Merecen el premio castro-cubano Casa de las Américas para documental sobre el triunfo mafioso de su ideologÃa, un Oscar por el mejor guion sobre testimonial revelador de escándalos que superan a los de El Padrino y un  Emmy por la suprema farsa televisiva del año emitida en Televen.
Ninguno a la actuación de estos ángeles venezolanos por cédula, Alà RodrÃguez Araque llamado “el serioâ€, alias Comandante Fausto en la guerrilla que pretendió aniquilar a la recién estrenada democracia y José Vicente Rangel de la misma camarilla pero urbana, en función también subversiva pero de aspecto periodÃstico bajo el seudónimo Marciano, innecesario durante aquellos cuarenta años porque no serÃa preso de ninguno de esos gobiernos si hubiera firmado valientemente con su nombre las denuncias, con pruebas nunca ofrecidas al televidente, sobre los sucios pecados del capitalismo calificado de corrupto pitiyanqui. Suele insistir en que respeta a  los judÃos, ero al estilo soviético, un fascismo rojo que  sólo recuerda a quienes ya no pueden defenderse porque son cenizas del Holocausto.
Colocados frente a frente, cómodos en la visita ensayada, sonrientes, conversan tranquilitos frente a las cámaras. Como si nada. Sin rendir cuentas de su nefasto saldo. Risitas y mentiras no logran ocultar sus caras duras que le dan la espalda al paÃs roto porque el libreto es malo y conocido, se le ven las costuras de inmediato. A esta hora del fallido programa buscan justificar su fracaso, el de su chavismo y su régimen militarista, aceptando que por un tiempo y con pañuelos en la nariz tendrán que pactar con los malditos oligarcas y burgueses de la empresa privada todavÃa culpables del actual desastre nacional. Fieles a la biblia soviética advierten que es un paso marxista necesario para alcanzar la revolución total, tienen la obligación de conservar el poder a todo costo sólo para completar su misión franciscana: la hecatombe local en nombre del comunismo salvador. Al menos en ese punto hay sinceridad, la cÃnica de estos ejemplares, fantasmas continentales que el analista polÃtico venezolano de origen español Sebastián de La Nuez desnuda en su estudio El comunista manifiesto(Edit. Galaxia Gutemberg, 2013).
¿Hubo algún comentario sobre doscientos mil asesinados en la calle, penurias del desempleo, carencia de alimentos, la mayor inflación mundial, salud comunitaria en terapia intensiva y falta de cementerios para rezar a tantas vÃctimas, mayormente jóvenes, mención a los cuarenta opositores torturados y acribillados en febrero pasado por los sicarios uniformados del régimen, los presos polÃticos en Ramo Verde o los delincuentes callejeros ahora motorizados con carnet?
¿Para qué? No hace falta. El encuentro concluyó con un happy end que ni de Hollywood, asegurando que estamos en alegre transición hacia el verdadero paraÃso terrenal, gente convertida en una masa de esclavos a juro inscritos en el PSUV, mendigos que sobreviven el dÃa. Para eso precisamente le venden el paÃs a China, Rusia y se hacen los locos sobre los lÃmites con Guyana.
¿Por qué van a preocuparse y mucho menos estropear una linda mañana dominguera y responder a las denuncias, escalofriantes, bien documentadas, sobre la mafia gobiernera, ésta por la que ambos lucharon en el monte y los medios y cuyos  mÃnimos detalles comprobados aparecen en obras esenciales, publicadas este año, El Estado Delincuente, de Carlos Tablante con Marcos Tarre, y Chavistas en el imperio, de Casto Ocando? Por cierto, libros que deberÃan encabezar cada sesión de la nueva MUD, si pretende motivar cualquier nueva elección con las tramposas y ya desechables máquinas del CNE. DeberÃan aceptar que los partidos polÃticos, imprescindible maquinaria para una auténtica democracia, representan a su paÃs sólo cuando asumen que no pueden seguir como ejércitos y menos de un solo hombre o de una dirigencia que se habla sólo a sà misma. Esa época del historial polÃtico, incluso mundial, ya terminó. Cuando se indigna, la  moderna sociedad de masas responde visceralmente a sus necesidades inmediatas.
Volviendo al binomio televisado, tamaño cinismo del dueto y de toda la compañÃa accionaria que ellos representan, no culminará en el sofá de una lujosa mansión al noreste caraqueño. Ni tampoco sobre un sillón honorable, en verdad serio, de un cargo diplomático. Será en el banquillo internacional de los juzgados donde caerán prontuarios, mitos y máscaras. Tiempo al tiempo.
Mientras llega ese momento, tal como lo han hecho los investigadores citados, el movimiento juvenil libertario y algunos dirigentes de la disidencia, conviene que desde su oficio, cada quien muestre al detalle ese legado delictivo que proviene del propio régimen, convocando sin tregua, explicando y escribiendo sin pelos en la lengua ni en la pluma. SerÃa el principio de un cambio.
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