Interestelar 3“Siempre nos hemos definido por la capacidad de superar lo imposible. Y contamos estos momentos. Estos momentos cuando nos atrevemos a apuntar más alto, para romper las barreras, para alcanzar las estrellas, para hacer lo desconocido, conocido. Contamos estos momentos como nuestros logros de mayor orgullo. Pero hemos perdido todo eso. O tal vez sólo hemos olvidado que seguimos siendo pioneros. Y apenas hemos empezado. Y que nuestros mayores logros no pueden estar detrás de nosotros, porque nuestro destino está por encima de nosotros”.

        (Cooper, en Interestellar)

Cuando leo los comentarios y análisis de diferentes críticos de cine a Interestellar, la última película de Christopher Nolan, salvo algunas contadas excepciones, no puedo sino sentir pena y desazón por lo superficial de dichas aproximaciones a una película que David Brooks, sin reparos y a pesar de las críticas que él mismo le hace, calificó de ‘evento cultural de nuestro tiempo’: “Interestelar es importante porque, en medio de toda la batalla cultural entre ciencia y fe, entre ciencias y humanidades, la película ilustra la verdadera simbiosis entre estos reinos. Aún más, ella demuestra cómo la ciencia moderna está influenciando a la cultura” (ver: http://goo.gl/1WqGKp).

No entraré en estas breves líneas a describir la trama de Interestellar, ni tampoco a identificar los saltos, deficiencias o detalles, en cualquier caso menores, del film, pues eso ya lo han hecho los expertos en estos asuntos, es decir, los críticos de cine (remito en todo caso a la excelente crítica que, en ese sentido, escribió Luis Bond para Ideas de Babel: http://goo.gl/8ydcx2).

Me detendré en los tres principales aportes que, a mi juicio, ofrece esta película respecto de asuntos de interés mundial en nuestra época, y que, desde luego, la vuelve no apta para todo público (ni para quienes sólo consumen lo que produce la civilización del espectáculo, es decir, lugares comunes y dramas inútiles, ni para quienes esperaban un documental de física o una descripción en tiempo real, al estilo de 24, de todas las acciones de los personajes durante el desarrollo de la trama).

Esos aportes son: 1) contribuir con la difusión a un público más amplio del conocimiento físico actual sobre el universo y sus elementos, de forma didáctica, entretenida y útil; 2) rescatar el valor del amor como emoción positiva (como alegría la definió Spinoza) que no sólo brinda placer a los seres humanos sino que también orienta y fortalece sus acciones morales a pequeña y a gran escala; y 3) invitar, con un tono de urgencia y reclamo, al re-descubrimiento de valores occidentales como la libertad individual, el emprendimiento, el juicio crítico y la investigación científica como vía para la innovación y el progreso, entre otros, sin los cuales el mundo actual, en sus aspectos positivos, no sería sino una lejana aspiración.

Sobre el primer aporte, la difusión del conocimiento físico, tanto de aspectos de la mecánica clásica como de la física cuántica, de las leyes de Newton y la relatividad de Eisntein, los agujeros de gusano y la gravedad, el puente ‘Einstein-Rosen’, entre otros temas muy interesantes tratados en Interestellar, además de recordar que el prestigioso físico Kip Thorne asesoró la película en el plano científico, valga citar lo indicado por el profesor Arturo Quirantes sobre estos temas:

Con todo lo anterior, ¿cómo valorar Interstellar? Con mucha ambivalencia. Tiene aciertos increíbles y fallos garrafales. Hay anticipaciones sorprendentes, de esas que dejan al espectador con la boca abierta, y otras que te hacen poner cara de ‘eh, eso no cuela’. Tomando todo en su conjunto, y puesto que hay que tomar una decisión, mi pulgar apunta claramente hacia arriba. El director ha hecho grandes esfuerzos por hacer una película creíble, emotiva, con carga científica fuerte. Sinceramente creo que pueden declarar misión cumplida. Sí, tiene fallos, pero también los tiene Gravity, y muchas otras películas, y no las consideramos malas por ello. Estoy dispuesto a tragarme mis objeciones sobre los fallos científicos de Interstellar y recomendarla sin paliativos al lector” (ver el análisis del autor en: http://goo.gl/5bA6LR).

