El genio de Adolfo Bioy Casares definió las revoluciones como “movimientos polÃticos que ilusionan a muchos, desilusionan a más, incomodan a casi todos y enriquecen extraordinariamente a unos pocosâ€. Agregaba, además, que “gozan de firme prestigioâ€.
El inicio del siglo XXI respetó puntillosamente la sentencia del argentino. Un observador incauto —y ninguno debiera tirar la primera piedra porque hubo muchos— percibÃa que con la llegada de la izquierda al poder, una brisa fresca de renovación acariciaba al continente. El aire no era tan poético: en el saco entraban desordenadamente milicos autoritarios, mesÃas indigenistas, hampones de propensión dinástica y algunos sobrios demócratas cuya mayor virtud era el bajo perfil. Con esta tenue excepción, todos los recién llegados cultivaban con el mismo ahÃnco y en desiguales circunstancias dos disciplinas: la cleptocracia y el ansia de eternidad.
El más notorio e incuestionable ejemplar era Brasil, cuyo espectacular crecimiento de más de 7 % anual y empuje social (32 millones sacados de la pobreza) dispersaban por sà solos toda objeción de los crÃticos. Todo iba bien hasta que algún desocupado empezó a husmear en un ignoto autolavado de Curitiba (el ‘lava jato’ del caso), negocio tan bueno que manejaba millones de dólares. El hilo conducÃa a varios financistas y a un director de Petrobras que en 2014 abrirÃa la boca, destapando un esquema de corrupción corporativa e institucional que confirmarÃa, a destiempo y con trágica ironÃa la profecÃa de Henry Kissinger según la cual hacia donde se incline Brasil se inclinará América Latina. La metástasis de Odebrecht se extendÃa por todo el continente, exceptuando a dos paÃses: Bolivia y Uruguay. Es concebible pensar que no era por honestidad, sino por mera irrelevancia.
José Padilha no es un gran director, pero sà un productor con olfato. Se dio a conocer con Tropa de élite, filme de acción con propensiones éticas sobre las tropas de asalto de la policÃa en RÃo. Tuvo éxito y una secuela que lo catapultaron a la infeliz remake hollywoodense de Robocop. Y se sacó la loterÃa con Narcos, una serie que tuvo ya dos temporadas. Estaba bien hecha, más allá del improbable acento portugués de Pablo Escobar.
O mecanismo es la versión acaso inevitable de la operación Lava Jato. Tiene un problema inicial y es que el esquema narrativo es esencialmente contable y, se sabe, los estados financieros traducen mal a la imagen. La serie soluciona esto desplazando la historia hacia la peripecia de los policÃas y fiscales que se van sorprendiendo ante la extensión del plan criminal (pero, y esto también es sabido, en Brasil todo es grande). Los ocho capÃtulos se ven con agrado más allá de los localismos que el espectador extranjero pierde. El problema es que hay repeticiones, algunos capÃtulos iniciales parecen alargarse innecesariamente, y no es sino hasta que el lodazal se extiende hasta la clase polÃtica y al partido en el poder que la saga se vuelve disfrutable.
Curiosamente, y esto va al activo de la serie, el libreto rehúye el panfleto y la indignación, más bien centra el hilo narrativo en la tozudez de la protagonista y se toma las obvias libertades del caso para hacerlo más potable. Conviene agregar que estamos ante la primera temporada, reducida (“por ahora…â€) a una cancha en la cual Brasil juega de locatario.
La ironÃa de todo este asunto es que Lula, Dilma y todo el PT le han dado el triunfo, no tanto a la justicia, y mucho menos a la facción polÃtica reemplazante, sino a Netflix. La cadena fundada en 1997 ha rebasado la barrera de los 100 billones de dólares de valuación y con más de 109 millones de suscriptores en 190 paÃses no puede sino crecer, agregando contenidos que los alimenten. Narcos primero y ahora El mecanismo hacen a la corrupción latinoamericana la niña de los ojos de productores y libretistas. Falta saber qué otros escándalos (hay tantos) podrán superar el éxito de las dos primeras series de Padilha. No será fácil porque el caso Lava Jato es difÃcil de superar en volumen y extensión, como anuncia CNN con bombos y platillos en su publicidad.
Viendo el paisaje después de la botella es terrible comprobar que en esta borrachera financiera, su dios fue Odebrecht y Lula fue su profeta.
No menos devastador es que Netflix sea su cronista.
EL MECANISMOÂ (O mecanismo). Brasil, 2018. Creadores: Elena Soarez, Jose Padilha. Con Selton Mello, Carol Abras, Enrique Diaz, Lee Taylor, Leonardo Medeiros.