El psiquiatra 1
A pesar de lo interesante de su premisa y toda la fama del caso que aborda, ‘El psiquiatra’ dista mucho de ser una buena película.

Venezuela podría ser el paraíso de un escritor de thrillers policiales. En los últimos años, cualquier guionista especializado en dicho género sacaría decenas de películas de todos los casos que han conmocionado a la opinión pública. No es casualidad que en la época de oro del cine venezolano, autores como César Bolívar y Roman Chalbauld utilizaron el thriller policial y el cine social para exorcizar los demonios de nuestro país. Películas como Cangrejo, permitieron que el público se conectara una vez más —y desde otra perspectiva—con casos sin resolver donde se denunciaba la corrupción, ineficiencia de organismos públicos o el amarillismo de la prensa, sirviendo como una suerte de catarsis de una sociedad ansiosa por respuestas.

Lastimosamente, y a pesar de la gran cantidad de filmes de tinte social, esta escuela se ha perdido en la actualidad. Pareciera ser que el único heredero real de estas preocupaciones es Carlos Malavé, quien se ha dado a la tarea titánica de reestructurar el lenguaje de los abuelos para actualizarlo a nuestro público. El resultado ha sido una filmografía llena de thrillers policiales que han calado de buena manera en el espectador. Un poco en esta onda aparece El psiquiatra, la segunda película de Manuel Pifano (quien, curiosamente, se peleó con Malavé cuando realizó Solo en casa, su ópera prima) y que intenta adaptar a la gran pantalla el famoso caso de Edmundo Chirinos.

Contrario a lo que podría pensarse, El psiquiatra se aleja por completo de su referente más inmediato: la famosa novela Sangre en el diván. A diferencia de Ibéyise Pacheco, la película se basa solamente en las grabaciones del juicio al doctor Edmundo Chirinos, pero decide hacer una versión libre de los hechos, algo parecido a lo que hizo Carlos Malavé en Las caras del diablo 2 con el caso de los hermanos Faddoul.

El resultado, es una historia donde los nombres de los protagonistas fueron cambiados, al igual que algunos detalles en la situaciones, pero conservando por completo la esencia del caso. La película comienza cuando un grupo de detectives consiguen sin vida el cuerpo de Sofía Méndez Contreras (Evelia Di Gennaro), abandonado en el medio de la nada. A partir de ahí, comienza una narración diacrónica que se centra en la vida de Sofía y la investigación policial llevada a cabo por los detectives Daniel Estévez (Alejandro Palacios) y Eduardo Chacón (Jean Franco De Marchi).

A través de este artificio, conocemos que Sofía era una chica con problemas de autoestima y que luego de hacerse daño en repetidas ocasiones es llevada al consultorio del psiquiatra Elías Aponte (José Domínguez). Como ya es costumbre para Elías, en la primera sesión de terapia con Sofía la duerme como a todas sus pacientes e intenta abusar de ella. Lo que Elías no se imagina es que Sofía disfrutaría del acto, obsesionándose con él y acosándolo, iniciando una relación perversa donde la joven lleva las de perder.

A pesar de lo interesante de su premisa y toda la fama del caso que aborda, El psiquiatra dista mucho de ser una buena película. Los problemas de fondo y forma la van agujerando desde la primera escena (un cadáver de una chica con un ojo afuera que parece sacado de La Casa Mágica) hasta el último plano (una supuesta cárcel que parece el baño de cualquier gimnasio), haciendo que los esfuerzos por sacarla a flote se pierdan rápidamente. Si bien es cierto que fue un largometraje con bajo presupuesto, al contrario de otras propuestas como El enemigo, Habana Havana o Samuel, la producción de El psiquiatra no logra esconder las falencias en este apartado. Parte de esto se debe a la dirección que se decanta por utilizar los mismos valores de plano en las cinco locaciones que componen el grueso de la historia, dando un aire de telefilm a toda la puesta en escena, restándole valor cinematográfico.

Por otro lado, la dirección de fotografía lejos de resaltar los espacios o enriquecerlos con la luz, termina siendo plana en algunos momentos y en otros distrae (en varios planos casi se puede ver lámparas dándole directo en la cara a los actores), siendo el fuera de foco el principal problema que inunda la película. La edición es lenta y después de una hora el ritmo de la historia decae hasta hacer que los últimos 20 minutos parezcan eternos (siendo éstos, además, los más importantes). Las actuaciones no están exentas de fallas, si bien es cierto que Evelia Di Gennaro se esfuerza por parecer una chica dulce e inocente, sus diálogos repetidos —y poco creíbles— terminan destrozando la verosimilitud de su actuación. En el otro extremo, José Domínguez, con su sonrisa sempiterna y sus exageradas muecas en las escenas de sexo, termina transformándose en una suerte de caricatura de lo que desea representar, eliminando por completo la complejidad de su personaje.

Los únicos que se salvan son los detectives quienes —aunque su caracterizaciones están bien— aportan muy poco a la historia, quedando en un segundo plano. Sin lugar a dudas, El psiquiatra tenía muchísimo potencial, pero sus fallas la hundieron. Una verdadera pena por Manuel Pifano que al debutar con Solo en casa se ganó muchísimos detractores y que parecía que con esta película limpiaría su nombre. Esperemos que en su carrera aplique la regla de ‘a la tercera va la vencida’ y pueda llegarle al público con una buena historia que no sea devorada por el mito que la precede.

Lo bueno: Es la primera película en retratar el caso de Edmundo Chirinos y desde una perspectiva diferente a la que todos conocemos (la novela Sangre en el diván). Su puesta en escena es minimalista, aunque a veces eso juega en contra de la historia.

Lo malo: Las actuaciones caricaturescas, como si de una novela se tratara. La mitad de la película está fuera de foco. Problemas graves en el registro del audio. La fotografía por momentos es inexistente en la película. Se hace larga por la edición. El guión termina aburriendo.

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