Son treinta textos concebidos como crónicas de la violencia criminal caraqueña que reclaman el protagonismo de personajes muy diversos, moradores de una realidad atroz y cotidiana en una de las ciudades más sangrientas del planeta. Héctor Torres abandona momentáneamente el cuento y la novela para acudir a un género de vocación verista y desde allí verter miles de palabras en las 174 páginas de Caracas muerde, libro extremadamente incisivo que posa su mirada sobre una urbe asediada por propios y extraños. Son experiencias referidas a la realidad de cada día, vistas con el ojo del testigo, de quien esa allí para recoger sus detalles, aquel que reconstruye lo que les pasó a varios personajes regados en los distintos niveles de la capital venezolana. Pero Torres no se limita a reproducir esos fragmentos de realidad, con una falsa lealtad a los hechos, sino que desarrolla un ejercicio narrativo que se nutre definitivamente de la ficción para construir el registro debido de cada historia. La ficción, en este caso, no es un invento, mucho menos una mentira. Simplemente es una reafirmación de la verdad.

Sin embargo, lo fundamental de Caracas muerde no se halla en los hechos que narra sino en los personajes que atraviesan estas historias, lo cual define una vertiente creadora importante. Torres trasciende la anécdota para ubicarse en la experiencia humana. Sobre la descripción de un atraco o de un ataque violento, prioriza la forma como esos hombres y mujeres perciben lo que les suceden. Lo mejor es que lo hace a través de textos muy breves, suerte de síntesis narrativa en la que cada palabra juega un rol. Un vagón del Metro como escenario de un desencuentro, una noche oscura y trágica de bala perdida, la voz de alto de un policía que busca matraquear a alguien, el hombre que se defiende y termina matando a un policía, conforman los puntos de partida de un dibujo prolijo de la inseguridad y la incertidumbre en nuestras vida.

Caracas muerde constituye, además, un testimonio interpretativo de la urbe que nos toca vivir, la ciudad donde todos tenemos un número en la espalda, el espacio del que no podemos escapar. Pero no se trata de una metáfora sino de la expresión de una Caracas específica en un tiempo muy determinado: hoy. Vale decir, un hoy que se extiende de forma implacable y sangrienta como el resultado de catorce años de ineficacia policial, de corrupción de la justicia, de impunidad criminal, del estímulo al delito desde la cúpula del poder, en fin, de una enajenación colectiva que todo los días  cobra nuevas víctimas. Cuando uno termina de leer este libro singular le queda un sabor amargo, como el reconocimiento de algo que sabemos o presentimos. Afortunadamente la pericia narrativa y el criterio atinado de su autor nos conduce por una ruta más reflexiva. Desde luego, Torres no pretende formular una visión política, ni le interesa «concientizar» a nadie, mucho menos moralizar. Sólo escribe sus crónicas a dentelladas. Es suficiente.

CARACAS MUERDE, de Héctor Torres. Ediciones Puntocero, Caracas, 2012.

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