Javier Bardem en una actuación memorable.

Cuando concluye la función de Biutiful y se encienden las luces de la sala, el espectador más agudo se percata de un giro importante en la breve pero significativa filmografía de Alejandro González Iñárritu, el director mexicano de mayor proyección mundial. Percibe que ese creador ha dejado atrás las tres películas corales que había hecho con Guillermo Arriaga —Amores perros (2000), 21 gramos (2003), y Babel (2007), caracterizadas por entrecruzar varias tramas y personajes— y se concentra en una historia principal con un personaje central, a su vez edificado con la fuerza expresiva de un gran actor: Javier Bardem. Para decirlo de una vez, su cuatro largometraje es lo que se conoce como un film de personaje. Un hombre al borde de sí mismo, un perdedor que sobrevive en una de las zonas más deprimidas de Barcelona, una especie de escoria humana que de pronto debe confrontarse consigo mismo.

Uxbal es un cuarentón que actúa al margen de la ley sin llegar a ser un gángster. Un buscavidas, que llaman. Vive en el Raval de la Ciudad Condal con sus dos hijos. Su labor profesional es oblicua, poco transparente, siempre vinculada con el delito: suministra falsos bolsos de firma a los comerciantes ilegales de las Ramblas, coloca trabajadores africanos y asiáticos, indocumentados y mal pagados, para los peores trabajos en las obras de construcción y soborna policías con una habilidad sorprendente. Es un truhán empujado por la pobreza y la desgracia que además cuenta con la habilidad de comunicarse con los fallecidos antes de que estos partan. Curioso ser humano de poca estabilidad que súbitamente se entera de que tiene cáncer y le quedan pocos meses de vida. Como una bofetada.

El guión —coescrito por el realizador mexicano junto a Amando Bo, Nicolás Giacobonde— concentra su visión en la dualidad representada por Uxbal. Por una parte expresa y comunica la fortaleza ante los latigazos de la vida, la voluntad para superar los obstáculos, la esperanza de encontrar un futuro, la seguridad del afecto, la bondad del padre y el sentido solidario de la familia. Pero por otra parte encarna el riesgo de una vida marginal, la contradicción entre los valores éticos y las acciones cotidianas y la escasa preparación para la supervivencia.

González Iñárritu pudo haber rodado esta historia en Ciudad de México, Sao Paulo o cualquier urbe latinoamericana. Pero se alejó del Tercer Mundo y eligió Barcelona como epicentro de la inmigración, el desempleo y los abismos sociales. Sigue la vida del personaje y lo acompaña en su drama sostenido, hasta una situación extrema que se extiende por los 147 minutos que dura la película.  Por momentos parece que nunca habrá un fin a tanto dolor y toda su «mala suerte». Sin embargo, hay siempre un dejo de esperanza en la mirada y en la actitud de cada uno de los personajes: en todo momento hay una razón para seguir adelante.

El personaje de Uxbal funciona como el factor unificador de varias subtramas, con seres humanos muy distintos pero igualmente reales, de las cuales se desprende la imperativa necesidad de salir adelante y de progresar, más allá de los problemas. Y un poco más allá se ubica la importancia de la familia, en cualquiera de los planos de la historia. Cada personaje tiene su familia y lucha  por mantenerla unida. Incluso para Uxbal los momentos de mayor alegría y equilibrio suceden justo cuando están su esposa y sus hijos reunidos, gozando de una vida plena, aún pese a su pobreza y la realidad desdichada que les ha tocado experimentar

Aunque parezca una perogrullada hay que decir que en Biutiuful las actuaciones son fundamentales. En especial la de Bardem, por la cual obtuvo el premio en Cannes del año pasado y la postulación al Oscar este año, sino también las de todos los actores. Realmente es un monstruo de la actuación. Maricel Álvarez ofrece una interpretación mordaz, así como los pequeños Hanna Bouchaib y Guillermo Estrella lucen muy acoplados a sus personajes, y los asiáticos Cheng Tai Shen y Luo Jin expresan sus propias tragedias.

Otro de los factores medulares en este drama contemporáneo se encuentra en la magnífica fotografía del mexicano Rodrigo Prieto, sobre todo en el uso de los colores y en la cámara en mano que persigue a sus personajes. Ofrece una visión poco turística de la bella Barcelona y expone el dramatismo de sus ambientes más oscuros. Otro elemento medular se ubica en la dramática música de Gustavo Santaolalla, habitual colaborador de González Iñárritu.

BIUTIFUL, España y México, 2010. Dirección: Alejandro González Iñárritu. Guión: Alejandro González Iñárritu, Amando Bo, Nicolás Giacobonde.  Producción: Alejandro González Iñárritu, Fernando Bovaira, Jon Kilik, David Linde. Fotografía: Rodrigo Prieto. Montaje: Stephen Mirrione. Música: Gustavo Santaolalla. Elenco: Javier Bardem, Maricel Álvarez, Hanna Bouchaib, Guillermo Estrella, Cheng Tai Shen, Luo Jin. Distribución: Gran Cine. 

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