Ni qué decir sobre lo innovador (con merecido homenaje a 2001: odisea del espacio) del diseño, movilidad y simpatía que despierta TARS, el androide con capacidad de bromear y adoptar niveles de sinceridad que viaja con la tripulación del Endurance: “Un ingenio mecánico rectangular, articulado, con sentido del humor, que camina como un hombre y que fue un soldado del ejército de los Estados Unidos en su vida inicial. Así es TARS, el robot estrella de «Interstellar» que promete convertirse en un icono y cambiar la forma de ver a estos aparatos en la gran pantalla (…) ‘Los robots son presentados como físicamente superiores a los humanos, capaces de llevar grandes pesos y de cumplir órdenes a la perfección. Pero les añadimos las ideas de intuición, adaptación e innovación. Tienen personalidades increíbles, aunque no son hombres. Te hacen pensar qué es lo que significa ser humano’, concluye Nolan” (ver: http://goo.gl/pB6Cpl).

Ahora bien, es precisamente cuando Cooper se interna en el horizonte de sucesos, desconocido en su interior para la ciencia actual, en donde los hermanos Christopher y Jonathan Nolan, director y guionista, hacen su apuesta más atrevida, al conectar su interpretación sobre ese ámbito sólo comprensible pero no experimentable a la fecha, de cinco dimensiones, con una emoción que sí experimentamos con frecuencia, y que subestimamos con aún más frecuencia (debido a nuestra ignorancia ética), para, a partir de esa conexión, dotar de sentido y coherencia la búsqueda a ciegas de Cooper al interior de Gargantúa, en su desesperada misión de salvar a sus hijos, y también al resto de los habitantes del moribundo planeta Tierra (en ese orden, no al revés). Me refiero al amor.

En efecto, respecto del segundo aporte (el aspecto quizá más repudiado y que hasta mofas ha generado en los críticos de cine), el rescate del amor como emoción positiva, valga indicar que Interestellar ofrece un punto de vista ajustado a las más reconocidas reflexiones actuales en plano de la filosofía moral y política sobre el amor, rebajado en los últimos tiempos (y con ello la condición humana) a mera cursilería de telenovela o simple desfogue de los apetitos sexuales.

Los personajes de la película viven y experimentan el amor (como padres, hijos, parejas, amigos, hacia sí mismos o hacia otros humanos desconocidos) como compromiso, sacrificio, convicción, empatía, conciencia de sí, placer y cuidado del otro, más allá del deseo, del contacto físico o de los beneficios inmediatos de dicha emoción (que lo expresan, sí, pero no lo agotan). Como lo sostiene Martha Nussbaum “las sociedades dignas tienen que protegerse frente a la división y jerarquización cultivando sentimientos apropiados de simpatía y amor” (Emociones Políticas. Paidós, 2014, p. 15). Sólo con un enfoque tal, puede comprenderse y dotar de sentido y conexión con el plano científico del film la afirmación de la Dra. Brand: “el amor es lo único que somos capaces de percibir que trasciende las dimensiones del tiempo y del espacio”, o cuando ella misma, junto a Cooper, rechazan el utilizar como meros medios a los seres humanos actuales para salvar a los posibles humanos del futuro. Junto a la fe, el amor es tal vez la emoción más poderosa en los seres humanos, y es la que puede, según la orientación que cada persona elija darle en su propia vida, más allá de su conocimiento, de su fuerza física y su experiencia, permitirles superar con éxito las más exigentes situaciones de la vida común, incluso a riesgo de la propia vida, integridad física y libertad. Pobres los que nunca se enteren en sus vidas de esta realidad biológica y emocional.

Esto nos lleva a lo que considero es el tercer aporte, y acaso el más valioso, por la época en la que vivimos, de Interestellar, a saber, el llamado, casi desesperado a través de las quejas y acciones de Cooper, a rescatar valores propios de la Civilización Occidental, como el individualismo (que no egoísmo, sino conciencia y respeto de sí), la inconformidad y la crítica, la innovación, el respeto por la dignidad humana (cada persona es fin en sí misma), la inversión en investigación científica y tecnológica, la desconfianza en el poder y el celo por la libertad individual frente a la planificación estatal.

