En la vida hay amores 2
Un hombre y una mujer, con el respaldo de una breve banda musical, reavivan el despecho a través del bolero.

Desde su estreno el año pasado, este musical escénico de César Miguel Rondón ha convocado a miles de espectadores, primero en el Centro Cultural BOD, en Caracas, y luego en Valencia y Maracaibo. La razón de su éxito se encuentra en una adecuada combinación de humor, música y romance para construir una trama sobre la relación amorosa en el ámbito del Caribe. Un hombre y una mujer, obviamente pareja, comunican sus deseos, sus reclamos y sus reconciliaciones a través de la mitología del bolero, a lo largo de nueve actos con el mismo número de etapas en esa relación amorosa. Un narrador, el propio Rondón, funciona como enlace entre un acto y otro con sus comentarios muy agudos y bastante picardía. El resultado de esta suerte de comedia romántica musical es muy divertido. Es bueno reírse con inteligencia y complicidad. Lo mejor es que En la vida hay amores… vuelve al Centro Cultural BOD el viernes 16, el sábado 17 y el domingo 18.

Esta suerte de play caribeño de Rondón se nutre de la presencia ancestral del bolero en la cultura sentimental latinoamericana, con rasgos esencialmente nuestros. De la misma manera, el tango, la milonga, la cueca, el vals, la bachata, el vallenato o la ranchera nutren el imaginario musical desde México hasta Argentina. Mujeres y hombres del continente cantan sus despechos con el género musical que más le pertenezca, pero en este caso las piezas de Bobby Capó, Rafael Hernández, Tite Curet Alonso, Pedro Flores y Julio Gutiérrez, entre otros, conforman el cuadro dramático donde estos seres humanos ubicados en esta cuenca parecen recitar aquello de «sufro, luego existo». Si no fuera tan divertida esta historia sería trágica. Sólo le falta un cadáver. Mis amigos psicoanalistas disfrutan mucho disertando con eso de «miénteme más, que me hace tu maldad feliz». Afortunadamente, la gente de esta zona de las Américas tenemos cierta capacidad para burlarnos de nosotros mismos. Lo cual no deja de ser una virtud de nuestra ingenuidad.

Bajo la dirección de Juan Souki, En la vida hay amores… descansa en la relación de esa mujer y ese hombre, interpretados por los cantantes y ahora actores Betsayda Machado, con una voz privilegiada, y Andrés Barrios, dueño de un tono muy ajustado a las circunstancias. No sólo cantan de maravilla. También evidencian dotes de comediantes. Qué te pedí, Miénteme, Malditos celos y Amor gitano, entre otras piezas, ilustran musicalmente sus angustias y anhelos. El respaldo musical de Diego Álvarez en la percusión, Carlos Rodríguez en el bajo y Edwin Arellano en la guitarra, bajo la dirección de Raúl Delgado Estévez, completa el arco sonoro de la pieza.

Tanto el texto como el montaje revelan un conocimiento erudito del bolero, es cierto, pero también de la conducta afectiva de millones de seres humanos a lo largo de generaciones incontables. La cultura del bolero forma parte de la cultura sentimental de esta región de América. Rondón no pretendió ofrecer una obra densa sobre lo que todos ya sabemos. Prefirió convocar al público a pasar un rato muy agradable, entre amigos, escuchando la música de siempre. Viendo el espectáculo me peguntaba si era posible hacer algo similar con el tango. No sé si cabría el humor en una elaboración de este tipo. Tal vez no, pero quién sabe. Recuerdo lo que hicieron Cheo Feliciano y Eddie Palmieri con El día que me quieras  en aquel disco titulado Palo pa’ rumba. ¿Por qué no?

EN LA VIDA HAY AMORES…, de César Miguel Rondón. Dirección escénica: Juan Souki. Dirección musical: Raúl Delgado Estévez. Banda musical: Diego Álvarez en la percusión, Carlos Rodríguez en el bajo y Edwin Arellano en la guitarra. Intérpretes: Betsayda Machado, Andrés Barrios y César Miguel Ronón. Centro Cultural BOD, viernes 16, sábado 17 y domingo 18, a las 8:00 pm.

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