Raùl Castro, Daniel Ortega y Nicolás Maduro
La mayoría no ha entendido que lo de Venezuela y Nicaragua no son hechos casuales y aislados sino que Cuba y el Foro de San Pablo están en el centro de esta tragedia.

Se requiere una estrategia global que enfrente al unísono al castrochavismo en Cuba, Nicaragua y Venezuela y así devolver la democracia y la libertad a estos países y a sus oprimidos pueblos.

El anillo de sostenimiento que creó el castrochavismo para apuntalar no solo a Venezuela sino a los cultores del Socialismo del Siglo XXI (SSXXI) está colapsando. Unasur, la Celac, la ALBA y Petrocaribe, parte de este anillo, están en crisis o están anuladas y los apoyos de los gobiernos que predaban de la renta petrolera van decayendo, mientras Cuba, Venezuela y Nicaragua, tres regímenes claves del SSXXI, están en serios problemas.

La reciente votación en la OEA fue una muestra de esto. Seguros aliados del régimen de Maduro se abstuvieron, los que se abstenían votaron en contra y la Venezuela chavista solo consiguió apoyo en tres gobiernos para enfrentar un continente que ya no acepta sus desvaríos.

En Venezuela y Nicaragua se han venido desarrollando sendas crisis que han generado importantes etapas desestabilizadoras en esos países. La de los Ortega-Murillo está en su efervescencia política masacrando a los estudiantes, la última barrera de defensa de la libertad y la democracia. En Venezuela, donde ya se hizo eso, se está en el desenfrenado hundimiento de la calidad de vida a niveles de miseria, que se muestran en la estampida migratoria y en una inflación que ya ha llegado al inaudito nivel de 25.000%.

Se cree que la aceleración del catastrófico estado de la economía venezolana, que apenas producirá un millón de b/d de petróleo para fin de año, que nadie ni los chinos le quiere prestar dinero fresco y cuya inflación es la más grande del mundo es el fin del régimen.  Ojalá. Pero recordemos que Zimbawe la inflación llegó, a mediados de noviembre de 2008, a 79.600,000.000% y el ‘pana’ Mugabe solo salió del poder casi diez años después, sigue gozando de privilegios y nada o poco ha cambiado.

Aplaudimos que la comunidad internacional y en especial EEUU y el Grupo de Lima están empeñados en presionar a Venezuela para forzar un cambio de gobierno. Pero lamentamos que con la Nicaragua de los Ortega-Murillo y la Cuba castrista no hayan sido tan firmes. En general  hay una disociación entre las sanciones que se han impuesto a los funcionarios venezolanos por violar los DDHH, impedir la democracia, delinquir con terroristas y narcotraficantes  y saquear el erario público, y la lasitud e incluso el respeto con que se trata a los funcionarios castristas y nicaragüenses.

La mayoría no ha entendido que lo de Venezuela y Nicaragua no son hechos casuales y aislados sino que Cuba —y el Foro de San Pablo— están en el centro de esta tragedia y que si se quiere producir un cambio en la región y salir de los gobiernos de Maduro y de los Ortega-Murillo hay que al menos neutralizar a la Cuba castrista. Solo EEUU parece entender, a juzgar por lo dicho por su embajador en la OEA: “Cuba es la madre de todo mal” pues es fuente de debilitamiento de la democracia en el continente.

Con el anillo de sostenimiento debilitado, la comunidad democrática internacional está en una coyuntura perfecta para articular una estrategia global que enfrente al unísono al  castrochavismo en Cuba, Nicaragua y Venezuela y así devolver la democracia y la libertad personal y de mercado a estos países y sus oprimidos pueblos. Pero en esto la presión activa interna es clave.

Publicado en El Nuevo País

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