Cuando Cooper refuta los lugares comunes de los maestros de sus hijos casi al inicio de la película rechaza la planificación de las vidas (necesitamos granjeros no ingenieros, le dicen), reivindica la innovación y el espíritu crítico y destaca los beneficios de la investigación científica para las vidas comunes; cuando él le dice a la pequeña Murph que la ama pero que en este momento él “debe existir” y asumir su responsabilidad, cuando se pregunta “¿cuándo dejamos de mirar al cielo y preguntarnos sobre nuestro lugar en las estrellas para sólo miramos hacia abajo y preocuparnos por nuestro lugar en el polvo?”, cuando rechaza la tesis del Dr. Brand según la cual para sobrevivir “no podemos pensar como individuos, sino como especie” y sostiene, por el contrario, que “estoy pensando en mi familia y en millones de otras familias”, en todos esos momentos y otros más (ignorados increíblemente por los críticos), Nolan está reivindicando las ideas y los valores que permitieron a los seres humanos salir del oscurantismo, del absolutismo, de la esclavitud y de la pobreza como forma de vida irreversible para la mayor parte de los seres humanos.

Al analizar estos diálogos y reflexiones, sentí que Interestellar daba una respuesta contundente y esperanzadora a las preocupaciones que expresa el historiador Niall Ferguson en sus dos últimas obras dedicadas a la decadencia de Occidente, como son Civilización. Occidente y el resto, y La Gran Degeneración. Cómo decaen las instituciones y mueren las economías.

Sobre lo anterior, valga destacar lo que Alejandro San Francisco dice respecto del último libro, sobre las expectativas de Ferguson de recuperación del mundo libre:

En medio de las dificultades presentes, el autor menciona ‘los posibles futuros’, dejando abiertas las puertas tanto al fracaso como a la recuperación, según sean las decisiones libres que se tomen por los Estados, la comunidad internacional y la sociedad civil. Esto exige esfuerzo y trabajo conjunto, capacidad de asumir desafíos en la educación de los hijos y en el barrio donde vivimos, sin esperar todo de las autoridades políticas y del Estado (…) El mundo occidental está varado en un ‘estado estacionario’. Para salir de él no solo se necesita el tradicional y muchas veces exitoso espíritu crítico occidental, sino también una capacidad para enfrentar los problemas con creatividad, espíritu de victoria y pensando también en el futuro” (ver: http://goo.gl/xVbppt).

Tengo claro que no necesariamente los espectadores advertirán posibles aportes como los antes señalados en estas líneas, entre otras cosas porque no tienen la obligación de hacerlo. A fin de cuentas el cine —¡en buenahora!— es esencialmente entretenimiento, diversión, y no sesudas lecciones de ciencia, filosofía o arte. Pero también tengo claro que el cine, así como la literatura, la pintura, la música, el teatro y la televisión, y en general, toda forma de arte y entretenimiento, al estar dirigido más a las emociones y al factor lúdico, dionísiaco incluso, que al componente racional o apolíneo de los seres humanos, puede ofrecer valiosos e insustituibles aportes a la educación cívica, científica y moral de los seres humanos, a mejorar su conocimiento de sí, de los otros y la convivencia en paz y libertad, con oportunidades reales de prosperidad sin exclusiones. Y vaya que Interestellar es arte, alta cultura, con sus directas referencias a la poesía de Dylan Tomas (ver: http://goo.gl/yVKaJz) y a la caída en el horror de El Corazón de las Tinieblas de Joseph Conrad (ver: http://goo.gl/cSSB2d)

En tal sentido, en poco o nada contribuyen los analistas, críticos y expertos en las diversas formas de arte, limitándose a destacar, desde sus meros gustos como espectadores (o de sus prejuicios ideológicos, posmodernos y patéticos en la generalidad de los casos), las inconsistencias, fallas o contradicciones de una película, novela o pieza teatral, por ejemplo, sin al mismo tiempo esforzarse por identificar, con argumentos, aportes, apuestas, riesgos y contribuciones no detectables de entrada por el espectador, y que al ser detectados por éste puede significar no sólo disfrutar aún más la obra de arte contemplada, sino más allá, extraer para su propia vida algún aprendizaje que le haga informarse mejor de algo que desconocía, interesarse por problemas que creía no le concernían o, por qué no, llegar a ser mejor persona al indagar sobre su propio ser, sus virtudes y defectos.

Todo esto está presente en Interestellar, sin duda un evento cultural de nuestro tiempo que invita tanto a las sociedades libres y desarrolladas, como a las oprimidas y atrasadas como la venezolana, a sacudirse el conformismo, renunciar al colectivismo como forma de vida, empinarse de nuevo y recuperar o adoptar, según el caso, esos valores y principios que, en general, hicieron de nuestro mundo un lugar más civilizado, libre y próspero para los seres humanos.

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