Fiódor DostoyevskiLe debía estas líneas desde hace ya varios años y ahora el momento es más propicio que antes. Se las había querido escribir desde el año 94, cuando hicimos una versión de su novela Demonios, escrita por nuestra maestra Elizabeth Albahaca, quien se fajó con la actrices y los actores del elenco estable del TET para hacer la primera de varias temporadas, luego de incontables horas de ensayo. Nos acompañó, nada más y nada menos que Teo Spychalski en la asistencia de dirección. Teo venía junto con Elizabeth con toda su carga grotowskiana. Fernando Calzadilla se ocupó de la dirección de arte y dispuso junto a Elizabeth que las escenas se sucedieran sobre una larga calle de tierra apisonada. Pudimos ver en ese montaje hasta una troika rusa tirada por tres caballos, olimos la estepa rusa, encontramos parecidos con nuestras pasiones coterráneas y, de alguna manera, aquel montaje de Demonios fue una suerte de premonición de lo que nos ha venido después, tanto en Venezuela como en el resto del mundo, incluyendo a su amada Rusia. Su vigencia entonces ya estaba intacta. La penúltima de las funciones la hicimos, por cierto, en el Festival de Teatro de Oriente, justo la noche en la que murió nuestro querido maestro José Ignacio Cabrujas.

En el TET, nuestra pasión por su obra —así como la pasión por otros autores rusos— se ha mantenido en el tiempo. En el correr de los años hemos desatado la fuerza de autores como Gogol y Chejov, por ejemplo. Y ahora, más recientemente, la vida me puso ante la osadía de un joven director, un teatrero que dice haber inspirado su carrera teatral viendo aquellos montajes tanto de Demonios como de El Diario de un Loco o El Jardín de los Cerezos. Permítame contarle que ese joven se llama Juan Souki y, efectivamente, ha tenido la osadía y la valentía de hacer una adaptación de su obra Crimen y Castigo, de adaptarla y dirigirla con un conjunto de artistas venezolanos y en este momento del país, poniendo en juego hasta su propio imaginario. Su vigencia sigue intacta. Cómo supo ese joven que iba a alebrestar tantas pasiones, es asunto suyo. Lo cierto es que, aquí estamos en este Caribe. ¡Qué sitio! ¡¡Tanta luz y tanto absurdo!! dijo alguna vez y hace tiempo nuestro pensador Juan Antonio Pérez Bonalde. Aquí estamos tratando de entender, buscando interpretar sus líneas desde el sitio de las movedizas y muy fuertes pasiones humanas que vienen de su fuente atormentada, profunda, plena de altos contrastes, de claroscuros. Claroscuros que se llevan por delante la banalidad, los mensajes neciamente demagógicos, las acciones absurdas preñadas de soberbia y el miedo institucionalizado, para exaltar el poder del amor, el poderío de la libertad, así como la poderosa palabra que mueve y remueve.

Quiero hacer público mi agradecimiento a usted y a su obra. Gracias por Demonios. Gracias por permitirnos hallar Las memorias del subsuelo en este lado del mundo. Gracias por mostrarnos Pobres gentes y ver El doble que hay en nosotros, por hacernos saber acerca de Humillados y ofendidos. Gracias por permitirnos acercarnos a Un episodio vergonzoso como muchos que vivimos. Gracias por Los Hermanos Karamazov. Gracias por mostrarnos que siempre habrá El idiota a la vuelta de la esquina. Y, finalmente, gracias por hacernos crecer con Crimen y Castigo. Porque sí: El secreto de la existencia no consiste solamente en vivir, sino en saber para qué se vive.

Atentamente, su fiel seguidor

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