Edilio ante el espejo. Foto cortesía de Cheo Pacheco – El Universal.

Harold Bloom escribió lo siguiente:

“Leemos en profundidad por razones variadas, la mayoría de ellas familiares: porque no podemos conocer a fondo suficientes personas; porque necesitamos conocernos mejor; porque requerimos conocimiento, no sólo de nosotros mismos o de otros, sino de cómo son las cosas. Sin embargo, el motivo más fuerte y auténtico para la lectura profunda del tan maltratado canon es la búsqueda de un placer difícil”.

Y creo que esa búsqueda del placer difícil es uno de los atractivos que tienen los cuentos, las novelas y las obras de teatro que Edilio Peña ha escrito y sigue escribiendo. El camino difícil es casi siempre el mejor camino, el que lleva a la salida de cualquier laberinto.

Edilio Peña es dueño de sus pasiones. A lo largo de su vida ha clarificado todos los caminos neblinosos que ha encontrado y por eso avanza con firmeza hacia objetivos que se adelantan siempre, que vaticinan y advierten.

Edilio ha esmerilado las palabras para que cobren el brillo y el temple que necesitan sus dramas, sus tragedias, sus historias. Desde sus primeros cuentos y novelas, desde sus inicios en la dramaturgia, él ha sido un creador distinto, intensamente sólido y serio. Gustavo Ott, uno de los dramaturgos jóvenes más brillantes de Venezuela, lo dijo con acierto insuperable: “Ninguno de nosotros escribe como tú”.

Conozco a Edilio desde que éramos jóvenes y yo me paseaba atormentado por las máquinas de escribir de las redacciones de periódicos y él caminaba con serenidad y silencio con sus cuentos vueltos rollo en un bolsillo, ojeando espacios donde representar alguna obra teatral. Era como un príncipe de pueblo que llegaba para poner orden en las almas. Y continúa siéndolo.

Después de tantos años he vuelto a entrevistarlo y esta vez lo hago con más admiración y respeto. Porque el tiempo que vive Venezuela es tormentoso y Edilio no se deja arrancar de raíz, aunque se multiplique la fuerza de los huracanes que lo baten y lo estremecen.

Edilio Peña, esl escritor propiamente dicho
Escena de «Los pájaros se van con la muerte»

El personaje

He admirado la alta calidad de tu narrativa y tu dramaturgia, hasta el punto de que no sé cuál de los dos lenguajes predomina en tu ánimo creador. ¿Podrías hablar de ese tema?

-El personaje es la entidad dramática fundacional que habita todos los géneros donde se cuenta una historia, pero también podríamos pensar que su sombra se proyecta más allá de la escritura. En la pintura, en la escultura… en el movimiento puro de la danza. En esos ámbitos también podemos encontrar su carácter, su perfil o retrato. Entendiendo sí, al personaje como una expresión múltiple, bien como sujeto u objeto. Ningún género puede arrogarse el personaje como suyo en términos absolutos. Porque es una entidad inasible. Un espíritu escurridizo. Entonces, el escritor solo puede alcanzar una parte del personaje para dar cuenta de las otras expresiones que lo conforman. Eso ocurre con el personaje de la dramaturgia teatral, del guion cinematográfico, de la novela, del cuento o el relato…Cada formato narrativo que cuenta la vida de un personaje, varía desde su abordaje temporal y espacial. Por ello, el lector o el espectador terminan por completar, desde su percepción y escenario mental, la totalidad de lo que ha pretendido crear el escritor. Con esto quiero decirte, que para mí resulta natural abordar una historia desde cualquier perspectiva de género. Lo que si tengo claro, es que la historia es quien demanda el formato donde quiere ser expuesta. Esa conciencia quizá la tengo desde que comencé a escribir narrativa y dramaturgia. El ensayo, que también cultivo, me ha ayudado mucho, porque allí expongo mis dudas y certezas sobre la inventiva.

¿Cuántas novelas sin publicar tienes ahora? ¿Cuántas has publicado?

