Los best sellers suelen ser implacables cuando son llevados al cine. Es un lugar común repetir “el libro es mejor que la película” pero no siempre es así. Nadie podrá ignorar que El Padrino de Francis Ford Coppola es infinitamente mejor que la novela de Mario Puzo. No es lo usual pero sucede. Por eso, lo primero que uno agradece cuando termina de ver Los hombres que no amaban a las mujeres se halla en la capacidad del realizador danés Niels Arden Opley —con larga trayectoria en la televisión sueca y autor del film Portland— para comprender e interpretar la esencia de la primera novela de la muy exitosa serie Millenium —escrita por el periodista y escritor Stieg Larsson, muerto de un ataque cardíaco en 2004, antes de vender más de 40 millones de copias en todo el mundo— sin atarse servilmente al nutrido conjunto de detalles que el original literario propone. Lo segundo a  agradecer se ubica en las habilidades dramáticas de los guionistas Nicolaj Arcell y Rasmus Heisterberg para dibujar y desarrollar las fuertes personalidades de la hacker Lisbeth Salander y del periodista Mikael Blomkvist dentro de una trama plena de significaciones y complejidades. Finalmente, nuestro tercer agradecimiento debería ser para Noomi Rapace y Michael Nyqvist por construir convincentemente personajes tan difíciles y complejos, sin perder veracidad y sin idealizarlos en aras de la taquilla. Tres factores ­—dirección, guión y actuación— articulados en una adaptación con altos niveles de producción que nos habla del lado oscuro de la sociedad sueca.

Aunque la anécdota de Lo hombres que no amaban a las mujeres se refiere a la investigación adelantada por Mikael Blomkvist sobre la desaparición cuarenta años atrás de Harriet, sobrina de Henrik Vanger, anciano y rico industrial, el director Opley acertó con el relieve medular otorgado a Lisbeth Salander, uno de los personajes más fascinantes de la literatura de lo que va del siglo XXI. Una muchacha desconcertante con un pasado oscuro y un presente conflictivo, atrapada en los perversos pliegues de la justicia de su país y dedicada profesionalmente a investigar la vida de los demás. Ella va cobrando importancia y de una manera sostenida desplaza el protagonismo de Mikael, a pesar de que la historia medular sigue siendo la de la pesquisa del periodista. En realidad se trata de dos cursos argumentales que marchan de forma paralela hasta que convergen gracias a la indagación del caso y a la atracción entre ambos personajes, tan distintos y tan afines.

Tanto en la novela como en la película el título de Millenium se refiere a la revista donde trabaja Blomkvist. El impulso inicial se encuentra en la derrota judicial del periodista tras intentar demostrar la corrupción generada por Erik Wennerström, poderoso hombre de negocios y responsable de un fraude gigantesco contra empresas del Estado. El periodista ya no puede trabajar en Millenium y debe pagar condena. Esa situación irregular lo conduce a involucrarse en otro caso, la búsqueda de Harriet, apenas un mecanismo movilizador de un drama familiar signado por el sadismo de sus miembros y por un devastador pasado nazi.

Pero el guión prontamente se aparta de esta línea y se sumerge en los conflictos de Lisbeth Salander con sus jefes y su tutor familiar y le otorga un giro trepidante, aderezado por escenas desconcertantes. Las debilidades del sistema de seguridad social permiten el abuso sexual y la violencia contra la mujer. En esta vertiente narrativa se revela poco a poco las fragilidades intimas de la chica, su desamparo institucional, su falta de motivación para hacer cosas corrientes, su sexualidad ambigua, su soledad extrema. Es una heroína urbana y tecnológica en un medio social que la rechaza pero no la puede ignorar.

La Lisbeth que edifica Noomi Rapace —actriz muy conocida en la televisión sueca— posee la fuerza del personaje original y dota a su trabajo de una gran carga expresiva. Con su mirada y sus gestos, más que con sus palabras, se convierten en el centro de atracción del film. En los siguientes capítulo de la trilogía termina robándose el espectáculo. Por su parte, Michael Nykvist representa la imagen del periodista sin incurrir en poses de galán ni de héroe. Es un hombre normal en una situación extraordinaria. El resto del elenco es eficaz, profesional, sin fisuras. Repito: dirección, guión y actuaciones muy bien articulados.

Esta primera adaptación de la serie Millenium ha sintetizado mucha de la información contenida en la novela y la ha “limpiado” de situaciones que no constituyen un valor agregado en la trama. Al final el espectador siente que la sociedad del bienestar por excelencia —la sueca— oculta sus propias perversiones. Una historia de un impacto dramático muy bien elaborado.

Por lo pronto, ya se anuncia la versión norteamericana de Los hombres que no amaban a las mujeres dirigida por David Fincher, realizador de Red social, y protagonizada por Daniel Craig y Rooney Mara, la chica que interpreta a Erika Albright en la película sobre Facebook. Suena bien. Veremos.

MILLENIUM I: LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES (“Millenium 1: Män som hatar kvinnor”), Suecia, Dinamarca, Noruega y Alemania, 2009, Dirección: Niels Arden Oplev. Guión: Nicolaj Arcell, Rasmus Heisterberg, sobre la novela de Stieg Larsson. Fotografía: Eric Kress. Montaje: Anne Østerud. Música: Jacob Groth. Arte: Niels Sejer. Producción: Søren Stærmose. Elenco: Michael Nyqvist, Noomi Rapace, Sven-Bertil Taube, Peter Andersson, Peter Haber, Lena Endre, Stefan Sauk. Distribución: Cines Unidos.

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