Eric Moussambani
Los movimientos de Eric no eran los de un nadador de élite, ya que incluso hacía el movimiento para respirar de forma poco ortodoxa.

Se ha comentado mucho sobre la esperpéntica y bochornosa participación de Adrián Solano en el Campeonato Mundial de Esquí Nórdico, en Lahti, Finlandia, en el cual participó en las pruebas de 1,6 y 10 kilómetros, donde su suerte fue la misma, quedar de último y ser el hazmerreír a nivel internacional, al ser bautizado como “el peor esquiador de la historia”.

Algunos cronistas internacionales han comparado la actuación de Solano con la de Eric Moussambani en los 100 metros libres de natación en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, pero ambas historias son diametralmente opuestas y osar comparar la hazaña del ecuatoguineano con la del venezolano podría considerarse un insulto.

Eric Moussambani nació en Guinea Ecuatorial el 31 de mayo de 1978, en Malabo, Bioko Norte y, desde muy pequeño, tuvo el deseo de participar en unos juegos olímpicos, pero no como nadador, sino en pista y campo. Sin embargo, cuando contaba 22 años, el Comité Olímpico Internacional (COI), en uso de su programa de apoyo a los países en vías de desarrollo, incluyó un cupo a la delegación ecuatoguineana en la prueba reina de la natación, los 100 metros libres. Se enteró de la convocatoria en un programa de radio y a la misma acudieron solo él y una mujer, Paula Barila Bolopa, siendo seleccionado por el Comité de su país, aunque nunca había nadado, para lo cual contaba con 8 meses para preparar la prueba.

Su primer entrenador fue un pescador de su país natal llamado Silvestre, que le explicó cómo debía mover los brazos y las piernas para mantenerse a flote. Apenas cuatro meses antes de la cita olímpica, comenzó a entrenarse en la piscina de un hotel que la Federación puso a su disposición para preparar la competición y cada día, de cinco a seis de la mañana, Eric braceaba una y otra vez los doce metros de largo de aquella modesta pileta antes de que llegasen los clientes. Guinea Ecuatorial no tuvo una piscina olímpica hasta el año 2011 y los pocos nadadores que se han forjado en el país centroafricano han tenido que entrenar en piscinas pequeñas, en el río o en el mar. No obstante, esto no detuvo el deseo de Eric, apodado la anguila o el multiusos.

Cuando llegó a Sídney y vio la piscina olímpica, se asustó. Era la primera vez que veía una instalación tan larga (“Demasiada agua para mí”, pensó) y, con la candidez que le caracterizaba, su primera reacción fue creer que la piscina medía 100 metros de largo y que no tendría que hacer ningún viraje, pero le dijeron que no era así, sino que tendría que ir y volver, cosa que es uno de los obstáculos más complicados para cualquier nadador. De hecho, durante los entrenamientos le llamó la atención el giro que los nadadores realizaban bajo el agua entre largo y largo, así que buscó ayuda en uno de los entrenadores del equipo norteamericano. Cuando por fin lo convenció de que él también era uno de los nadadores inscritos, se pusieron manos a la obra y antes de su prueba aprendió cuatro nociones básicas, además de recibir un regalo muy especial de su nuevo amigo; el bañador azul marca Adidas con el que pasaría a la historia, el cual sustituyó a la bermuda con flores estampadas que pensaba lucir en la prueba.

Eric compitió en la serie con Karim Bare, de Níger, y Farkhod Oripov, de Tayikistán, quienes hicieron salidas falsas y fueron descalificados, por lo que Moussambani tuvo que enfrentarse, en soledad, por primera vez a una piscina de 100 metros en un pabellón repleto hasta la bandera por 17 mil personas, lo cual configuró un bautizo de fuego para el joven nadador, quien se colocó en solitario delante de los flashes, teniendo que combatir el miedo escénico.