Haber, unas siete novelas. En estos momentos tengo una antología de todas mis novelas que he escrito hasta ahora, y que he titulado Narraciones Intensas. Es un tomo de ochocientos cuarenta páginas conformado por un conjunto de novelas cortas, que es el género que me apasiona. Por eso tengo cerca a Joseph Conrad y Edgar Allan Poe. Sin olvidar la intensidad narrativa de William Faulkner, siendo un novelista oceánico. De todas las novelas que conforman esa antología de la que te hablo, solo una novela no se ha publicado. Esta novela se llama La Daga y la Máscara. Igualmente, tengo una antología de todas mis piezas teatrales, que suman unas mil doscientas páginas. Sin contar más tres mil páginas inéditas de historias que no creo que lleguen a ver la luz. No, mientras yo viva.

Escribir sin miedo

Edilio Peña, esl escritor propiamente dicho-No entiendo la situación: eres uno de los más brillantes novelistas que tiene Venezuela. ¿Por qué no te difunden?

-Escribir en una dictadura, plantearse construir una obra desde la imaginación en un estado totalitario, es un sacrificio. Pero si el escritor cree en la obra que está escribiendo, esa labor secreta y solitaria, se transformará en una ofrenda que lo recompensará de cualquier carencia o sufrimiento. La obra de un verdadero escritor debe ser una ofrenda para los demás y para sí mismo. Porque toda entrega creadora es un acto espiritual que trasciende cualquier padecimiento, así lentamente nos vayamos muriendo o nos vayan aniquilando. Escribir, entonces, no es un acto de cobardía, porque no es un acto de resignación, es un acto de combate y rebelión. Pero para ello, hay que escribir sin miedo y con verdad. La belleza de lo que escribas comenzará allí… bien sea desde el horror o el paraíso.

Yo creo que para el momento en que se publicaron casi todas mis novelas, por prestigiosas editoriales que en aquel entonces tenía el país, (algunas de esas novelas ganaron premios y reconocimientos), Venezuela había comenzado a entrar en un proceso dictatorial. Recuerdo que mi novela La Cruz más Lejana del Puerto, fue censurada a pesar de que la editorial que la había publicado estaba comprometida a reeditar la novela una vez que se agotara la primera edición, pero eso no ocurrió. Esa editorial se llamaba Monte Ávila Latinoamericana, y su censor fue un infeliz escritor llamado Carlos Noguera. Hoy ni la editorial ni el censor existen. Luego, mi novela El Acecho de Dios, que había sido publicada por la editorial Alfa, fue presentada por la misma editorial a concurso para el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos. Entonces, se supo que el jurado estaba amañado y había comenzado un proceso de censura feroz en Venezuela. Yo protesté junto a otros escritores, y la prensa internacional difundió la noticia. Entre ellos, el diario El Mercurio de Chile.

(El diario chileno El Mercurio reseñó en 2009 que varios autores declinaron participar en esa ocasión. Uno de ellos fue Edilio Peña, quien solicitó a Editorial Alfa que retirara la postulación de El acecho de Dios por lo que consideró “un recrudecimiento impúdico, arbitrario y censor de la creación en Venezuela”)

Desde entonces, nada de lo que yo escribo es publicado dentro de Venezuela. Aunque mis piezas teatrales se montan a menudo en otros países, y mis ensayos sobre literatura y política los publica el portal Ideas de Babel, desde Bogotá, y dirigido por el escritor y crítico de cine Alfonso Molina. Pero también mis ensayos políticos que denuncian la tragedia en Venezuela, frecuentemente, son bloqueados cuando aparecen en las redes sociales. Pero volviendo a mis novelas, no es fácil desde acá intentar buscar editores en otros países o contratar un representante que movilice la posibilidad de publicar o presentar a concurso tus escritos. Sin embargo, para mí lo más importante es escribir y eso me ha salvado la vida.

Las películas

-¿En cuántas películas figura tu obra?

