Aceptar o rechazar órdenes marcan lÃÂneas de borde en las vidas privada y pública. Parece mentira, pero es una verdad genialmente reforzada no por estudios académicos ni sabios análisis, sino por una pelÃÂcula reciente, la joya artÃÂstica titulada Coco, del género animación, coproducida sin fronteras por mexicanos y estadounidenses.
Su tema, trama, personajes, técnicas, trasfondo sonoro y gráfico se soportan en un concepto: obedecer o no leyes externas familiares o por proyección también polÃÂticas, que traicionen la visceral emoción personal positiva, esa que no daña al prójimo, muy al contrario, lo eleva hacia el placer orgasmático. En este caso, es un homenaje de artÃÂstica perfección al privilegio que obedece al impulso creativo de imaginar, componer, arreglar, producir, fusionar, ejecutar y escuchar música. Y a través de esa magia, el intento por humanizar lo bestial.
Disfrutada en breve pero sanadora pausa, taima fugaz mientras el régimen castrochavista, en eterno carnaval ficticio, baila maniáticamente sobre sangre fratricida y se retrata como indefendible criminal. Mientras uno de sus tantos cabecillas psicópatas insiste en reforzar el sÃÂndrome patólógico ‘Chirinos-RodrÃÂguez Gómez’, al mostrar cÃÂnicamente a la pantalla mediática internacional, un grueso bolÃÂgrafo (sustituto simbólico del fusil kalashnikov) como prueba de su pacÃÂfico espÃÂritu dialogante pero sin querer queriendo dispara el tiro por la culata, pues radiografÃÂa su fascismo radical, ese que pretende imponer obediencia ciudadana desobedeciendo la legÃÂtima Constitución Nacional, sin lÃÂmite, respeto ni pausa, desde una sonriente farsa negociadora que legitime votaciones de fraude. Mientras millones de venezolanos buscan sobrevivir a los militarmente programados delitos de lesa humanidad: hamponato, insalubridad, hambruna, desnutrición, prisión, tortura y masacres directas.
Coco, filme que por su originalidad, elaboración y mensaje ya es un clásico con o sin premios oficiales, merece todos los aplausos habidos y por haber. Registra con imagen, palabra y sonido, la lucha por una libre realización del impulso libertario individual y grupal. Registra con la pieza Recuérdame (divinas melodÃÂa y letra) que esa emoción primaria es la única, posible inmortalidad. Un jazz fÃÂlmico.