Había una vez... en Hollywood
Tarantino cuenta la relación de la amistad entre dos hombres, diferentes pero afines.

¿Qué se puede esperar de Quentin Tarantino? Todo y cualquier cosa. Lo fundamental es que la sorpresa se adueñe del espectador, que atrape su atención, que le muestre un camino distinto a lo que ya sabe. Nadie sale indiferente ante una película del guionista, director, productor y actor estadounidense que desde finales de los años ochenta está haciendo de las suyas, para beneplácito de muchos e insatisfacción de otros tantos.

Desde su cortometraje El cumpleaños de mi mejor amigo, en 1987, comenzó a definir un estilo que luego adquirió mayor desenfado con su primer largometraje Perros de reserva, en 1992, fundamentado en las películas de la serie B, pero con una visión muy personal. Allí comenzó su leyenda que transitaría las rutas de Pulp fiction (1994), Jacky Brown (1997), los dos volúmenes de Kill Bill (2003 y 2004), A prueba de muerte (2007), Bastardos sin gloria (2009), Django desencadenado (2012) y Los ocho más odiados (2015) hasta llegar a Había una vez… en Hollywood, su nuevo exceso que ha ganado aceptación entre la crítica y el público.

Lo primero que hay que decir es que Once upon a time in… Hollywood es un homenaje al cine de masas, en particular al western spaghetti de Sergio Leone y Sergio Corbucci, los filmes de artes marciales, las series de televisión de los cincuenta y sesenta y al modo con que los estudios manejaban el negocio de los grandes espectáculos. La trama está ambientada en 1969, en plena vigencia de los hippies en California y de la evolución del rock en la costa Oeste. Es también el año en que sería asesinada Sharon Stone a manos de la banda de Charles Manson. Una época de contracultura que cohabitaba con las normas más rígidas de la sociedad norteamericana. Los grandes estudios dominaban la industria, cierto, pero también se recuerda que Arthur Penn ya había dirigido clásicos independientes como La jauría humana (1966) y Bonnie y Clyde (1967), así como George Roy Hill había realizado Butch Cassidy and the Sundance Kid (1969) y Mike Nichols había ganado el reconocimiento con ¿Quién le teme a  Virginia Woolf? (1966) y El graduado (1967), que le valió un Oscar. Por añadidura, en esos años había nacido el germen del llamado New American Cinema que posteriormente ofrecería los nombres de Francis Ford Coppola, Martin Scorsese y Brian De Palma. Eso es historia del cine de Estados Unidos.

Tarantino cuenta la relación de la amistad entre dos hombres, diferentes pero afines. Rick Dalton (excelente Leonardo Di Caprio) es un actor que comienza a prever su decadencia en el negocio y Cliff Booth (sobresaliente Brad Pitt) es su amigo y además su doble en escenas de acción. Ambos representan la decadencia de un estilo aunque con diferentes actitudes. Se mueven en el ambiente impreciso del Hollywood que muele a sus estrellas y va en busca de otras nuevas. Las  nuevas son sus vecinos: Sharon Tate (magnífica Margot Robbie) y Roman Polanski, quien ya había dirigido El bebé de Rosemary, su primer film en EEUU. En ese marco se ubican las idas y venidas de Rick y Cliff en un universo que no promete nada firme. Por eso van a Italia a filmar cuatro western spaghetti en un año (¿se acuerdan de aquel Clint Eastwood de Por un puñado de dólares?) y retornan a Hollywood para enfrentar la ruda realidad que incluye una buena dosis de violencia, como corresponde en un film de su autor.

No vale la pena escribir sobre su trama. Es evidente que en Había una vez… en Hollywood pasan muchas cosas pero la anécdota no es lo más importante sino la atmósfera de una época caracterizada por la irreverencia y la transformación. Tarantino reconstruye ese ambiente a través de grandes líneas dramáticas pero también con pequeños detalles que van añadiendo significaciones. La fotografía de Robert Richardson y el vestuario de Arianne Phillips contribuyen a expresar la estética de la ruptura generacional, mientras una banda sonora desmenuza los temas de clásicos cinematográficos de Bernard Herrmann, Enio Morricone, Hugo Montenegro y Lalo Schifrin pero también de piezas populares de Simon y Garfunkel, Aretha Franklin, Joe Cocker, Deep Purple y hasta una versión de California Dreaming, de The Mamas and the Papas, cantada por José Feliciano. Detalle a detalle la película construye su ficción con gran profesionalismo.

Si hay que definir con una palabra el film de Tarantino esa sería irreverencia. Porque se trata de un paquete irreverente, transgresor, sumergido en los excesos, que no evade la violencia pero curiosamente no abusa de esa violencia como en otras de sus películas. Se burla de Bruce Lee, ironiza a Steve McQueen, satiriza al Matt Helm de Dean Martin, menosprecia a El Avispón Verde y todos los iconos de la época. Lo curioso es que Tarantino nació en 1963 y era un crío en esos años, es decir, no vivió lo que recrea en su film. Es obvio que posee una visión retrospectiva bien documentada. Lo más importante es que sigue sorprendiendo al espectador con su irreverencia.

HABÍA UNA VEZ… EN HOLLYWOOD (Once upon a time in… Hollywood), EEUU, 2019. Dirección y guion: Quentin Tarantino. Fotografía: Robert Richardson. Montaje: Fred Raskin. Música: Varios. Diseño de vestuario: Arianne Phillips. Elenco: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Emile Hirsch, Margaret Qualley, Al Pacino, Kurt Russell, Bruce Dern, Timothy Olyphant, Dakota Fanning, entre muchos más.


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