Los pájaros se van con la muerte, mi pieza teatral, fue llevada al cine por el director Thaelman Urgelles. Hice una adaptación de mi otra pieza teatral Los Amantes de Sara. El guion sobre esta pieza lo he titulado: Belleza Asesina. En estos momentos, ando en busca de productor y director para la realización en película de este proyecto. Actualmente escribo junto con Elia Scheneider, una película basada en una historia original de ella, la cual aborda la tragedia venezolana. Se titula: Ciudad salvaje. La misma película se ha planificado como serie para HBO. Trabajar con Elia Schneider, es una experiencia muy nutritiva para mi. Creo que es una de las directoras de cine más inteligentes, profundas y talentosas que existen.

-Tu afinidad con el director Thaelman Urguelles es evidente. ¿Cómo han llegado a esa conexión? ¿en qué se basa?

-Thaleman es un hermano. Y esa hermandad se profundizó aún más cuando hicimos la película La Boda, que tuvo una resonancia internacional importante, en su momento. Fue nominada a varios premios y preseleccionada para el premio Oscar. Luego con Thaelman, adaptamos una novela emblemática de la literatura venezolana, Los Platos del Diablo, del escritor y hermano del alma también Eduardo Liendo. Thaelman y yo hemos sido de los pocos intelectuales de Venezuela que han ofrecido su pluma para analizar, deconstruir y condenar la dictadura que agobia a los venezolanos desde hace veinte años.

Los pájaros se van con la muerteEscribir sin parar

-¿Cómo es tu proceso creador? ¿cómo logras ese nivel expresivo, dramático, profundo?

-Escribo de noche. Porque las noches se hicieron para escribir. Sobre todo, las noches para aquellos escritores que son solitarios como yo. Escribo tan concentrado e intensamente, que termino por olvidarme de que existo. Por lo general, amanezco escribiendo y allí, es cuando despierto y sucumbo al otro sueño. El sueño que merece el cuerpo. Mis ficciones se alimentan de un proceso hondo de la realidad. Alguien que haya leído mis ensayos sobre la realidad lo puede advertir. Soy un escritor que escribe muchas versiones de la obra que construye. Y cada versión modifica la obra o la afina. No sé si eso sea bueno, pero me encanta repujar una y otra vez lo escrito. Soy un artesano de la escritura. Cuando comienzo a oír una música y a ver unas imágenes nunca antes vistas en lo que estoy escribiendo, es cuando siento que me estoy aproximando al universo del corazón que quiero. Entonces, en ese umbral, comienzo a sentir que alguien escribe a través de mí y no yo quien lo hace. Es un proceso muy misterioso, que termina por darme sosiego y plenitud. Las primeras personas a quien le doy mis escritos, son a aquellas que no pertenecen al mundo literario. bedeles, muchachas de servicios, meseras. Una vez, una muchacha de servicio, me devolvió la obra escrita por mi, y con lágrimas en los ojos, me pidió que liberara a esa señora (un personaje) de la tragedia en la que la había confinado.

-¿De qué vives?

-No podría responder esa pregunta viviendo en un país donde nadie sabe si vive o sobrevive. No quiero que me vean como una víctima excepcional. Sólo dos cosas, apenas podría agregarte: esta dictadura me expropió mi vivienda y me robó mi biblioteca. Menos mal que los libros leídos sobreviven en mi memoria. Pero sobre este tema, termino por responderte, con un parlamento que puse en boca de un personaje una vez. “Quejarse no es de príncipes.”

-¿Escribes desde la adolescencia?

-No, desde los seis años. Lo primero que escribí fue una línea que la firmaba el santo José Gregorio Hernández, en la cual regañaba a mi madre porque me había pegado por primera vez. La prodigiosa imaginación de mi madre es quien me funda como escritor. Toda mi infancia se la pasó contándome cuentos que inventaba. Y como en la casa no había radio ni televisión, yo fui muy feliz con los relatos que me narraba mi madre. Entonces, desde que comencé a escribir, yo hago lo que le gustaba hacer a mi madre conmigo. Contarle historias a aquellos lectores o espectadores, que quieran escucharlas o verlas representadas. Esa es una manera de ser agradecido.

*José Pulido, poeta y periodista venezolano. Reside en Génova, ciudad de Italia.

Publicado originalmente en http://actualy.es

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