Los movimientos de Eric no eran los de un nadador de élite, ya que incluso hacía el movimiento para respirar de forma poco ortodoxa. Cuando se empezó a cansar, incluso dejó de utilizar los pies. Eric se defendió razonablemente bien en el primer largo, pero el segundo se le hizo infinito. De hecho, parecía que iba hacia atrás, configurando lo que los atletas profesionales llaman la pared. A pesar de ello, el africano se sobrepuso a los dolores que provoca el aumento del ácido láctico (lo que impide la contracción de los músculos, produciendo una elevada fatiga) y con un parque acuático absolutamente volcado terminó la prueba ante el delirio de la afición. Marcó un tiempo de 1:52.72, similar al de los campeones de natación de los 200 metros, es decir, el doble de lo habitual en una prueba de 100, cuyo récord del mundo fue establecido en ese entonces por el neerlandés Pieter van den Hoogenband en 47,84 segundos. La actual plusmarca mundial es de 46,91 segundos y pertenece al brasileño César Cielo, quien la estableció en los Campeonatos Mundiales de Roma en 2009, cuando todavía se nadaba con los bañadores de neopreno, también llamados los bañadores mágicos.

El nadador agradeció el apoyo, pero dejando muestras de su vergüenza deportiva, cuando le preguntaron cómo se había visto, señaló que los últimos 15 metros habían sido muy difíciles.

La diferencia más palpable entre Moussambani y Solano radica en que al año siguiente, el ecuatoguineano participó en la prueba de 50 metros libres en los Campeonatos del Mundo de Natación de 2001, que se llevaron a cabo en Fukuoka (Japón) y superó a tres nadadores, habiendo bajado su tiempo en 8 segundos con respecto a lo hecho en Sídney, lo que en el mundo de la natación se considera una eternidad. Incluso logró clasificarse a las Olimpiadas de Atenas en 2004, logrando bajar del minuto en la distancia, pero su Federación le tramitó tarde el visado correspondiente, razón por la que no pudo acudir a los juegos en la capital helena.

Por el contrario, lo de Adrián Solano configuró un patético caso de improvisación (lo que el escritor e intelectual venezolano José Ignacio Cabrujas bautizó como el país del mientras tanto y el por si acaso), que ha devenido en la metáfora perfecta sobre lo que se ha convertido Venezuela en estos 18 años de crisis institucional y ética. El chico que se desempeña como cocinero de una casa en su Maracay natal, reveló en Francia, al ser detenido por las autoridades migratorias de ese país, que en su vida había visto la nieve. Es más, el 15 de enero pasado, antes de partir con destino a Suecia, donde prepararía las pruebas en las que participaría colocó una foto en su red de Instagram de su boarding pass, donde en la leyenda señaló: “Suecos, aquí voy… ¡no podrán con el negro!». Ahondando en el ridículo internacional, el pasado viernes 3 de marzo se filtraron unas fotos de una publicación finlandesa en la cual sale acompañado por dos hermosas chicas nórdicas en un sauna (tradición que se lleva a cabo con el ganador de la prueba) en la cual declara, con una amplia sonrisa, “le pido disculpas al campeón porque he recibido más atenciones que él”, apostillando que le fascinaban las rubias escandinavas.

Un caso que involucra a varios personeros del Gobierno Nacional, entre ellos a la Canciller Delcy Rodríguez, el Ministerio del Deporte y la Federación de Esquí, y gracias al cual nos hemos enterado que Glenna Cabello Rondón, hermana de Diosdado Cabello, es la Cónsul de Venezuela en Francia y fue la que intercedió ante el gobierno galo para que no deportaran al joven Solano, quien, supuestamente, pudo competir gracias a la ayuda de un famoso presentador finlandés, Aleksi Valavuori, quien creó una cuenta de GoFundMe con la que logró recaudar aproximadamente 4.555 dólares, que, lamentablemente, solo sirvieron para que Solano, al que no puede llamarse atleta ni mucho menos esquiador, nos avergonzara ante el mundo.

Concluyo con un extracto del maravillo artículo “Esquiando en Miraflores”, que publicó el pasado domingo 26 de febrero, en el portal Prodavinci.com, el escritor venezolano Alberto Barrera Tyszka, donde señala: “Quizás, lo que realmente ocurre es que Solano nos recuerda a todos lo que está pasando en el país. Solano nos desnuda en medio del frío. Nos expone ante las cámaras del mundo. No hay mayores diferencias entre lo que hace Adrián Solano y lo que hace el Presidente de la República. Con cualquiera de las acciones o declaraciones de Nicolás Maduro, en los últimos 3 años, se puede armar también un video tan divertido como patético, tan insólito como trágico”.

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