Necesitamos líderes, no solo dirigentes.
Juego de ajedrez
Necesitamos líderes, no solo dirigentes.

Esta primera semana de 2018 cierra con dos hechos destacados que ilustran las contradicciones de la oposición venezolana. El primero fue el artículo de Ricardo Hausmann, «El día D para Venezuela», publicado originalmente en el sitio web de Project Syndicate y reproducido en Ideas de Babel, que ha sido tan debatido en los últimos días, y el segundo la designación de Omar Barboza como tercer presidente de la Asamblea Nacional desde el triunfo electoral del 6 de diciembre de 2015, tras los periodos de Henry Ramos Allup y Julio Borges. Aunque de naturaleza distinta, ambos hechos perfilan la tragedia de la polarización conceptual entre quienes enfrentan al gobierno de Nicolás Maduro.

No tengo a Hausmann como un radical enceguecido. Todo lo contrario. Su trayectoria como economista pone de relieve su riqueza de pensamiento en su campo de ideas. No lo conozco personalmente, pero entre mis amigos economistas —muy destacados y de distintas tendencias, cuyos nombres me reservo para no comprometerlos en mis opiniones— existe un consenso acerca de su lucidez y su transparencia. Su muy bien estructurado artículo ofreció un ‘fresco’ de la situación actual venezolana, pero devino en polémica al proponer una intervención militar extranjera —para restituir la democracia institucional en el país— sustentada en varios ejemplos históricos, como la intervención de tropas de la antigua Nueva Granada en la lucha libertadora de Venezuela en 1814 y la participación de canadienses, australianos, británicos y estadounidenses en la liberación de Europa del yugo nazi entre 1944 y 1945.

Algunos analistas venezolanos se han opuesto a esta propuesta —desde una perspectiva de respeto intelectual— para señalar la poca posibilidad de llevarla a cabo y la inconveniencia geopolítica en la región. Otros —lamentablemente la mayoría— simplemente se dedicaron a insultarlo y a calificarlo como traidor a la democracia venezolana. De estos últimos no me voy a ocupar porque sería perder el esfuerzo. Prefiero considerar las opiniones de quienes se tomaron el tiempo necesario para elaborar sus argumentos en contra. Es una discusión abierta, desde luego, que no concluirá en un par de días.

Pero me gustaría señalar que casi todo el debate sobre «El día D para Venezuela» se centró en esta propuesta y pocos, muy pocos, advirtieron otro argumento, a mi juicio más importante que la intervención militar regional: el agotamiento de la propuesta electoral, tal como ha sido planteada hasta hoy, expresada en las derrotas anunciadas y ejecutadas. Esta es, en realidad, la idea medular de su análisis. Más allá de su propuesta.

Este agotamiento electoral manifestó también la incoherencia de la dirigencia opositora en las elecciones de poder regional. Después de la primera derrota, Voluntad Popular, Primero Justicia y Acción Democrática llamaron a no participar —por lo que fueron vetadas por Maduro y el régimen como partidos políticos para participar en nuevas eleciones— pero ahora llaman a primarias para elegir candidato presidencial… con el mismo Consejo Nacional Electoral. Cuando alguien señala esta incoherencia se responde «que hay que preservar los espacios de poder». Espacios que han sido perdidos a sabiendas que se iban a perder. Una estrategia derrotada que pervive. ¿Por qué?

Esto conduce a contemplar la designación de Barboza de Un Nuevo Tiempo (UNT) como nuevo presidente de la AN, a Julio César Reyes de Avanzada Progresista (AP) como primer vicepresidente y a Alfonso Marquina de Primero Justicia (PJ) como segundo vicepresidente. Esta designación —que no elección— fue totalmente eclipsada por los saqueos y protestas que desde hace días se ejecutan en muchos sitios de Venezuela, por el desabastecimiento acentuado e inevitable y por las últimas medidas de Maduro que tienden a agravar la situación. Para los ciudadanos este nombramiento pasó por debajo de la mesa y, además, alimentó suspicacias. ¿Por qué dos partidos acusados de colaboracionistas —UNT y AP— lideran al único organismo independiente de los poderes públicos venezolanos?

Lo cierto es que hoy existe una mayor distancia entre los dirigentes del mundo político y los ciudadanos que deberían dirigir. Porque falta liderazgo.

La gran diferencia entre dirigencia y liderazgo es que la primera es designada y el segundo es conquistado en la lucha. No es lo mismo ser nombrado presidente de la AN por acuerdos políticos que ser considerado un líder parlamentario por sus esfuerzos y conductas. Y esto no solo se refiere a la política. También al mundo empresarial, académico, artístico, sindical, vecinal y a un largo etcétera. Siempre pongo el ejemplo de Lech Walesa, a quien conocí muy ligeramente hace varias décadas, antes de la caída de la Unión Soviética y de los gobiernos de su órbita. A finales de los ochenta ya era el líder social y político de millones de polacos, más que un dirigente sindical que fue su origen. Luego sería el protagonista de la caída del comunismo, el presidente de su país y, además, el premio Nobel.

En el caso venezolano pienso que Henrique Capriles y Leopoldo López, desde sus posiciones diferentes y en momentos distintos, han sido líderes más que dirigentes. Esa condición se la ganaron en la lucha política y en la cárcel, en el caso específico de Leopoldo. Con todas las virtudes y los defectos que podamos detectar, ellos han inspirado a muchos ciudadanos a seguir una ruta. Eso tiene un valor muy importante.

Lo más grave de la situación actual de la oposición no reside en el agrio debate de la propuesta Hausmann ni en la discutida nueva directiva de la AN sino en el divorcio entre los protagonistas de la vida política y los ciudadanos de a pie.

Necesitamos líderes, no solo dirigentes.

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