Performance de estudiantes de la ULA
No es la primera acción de calle de tal índole activada ante la dictadura implantada en Venezuela.

Han circulado las imágenes de una performance llevada a cabo por los estudiantes de la Universidad de los Andes. Desnudos, aunque evitando la exhibición sexual, los actores aparecieron íntegramente envueltos en plástico, tirados aquí y allá en la calle. Es una metáfora perturbadora de la represión feroz del régimen narco-castrochavista-cívicomilitar a la protesta a favor de la libertad y del respeto a los demás derechos humanos que mantiene en vilo a todo el país.

No es la primera acción de calle de tal índole activada ante la dictadura implantada en Venezuela; corresponde a la idea la aparentemente incongruente presencia de bailarinas de ballet en las manifestaciones masivas; de  músicos en idénticas situaciones sociales interpretando piezas de la tradición nacional; el más notable, el ‘violinista de las marchas’, Wuilly Arteaga. También la destrucción de estatuas del culto rendido al abominable Supralaxante, en cuanto, aunque ajenas al propósito artístico, expresan sentimientos de ira y desprecio; o la intervención de las mismas, como ocurrió con la de Bolívar en Berlín, que un día amaneció encapuchada; los fotomontajes de Valentino Rossi exhibiendo la bandera de Venezuela con siete estrellas y puesta a revés (¡lúcido símbolo de la resistencia al narcocastrochavismo!) y el de Norkis Baptista emulando al personaje del cuadro de Delacroix La libertad conduciendo al pueblo (1830); los desnudos y semidesnudos femeninos, dejando al descubierto los senos, inspirados en la pintura citada. Esta pintura probablemente es ─al lado de los grabados de Goya, realizados a principios del siglo XIX─ una de las primeras obras plásticas de contenido netamente político, así como la primera que a tal efecto se vale del semidesnudo femenino; un recurso de protesta en la modernidad rescatado por el movimiento sextremista Femen en el debate por los derechos de la mujer, por cuanto al decir de  una sus líderes, Anna Hutsol: “Los senos son un arma para atraer las miradas y transmitir nuestro mensaje»; desde luego, no es útil exclusivamente a los propósitos feministas, también sirve a otras causas, como ha ocurrido en Venezuela.

Realizadas en ambientes ‘de cámara’, se asocian a las performances de nuestra protesta política determinadas acciones realizadas en librerías del país; una reciente, la llamada Somos todos en torno al poema de Paul Eluard Yo te llamo, Libertad, realizada por Rolando Peña, Rayma Suprani y Kelly  M. Grandal.

La performance tiene sus largos cien años, por cuanto su auténtico punto de partida moderno está en el  movimiento dadaísta. Pero, aquellos inclinados a buscar orígenes arcaicos a las cosas, también podrían remontarse unos dos mil cuatrocientos años en la historia de occidente, porque, a la luz de la definición de performance determinados hechos atribuidos a Alcibíades (c. 450-404) podrían aceptarse como tales; en efecto, tienen idéntico propósito al de una acción de calle moderna su atrevimiento de profanar los miesterios eleusianos, o la mutilación de  los falos de las figuras sagradas que los vecinos piadosos de Atenas colocaban en las puertas de sus casas, llevada a cabo por el personaje  y sus compinches en  una noche de excesos. Una acción puesta en la franja entre la performance y  la conducta netamente vandálica  que, a la luz de los valores cívicos modernos, sería del todo reprobable; con todo, no ha dejado de tener resonancias en nuestros días; recordemos un acontecer ocurrido  el año pasado, en Francia: a una estatua monumental de Hércules desnudo, orgulloso monumento de la localidad de Arcachón en honor a la resistencia al nazismo, le fue mutilado el falo sistemáticamente; quiero decir que lo restauraban y subrepticios depredadores se lo volvían a cortar; obligando a las autoridades a tomar la decisión de ponerle un pene desmontable, el cual se le instala en ocasiones especiales.

Todas estas acciones están entretejidas por  propósitos comunes: comunicar algo metafóricamente, o sea, expresar una actitud, y  desconcertar al receptor del mensaje, agitar el ambiente, conmocionar las estructuras mentales anquilosadas del buen vecino que, de pronto, se encuentra involucrado en el asunto; dicho en el lenguaje coloquial, consiste en ‘moverle el piso’ a la gente; irritarla y pretender  una reacción, aunque sólo sea en su dimensión psíquica.

La idea de una forma sui generis de expresión llamada performance es de Allan Kaprow, Claes Oldenburd y Jim Dine; al primero se atribuye el haber acuñado en término, tal como lo entendemos en la actualidad, en 1959; entre los precursores modernos de estas proposiciones están los músicos norteamericanos John Cage (el ‘piano preparado’ y otras experimentaciones), Eric Dolphy, flautista de jazz de vanguardia, y el compositor alemán Karlheinz Stockhausen, quien introduce el principio de la libertad del intérprete en la ejecución de sus obras; otros artistas notables del género son B. Whitman, Rauschenberg, Charlotte Moorman: la chelista de los senos desnudos y su cómplice en numerosos performances,  Nan June Paik; Fahlström, Tinguely, Kudo  y el colectivo Fluxus, red artística multidisciplinaria surgida a principios de la década de los sesenta, como efecto de la inconformidad de muchos creadores respecto a la manera cómo se hacía y percibía el arte; involucró a gente de Europa y Estados Unidos y puso énfasis en la actitud de descubrir nuevas formas de expresión. Más como una forma de pensamiento que como un estilo específico, Fluxus propuso que cualquier medio o disciplina artística es campo abierto para combinar y fusionar estilos. Uno de sus pioneros fue Georges Maciunas, e involucró personalidades como el citado John Cage, Yoko Ono, Joseph Beuys, Robert Filliou y Dick Higgins. La performance y formas similares están vinculados al movimiento pop art; los primeros acontecimientos de esa naturaleza ocurren en 1958-59; se generalizan en la década siguiente.

En nuestros días se sigue haciendo performances en todo el mundo. La performer más relevante es la serbia Marina Abramovic (n. 1946), en cuyas obras lleva la acción al límite de su propia vida y son experimentos de la crueldad que subyace en el espíritu humanos; ha realizado documentales y recibido importantes premios (León de Oro 47º Bienal de Venecia, 1997; Festivales de Cine de Sundance y de Berlín, ambos en 2012); en 2010 el MoMa  presentó una retrospectiva de su obra.

Una de las performances de mayor impacto mundial en los últimos tiempos ha sido Espejo de origen, creación de la artista luxemburguesa Deborah de Robertis realizada en junio de 2014 en el Museo d’Orsay de París. Se trata de una  denuncia de la doble moral sexual propia de la cultura contemporánea.

De modo que es evidente que su espíritu continúa saltimbanqueando por todo el mundo, transitando de una época a otra; lo hizo desde mucho tiempo antes de la invención del dadaísmo y seguirá haciéndolo hasta el fin de los días; porque el cuestionamiento, la ruptura con las convenciones, la protesta contra la represión en el plano político, el ir en contra de lo normado y cotidiano —el vero espíritu Dadá que se hace presente en el arte de la performance— es un componente de lo esencial-humano; a veces está ahí, larvado, en silencio; en ocasiones encuentra las condiciones y aflora para asombrar a los expuestos a su influencia. Seguirá siendo el estímulo para acicatear la energía de la protesta, por cuanto sin la  exigencia radical de nuestro derecho a la libertad, no hay futuro.

 

About The Author

Deja una respuesta