Sala de cine 1
El negocio del cine tal y como lo conocemos está cambiando, no muriendo, para no ser melodramáticos, cambiando simplemente.

Hace unos años los realizadores en Venezuela usaban un discurso anti-distribuidores/exhibidores. Este se argumentaba principalmente en culpar directamente a estas empresas de la involución del cine venezolano y la protección o parcialidad hacia el cine norteamericano.

Fue un discurso que caló y cumplió su cometido. Ahora hay una ley que le da a las películas venezolanas dos semanas en cartelera y un mínimo de salas donde las películas (producto) tendrán la oportunidad de mostrarse a ver cómo la recibe el público.

Treinta años después el realizador no tiene a quién culpar y vemos con preocupación que, por ejemplo, en la lista de 2017 de las 10 películas menos vistas en el país, siete sean venezolanas, cinco de las cuales son buenas películas, dignas de ser compradas por cualquier plataforma tipo Netflix para estar en sus catálogos. Entonces si alguna culpa podemos achacarle a los exhibidores y distribuidores es no haber creado desde 1976 canales efectivos de distribución al menos en todo el continente o en los mercados más sanos en cada época. Por ejemplo México y Brasil, como mercados grandes, aunque ciertamente complejos para penetrar por el idioma en un caso y por tradición en el caso mexicano.

Absurdo estar al lado de Colombia y que no consuman nuestro cine y viceversa. La telenovela sí hizo el trabajo. Las telenovelas venezolanas se vieron a nivel mundial. Y ahora acá vemos mayormente telenovelas colombianas. Mientras el cine y sus realizadores se quedaron en el discurso vencido de que los norteamericanos son malos. Y con tantos escándalos sexuales en la industria no dudamos que haya gente mala allá, pero ese enfoque genérico nos hace daño.

Un negocio se mantiene siendo integrales a la hora de entenderlo. Una industria es un sistema que si falla un punto se empieza a dañar todo. No es tirar flechas y quedarse pegado en una postura. Se cayó el negocio acá. Era tan rentable que todos los involucrados no consiguieron mejor excusa que el discurso anti imperialista desde los ochenta. Otra prueba que como sociedad íbamos mal desde aquellos años. Con una entrada de cine a 0,20 centavos de dólar (con dólar negro) no se puede hacer industria, no se puede hacer nada. Al lado, en Colombia, una entrada vale cinco dólares y en Chile doce por citar una baja y una óptima en el mismo continente.

El negocio del cine tal y como lo conocemos está cambiando, no muriendo, para no ser melodramáticos, cambiando simplemente. El ritual del alma, del que hablaba Jean-Claude Carriere de ir a la sala oscura, ese momento intimo ya no es el mismo y los exhibidores ahí tienen otra responsabilidad. El otro día la gente un grupo salía quejándose del frío, otra de los precios y alguien sentenciaba con pesar: ¡¡¡¿qué sentido tiene ir al cine?!!! Yo prefiero quedarme en casa, poner pause para ir al baño o hacer lo que me de la gana y volver a la película, sin salir de casa, pagando mis  impuestos mínimos y comiendo lo que me alcanza para comer pues ni las cotufas son opción cuando un combo vale lo mismo que un salario mínimo o más.

El futuro entonces se nos hace evidente. El negocio de la distribución será absorbido por Netflix y para ese tipo de empresas ahora “será negocio” producir contenido. Las salas de cine tendrán que evolucionar a un espacio donde haya un grupito de salitas de cine (MicroCines o Cines netflix). Donde hayan salas individuales, salas para pareja, para grupos de amigos y salas para familias. Con pantallas más pequeñas que te permitan parar la película si quieres ir al baño o comer, o no arrancar la película si estas en la cola de las cotufas. En la de pareja las parejas podrían intimar tranquilamente y seria más barato que un hotel. Y la programación será más grande y variada que la de cualquier cine. Pues podrían ver cualquier película del catálogo Netflix. El exhibidor solo pagaría la suscripción por sala y limitas el tiempo para que la gente escoja si estar hora y media o media hora o hasta cinco horas y así ver los seriados tan de moda.

¿Está lista Venezuela y sus realizadores para ir de la mano con los tiempos? El gobierno sabemos que no, pero ¿y los realizadores, distribuidores y exhibidores? Esperamos que sí, de este lado tienen aliados sinceros, no enemigos ni críticos a ultranza. Talento hay, aunque suene a la frase mil veces repetida “Venezuela el mejor país del mundo y las mujeres más bellas” Es el momento de actuar, de cambiar el rumbo del país en todo sentido, desde el espacio que cada uno conoce. ¿Estamos preparados?

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