Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles
El maestro Geoff Baker escribió «El Sistema: ¿un modelo de tiranía?» en The Guardian.
La música es un elemento básico de nuestra carta natal. El latido cardíaco materno es ritmo nutricional en calor a oscuras mientras la melodía primaria es quejido ante un cambio súbito y frío que encandila y atemoriza. Antes de ver, oír y tocar con claridad, llegamos con percusión y sonido en la sangre. Cosa bien sabida y por eso nos atañe, nos  gusta o disgusta lo que algunos músicos profesionales hacen o deshacen con ese don bendito. Pueden convertirlo en bálsamo y salvación o veneno y puñal. El viejo dilema entre corazón y razón, arte y ética, aplicado al ejercicio musical revive ahora con dos sucesos simultáneos. El primero, la aparición del valioso y precioso libro Pioneros (editorial Articruz, Caracas, 2014) —con fotografías de Antonio Huizi, textos de Alejandro Blanco Uribe y María Gabriela Méndez— que describe los inicios del exitoso Sistema Nacional de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles de Venezuela, hace cuarenta años, durante la primera presidencia de Carlos Andrés Pérez. El otro, un polémico resumen publicado por el londinense  The Guardian (noviembre 11) titulado «El Sistema: ¿un modelo de tiranía?», que resume el libro del profesor Geoff Baker, académico del Departamento de Música en la Universidad Royal Holloway de Londres. Su obra, El Sistema: orquestando a la juventud venezolana (Oxford University Press, New York, a presentarse el próximo 28) cuestiona los métodos pedagógicos y propagandísticos que califica de instrumento radicalmente autocráticos en la dirección absoluta ejercida por su fundador, el maestro José Antonio Abreu.

A su vez, Dietrich Paredes, director de la Sinfónica Juvenil de Caracas, en plena gira europea defiende esa gestión declarando que en un lote de nuevas orquestas sistemáticas «viene una generación realmente avasallante». Quizá por esa misma formación estrictamente tecnificada y poco humanística, el joven músico  no sabe por qué no se lo enseñaron, que avasallante es sinónimo de opresivo, dominante y subyugador.

Los millares de niños y adolescentes rescatados de la pobreza fìsica marginal y de la delincuencia han sido y son el gran logro inmediato de esta institución —ya modelo mundial— sostenida millonariamente por el Estado militarista venezolano. Pero sí ha llegado el momento de preguntar a viva voz si es correcto y lìcito usarlos al estilo chavista en orquestas de su sistema fascio-populista para lucirlos como producto revolucionario ante sus invitados foráneos y muestra ideal de cultura socializada. Uso que sus herederos prolongan ahora como enviados diplomáticos para ocultar la verdadera situación de la mayoritaria  juventud venezolana, sometida a un régimen de pedagogía comunista que promueve el culto personalista en su ideología de calle y escuelas a todo nivel. Los beneficiados forman una insensible, paralela y privilegiada masa de ejecutantes aptos para transmitir impecable música pero totalmente indiferentes al entorno, autómatas de precisión instrumental pero carentes de conocimientos humanísticos, orquestas que se han convertido en un pilar sólido del sistema dictatorial, capaces de ofrecer notas perfectas en medio de balaceras oficialistas, en las que se patea, tortura y masacra sin piedad a estudiantes que no quieren ser el rebaño de los sanguinarios delincuentes en el poder. Los orquestados  trajes de  bandera nacional, a fuerza de favores estatales, se transforman  en sordas, mudas y ciegas víctimas robotizadas.

Quienes aman la música con vocación libertaria todavía pueden marcar la diferencia dedicando unas palabras previas en cada uno de sus eventos a los mártires y presos políticos de este régimen. Sería un gesto humanitario y de activa  justicia.

alifrei@hotmail.com

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