblicua, también habla de algo cercano para nosotros. De un lado, somos un país de migrantes hacia Estados Unidos; y, del otro, cientos de centro y sudamericanos atraviesan nuestro territorio, y son explotados en él, como demuestran la espantosa ejecución de los 72 inmigrantes en Tamaulipas hace unas semanas.

A. G. I. Yo veo a México muy polarizado, intoxicado por la violencia en los medios de comunicación. No quiero decir que no suceda en la realidad, no minimizo los hechos, pero siento que estamos sobre una imagen del mar que está muy arriba y solo vemos olas gigantes, y los ciudadanos saltamos entre ola y ola tratando de sobrevivir. Yo creo que la causa de que en este país haya tantos jóvenes sin oportunidades, y lo que sucede con el narcotráfico y la corrupción de todas y cada una de las instituciones, proviene de algo que la Revolución prometió hace cien años: la falta de una buena educación para todos.

* Publicado en El País de España.

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