IIgnorada en la entrega del pasado Oscar, Drive constituye uno de los más claros modelos del cine negro contemporáneo. Una historia sencilla pero sólida acerca de un puñado de personajes que guarda sus propios misterios. Un conductor de automóviles trabaja para la industria cinematográfica en Los Ángeles, en escenas de acción, pero también ofrece sus servicios a todo aquel que necesite un chofer rápido y seguro para cualquier actividad, legal o ilegal. Este hombre sin pasado, misterioso y preciso, no tiene nombre pero sí una misión: conducir. Un auto, una fuga, cualquier cosa. Es el centro de la trama de la nueva película norteamericana del cineasta danés Nicolas Winding Refn, ganador como director en el pasado Festival de Cannes, quien se inserta en los códigos narrativos de la llamada serie B para impresionar al público y luego conmoverlo. Una película poco normal pero muy bien hecha.

Desde la primera escena, este hombre deja claro sus talentos. Rápido pero no furioso. Veloz pero también sinuoso. Nadie sabe de dónde viene ni lo que quiere. Pero se engancha en una operación. En esta trayectoria conoce a una chica y su hijo. Su esposo está en prisión. La atracción entre ambos es inevitable pero el marido sale de la cárcel y pospone una trama romántica. No obstante, el pasado vuelve a cobrar sus deudas y la joven mujer se encuentra amenazada. El conductor debe tomar partido. Y lo hace, con las consecuencias lógicas del género. Lo que sucede después deja boquiabierto a más de uno y propone un final desconcertante.

Lo que hace diferente a Drive de otras producciones de acción, con muchos carros volando y un brote de violencia, es que la acción es muy poca. Aunque no lo parezca. La violencia se siente aunque no se muestre. Es una cuestión de atmósfera más que de evidencias, un clima que envuelve la trama y la conduce hacia un extremo muy duro. Sus personajes en nada parecen héroes pero tampoco son villanos a carta cabal. Se ubican en la frontera de la irracionalidad. En el dibujo de sus rasgos esenciales se encuentra una de las virtudes de este film extraño. No intenta explicarlos, simplemente busca mostrarlos en sus fortalezas y debilidades. Y los coloca en situaciones en las que las cosas deben cambiar para que todo siga igual.

La construcción dramática descansa en el dibujo de los personajes y, muy especialmente, en el trabajo interpretativo. Empezando por Ryan Gosling, una cara nueva que comienza a consolidarse en películas como Los Idus de Marzo, de George Clooney, otra de las ignoradas en el pasado Oscar. Una actuación precisa, contenida, sin excesos, que marca el misterio de su personaje y delata sus necesidades de cambiar la vida. Detrás se encuentra la inglesa Carey Mulligan como Irene, la mujer que desata la pasión amorosa. No es una diosa voluptuosa sino una chica aparentemente normal. Un poco más allá se ubica  Albert Brooks, quien propone la comprensión de un mafioso intimidante que busca su oportunidad. Igualmente llamativo es el trabajo de Ron Perlman, como uno de sus cómplices, y de Bryan Cranston, como el amigo y jefe del conductor.

La fotografía de Newton Thomas Sigel, el montaje de Matt Newman y, sobre todo, la música de Cliff Martínez contribuyen de forma importante a la consolidación de las atmósferas dramáticas. No dejen de verla.

DRIVE (Drive), EEUU, 2011. Dirección: Nicolas Winding Refn. Guión: Hossein Amin, sobre la novela de James Sallis. Producción: Marc Platt, Michael Litvak, Gigi Pritzker, Adam Siegel y John Palermo. Fotografía: Newton Thomas Sigel. Montaje: Matt Newman. Música: Cliff Martinez. Director de Arte: Beth Mickle. Elenco: Ryan Gosling, Carey Mulligan, Ron Perlman, Christina Hendricks, Bryan Cranston, Oscar Isaac, Albert Brooks, Kaden Leos, James Biberi. Distribución: Cines Unidos.

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