El principal logro del documental es cómo el discurso oficial de la banda se desarrolla con creatividad.
guaco semblanza
El principal logro del documental es cómo el discurso oficial de la banda se desarrolla con creatividad.

Especial para Ideas de Babel. Guaco: semblanza (2017) es un documental que forma parte de la promoción del disco Bidimensional del grupo del título. Así lo ha considerado la Academia Latina de la Grabación de Estados Unidos, al nominarlo al Latin Grammy en la categoría de video musical versión larga.

La película es, por tanto, tan obra de autor como el diseño creado por el artista Carlos Cruz-Diez para la imagen gráfica del proyecto. Eso no le resta mérito alguno al más logrado de los documentales dirigidos hasta ahora por Alberto Arvelo, pero lo sitúa en el campo de los trabajos hechos por encargo, al igual que sus otros dos filmes de este tipo: Tocar y luchar (2006) y Dudamel: el sonido de los niños (2010).

Desde esta perspectiva hay que apreciar las virtudes de Guaco: semblanza, empezando por la aparente poesía visual lograda con el fuera de foco y los planos subacuáticos que dan la impresión de evocar el informalismo plástico. De lo que se trata es de ilustrar un concepto: entre los objetivos que se propone el documental está aclarar de qué se trata el sonido de la banda, que resulta confuso para los extranjeros, por la dificultad para clasificarlo –algo que está dicho en la película–, y engañosamente trivial en Venezuela, donde Guaco sigue siendo relacionado con los grupos de gaita, cosa que fue pero ya no es.

Hay una escena en la que Gustavo Aguado –el único integrante original que queda en el grupo– explica breve y diáfanamente ese sonido con la ayuda de los percusionistas: se trata de una combinación singular de la tambora y la charrasca de la gaita con otros elementos del folclore zuliano, como los chimbangeles, a los que se añaden la tumbadora y el timbal de la música afrocaribeña, y la batería. César Miguel Rondón –autor de El libro de la salsa– se extiende en consideraciones con prosa literaria, pero la esencia es esa, y no parece haber mejor manera de definirla que la tautología: “Guaco es Guaco”.

El principal logro del documental es cómo el discurso oficial de la banda se desarrolla con creatividad. Ocurre a lo largo de tres líneas argumentales que se alternan de una manera no original pero sí eficaz, en un montaje de apropiado contrapunto musical. Es obra, además, del autor de la música creada especialmente para la película, Nascuy Linares, junto con Camilo Pineda.

La primera línea va del pasado al presente: la historia de cómo un grupo de gaitas formado en los años sesenta llegó a convertirse en lo que hoy es Guaco. Otro acierto allí es la manera como fueron combinados los registros de diversas presentaciones para transmitir la idea de la continuidad de Guaco a pesar de los cambios de integrantes. Es como una familia en la que hay hijos que en un momento dado se van del hogar, como dice uno de los entrevistados en el film.

La segunda línea argumental es la de la internacionalización, o de cómo Guaco llegó de un rincón de Maracaibo a ganar un Latin Grammy en 2016 y a presentarse en lugares tan lejanos y distintos de Venezuela como Japón. La tercera la del desarrollo musical, cuyo punto culminante es Guaco sinfónico, las sesiones con la Orquesta Simón Bolívar bajo la batuta de Gustavo Dudamel. Narrativamente es lo más interesante, por el dramatismo que añaden las dificultades que hubo que vencer para poder conjugar el estruendo popular de la percusión del grupo con el sonido de los jóvenes músicos sinfónicos.

En Venezuela, sin embargo, no hay nada que parezca lo suficientemente institucionalizado como para que las arbitrariedades de la tiranía no puedan borrarlo de un plumazo, y eso termina siendo lo más llamativo del documental. Independientemente de la voluntad de Guaco y del cineasta, es un irónico documento de una relación que se rompió cuando el también director de la Filarmónica de Los Ángeles decidió expresar su opinión sobre la Asamblea Nacional Constituyente convocada por Nicolás Maduro, sin referéndum consultivo previo y con unas insólitas bases comiciales. Desde entonces le han sido canceladas por el gobierno dos giras internacionales con orquestas venezolanas, una de ellas con la Sinfónica Simón Bolívar. Así que Guaco: semblanza puede llevar como subtítulo “Dudamel antes de la lista negra”.

GUACO: SEMBLANZA, Venezuela, 2017. Dirección: Alberto Arvelo. Producción: Víctor Márquez, Gabriela Camejo. Montaje: Nascuy Linares, Camilo Pineda. Musicalización: Nascuy Linares.

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