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Bardem, Cruz, Johansson y Allen en el rodaje

El título de la nueva película de Woody Allen identifica a sus dos personajes y las ubica en un ambiente urbano y cultural muy particular. Dos chicas de EEUU transforman sus vidas afectivas bajo la magia de la Ciudad Condal. Vicky y Cristina son amigas muy distintas que arriban a Barcelona por motivos diferentes. La primera para escribir la tesis de su maestría sobre la identidad cultural catalana. La segunda para descubrir propuestas disconformes con el arte convencional. Vicky es una muchacha muy racional y correcta que tiene un prometido en Nueva York con quien se casará pronto. Cristina es una apasionada actriz de cine (de un cortometraje de 12 minutos) que acaba de romper una relación tortuosa. Vicky Cristina Barcelona es el registro de un verano que altera la visión del amor de cada una al encontrarse con Juan Antonio, un arrollador pintor catalán, y con María Elena, la también arrolladora ex esposa del artista. A partir de entonces estos cuatro personajes —y también los de su entorno— comprenderán que viven entre dos aguas, como la canción de Paco de Lucía que Allen usa como fondo musical. Aman entre dos aguas pero nunca estarán satisfechos. Viejo tema de un realizador fiel a sus obsesiones.

El septuagenario director, guionista y actor neoyorquino —dueño de una de las filmografías más aplaudidas y prolíficas— ha sido acusado de desplegar en su nueva obra una visión de postal turística de Barcelona, con la Sagrada Familia, el Parque G—Güell y otros símbolos condales como trasfondo de una historia que mezcla la comedia de amor “a la norteamericana” con el estereotipo del latin lover español. Lo cual es injusto —o por lo menos desproporcionado— porque esta postura crítica pone de lado un planteamiento muy propio de la filmografía de Allen. La indecisión del amor, la ambigüedad de las relaciones y la incertidumbre afectiva encuentran su espacio en varias de sus películas más importantes. Estamos hablando de comedias dramáticas como Manhattan y Annie Hall, pero también de dramas como Hanna y sus hermanas y Maridos y esposas. Estas piezas diversas se hallan unidas por la afectividad que transita entre dos aguas. En este nuevo film sólo añade un capítulo a su discurso de siempre y cambia de ambiente citadino. Lo que Vicky y Cristina ponen de relieve es lo que muchas mujeres sienten y manifiestan ante la duda del amor. Y los hombres también. Además, Barcelona no tiene la culpa de ser fascinante y misteriosa.

La historia adquiere cierta complejidad en la medida en que los sentimientos van traicionando a sus personajes. Vicky transgrede sus normas, incurre en la pasión con Juan Antonio, se casa con Doug y descubre que otras parejas viven en adulterio porque no saben cómo evitarlo. Cristina se involucra afectivamente con Juan Antonio en una relación a la que luego se suma la explosiva María Elena. Por una parte, Allen manifiesta su poca confianza en la pareja y abre la compuerta de una relación triangular que parece ser el equilibrio perfecto… hasta que una de sus partes se siente insatisfecha y busca su propio espacio. Un verano de amor y descubrimientos que altera el orden. Pero siempre hay un retorno. El director ofrece un final abierto con el regreso de las dos amigas a Estados Unidos, a Nueva York, a la vida cotidiana. Atrás dejan a Barcelona, a Oviedo, a España, a Europa, al Mediterráneo, a Gaudí y Miró. Como si nada hubiese sucedido, como un engaño compartido.

La revelación de Vicky Cristina Barcelona es Rebeca Hall, una actriz prácticamente desconocida que lleva sobre sus hombros el complejo personaje de Vicky, contradictoria y angustiada. Matiza sus afectos y sus reflexiones y propone un viaje personal en una ciudad extraña que le permite reconocerse íntimamente. Ella se descubre a sí misma y guarda su secreto hasta en una situación absurda de celos y un revólver. De varias maneras ella es el centro del relato pues es la única que pretende autocontrolarse. A su lado, los personajes que interpretan Scarlett Johansson, Penélope Cruz y Javier Barden constituyen la expresión de la afectividad en emergencia y de la pasión incapaz de controlarse. Huelga decir que todos ejecutan sus roles con profesionalismo y talento, siempre bajo la égida de un guionista y director que maneja un tono particular en sus actores.

Vicky Cristina Barcelona es una pieza menor dentro de la filmografía de Allen, pero ello no significa que sea mala. Todo lo contrario. Manifiesta el talento de su creador para generar grandes dramas como la excelente Match point al lado de comedias ligeras e inteligentes como Poderosa Afrodita y La maldición del jade verde o Scoop. Una última consideración: la sugestiva fotografía que atrapa el encanto de Barcelona es responsabilidad del maestro vasco Javier Aguirresarobe, quien a mediados de los ochenta fotografió Manon y La oveja negra para Román Chalbaud.

VICKY CRISTINA BARCELONA (“Vicky Cristina Barcelona”), EEUU y España, 2008. Dirección y guión: Woody Allen. Producción: Letty Aronson, Stephen Tenenbaum y Gareth Wiley. Fotografía: Javier Aguirresarobe. Montaje: Alisa Lepselter. Elenco: Rebecca Hall, Scarlett Johansson, Penélope Cruz, Javier Bardem, Patricia Clarkson, Chriss Messina y Kevin Duna, entre otros. Distribución: Cines Unidos.

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