Ernesto Samper y Unasur
La crisis de Unasur es más grave. No hay reuniones presidenciales desde 2014, cuando se nombró a Ernesto Samper (operador político del castrochavismo) como secretario general.

En un intento por debilitar la centenaria organización de los americanos, la OEA, el núcleo duro del Foro de San Pablo, formado por sus fundadores Fidel Castro y Lula da Silva, más el recién llegado Hugo Chávez, se propusieron crear organizaciones paralelas y subregionales. Dos de ellas cuajaron al final de la primera década de este siglo: la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

Las historias de cada una de ellas muestran desarrollos apurados e improvisados. La unidad de las naciones suramericanas era el desarrollo lógico de la integración de las dos organizaciones regionales existentes: la Comunidad Andina (CAN) y Mercosur, pero esto fue abortado por el castrochavismo al debilitar la CAN con la salida de Venezuela. Y se creó una nueva: Unasur. La Celac es un desarrollo del Grupo Contadora —años ochenta— creado para promover la paz en Centroamérica frente a las guerrillas procubanas. Transformado en Grupo de Río deviene Celac, otra organización de concertación política donde no participaban ni EEUU ni Canadá y se incorporaba Cuba.

Así el castrochavismo satisfacía dos cosas: politizar estas instituciones y eliminar las instancias judiciales, o de cualquier tipo, que fueran independiente y no respondieran a las alianzas políticas entre los gobiernos.

En esa misma línea, en la OEA, intentaron debilitar el independiente sistema de protección de los derechos humanos (DDHH) y fracasaron. Venezuela optó por salirse de la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Al final, la OEA, o al menos su secretario general, ha sido un faro de defensa de las luchas por la democracia venezolana.

Las recientes reuniones de la Celac y la Unasur mostraron las crisis de estas organizaciones. La de la Celac fue una escuálida reunión de bajo nivel, en la que faltaron muchos presidentes, entre ellos los de Argentina, Brasil, México, Perú, Chile y Colombia. Solo el eje castrochavista asistió con discursos antinorteamericanos, pero no criticando el libre comercio internacional que promueve el imperio sino ahora, en un giro de 180 grados, atacaron a Trump por proteccionista. En la declaración final, el régimen de Caracas no pudo imponer un apoyo incondicional al diálogo. Se exigió que el régimen cumpla ”…sin dilación los acuerdos alcanzados” y garantice “DDHH y la institucionalidad democrática, especialmente la separación de poderes”.

La crisis de Unasur es más grave. No hay reuniones presidenciales desde 2014, cuando se nombró a Ernesto Samper (operador político del castrochavismo) como secretario general. Samper, sin chance a ser reelegido, renuncia y Unasur se queda sin secretario general. Será difícil conseguir un candidato que satisfaga al castrochavismo y a los gobiernos democráticos. La presidencia de Unasur pasará a Argentina y muchos se preguntan cómo afectará el diálogo en Venezuela. Con la resaca de la marea rosada del socialismo en la región, Unasur y Celac tendrán que reinventarse o desaparecer.

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