Lupe Gehrenbeck
¿De dónde la rabia que alimenta los crímenes cada vez mas sangrientos en Venezuela?

Sirvan estas líneas para declararme con toda humildad, en absoluta incapacidad de hablar de política. Soy inocente.

Es tanto lo que se decide entre pocos a pesar de que somos todos los afectados… Una simple llamada telefónica puede detener una guerra o desencadenar un genocidio. Y mientras tanto, los que somos parte del todos, ensayamos explicaciones como si se tratara de adivinanzas. Legítimamente tratamos de entender desde las más diversas experticias, sociólogos, psicólogos, politólogos, humoristas, escritores, amas de casa o amantes… cada uno elabora una versión de los hechos, una explicación con la que tranquilizarse, y la historia sigue, a manos de los que deciden y la escriben a conveniencia, sin que nosotros lleguemos a enterarnos nunca de la verdad.

Cuando suceden los atentados terroristas en París, el mundo entero reacciona con justa indignación. Sin embargo, algo en la reacción melodramática en las redes sociales me irrita, una tonta superficialidad arribista que percibo en tanta bandera francesa en la foto de perfil, tanta inquietud por saber si el amigo que vive en París está bien… ¿Y el que vive en Caracas? ¿Cuántos preguntan por los amigos que viven en el estado de guerra civil sin tregua que azota a Venezuela? No puedo dejar de pensar en los muertos que cada fin de semana tenemos en Caracas, que son más, y me siento mal por sentir resentimiento. Me siento culpable por esa rabia que me sobrecoge al sospechar que los muertos nuestros valen menos ante la mirada del mundo.

Miro las fotos de algunos de los asesinados en artículo que publica The Guardian, jóvenes en su mayoría llenos de vida, sonrisas y ganas, y me siento peor aun. ¿Cómo no sentir tristeza ante el violento arrebato de esas vidas? Más culpable yo entonces, por haber sido presa de tan egoísta sentimiento de retaliación desde mi gentilicio.

Pero ¿cómo no querer ver el otro lado de la moneda, cómo dejar de sospechar? Los antecedentes están escritos y sellados en cualquier libro de historia. ¿Culpable, yo? Cualquiera que tenga necesidad de pensar por sí mismo, cualquiera que permita que la curiosidad guíe sus pasos cada vez que abre Google. Cualquiera que se atreva a poner en duda, hacerse preguntas y comparar —toda operación es válida cuando se trata de entender— está expuesto a encontrarle las cinco patas al gato. ¿Por qué nadie habla del mayor desastre ecológico de los últimos 50 años, que acaba de suceder en Brasil, por ejemplo? Las represas de contención de la minera más grande del mundo colapsaron dejando a un pueblo entero sepultado en barro. Pero no cualquier barro, este barro contiene metales pesados, que llegaron al río Doce, y que eventualmente llegarán al Atlántico. Harán falta muchos años para revertir el daño. Murieron centenares de personas, familias enteras, pueblos enteros, animales y plantas, y el río Doce, borrados del mapa. Estamos hablando de 62 millones de metros cúbicos de lodo contaminante, es decir, 25 mil piscinas olímpicas. Es difícil siquiera imaginarlo.

Pero ¿de dónde viene ese barro? ¿De dónde la rabia que alimenta los crímenes cada vez mas sangrientos en Venezuela? ¿El odio y la fe de los yihadistas? Hay mucho de ambición desmedida, deseo de controlar, someter, poseer, dominar, imponer, detrás de los muertos en Caracas, los de París, los de Brasil…

Y nosotros, militantes de la justicia y la igualdad, la libertad y la solidaridad, los buenos inocentes del mundo, por decir lo menos, nos pintamos de Francia el retrato en el perfil deFacebook… de lo más solidarios todos, dormimos en paz después del susto. Pero ¿es verdad que las redes sociales vehiculan el ejercicio democrático de los que estamos abajo, más ricos o más pobres pero por debajo del rango de los que deciden, a la merced de las grandes corporaciones, gobiernos y extremistas? ¿A quién le sirven las redes sociales, en el caso de poner a la disposición el dispositivo de teñir de los tres colores de la bandera francesa tu foto de perfil en señal de solidaridad con el pueblo francés? ¿Será verdad que fue un dispositivo negociado entre el gobierno francés y Facebook, por medir el apoyo que pudiera tener su decisión de bombardear y devastar en represalia?

‘Cachicamo trabajando pa’lapa’, como dicen en mi tierra. No podemos saber ni siquiera en manos de quién estamos cuando creemos que estamos expresando nuestra opinión en contra, nuestra rebeldía consensada en las redes. Es un catch 22, a la manera de que mientras más sabemos, menos sabemos. Es así como mientras más consumo información, menos capaz me siento de la prepotencia de sentirme dueña de alguna verdad. Luego que leí que había sido declarada la Tercera Guerra Mundial en la ONU, antes de ponerme a llorar y llamar a mi mamá, encontré la nota donde CNN desmiente. Y así se ha ido desgastando nuestra fe, y el planeta.

Por eso no me siento capaz de hablar de política, soy honesta. Sólo me siento cómoda cuando hablo de la gente, de lo que veo, siento y pienso a escala humana. Y estoy profundamente convencida de que es justamente asumiendo la escala humana como encontraremos la salida a esta crisis ética que nos espanta y mata.

*Publicado originalmente en www.viceversa-mag.com.

http://www.viceversa-mag.com/como-hablar-de-politica/

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