John Bolton
Estados Unidos ha venido desarrollando una estrategia sistemática e incremental de atacar al régimen con medidas concretas, que sin duda lo han venido debilitando.

Las recientes sanciones impuestas por la administración Trump al régimen venezolano son las más duras desde el embargo a Cuba, lo que ha traído mucha discusión sobre su pertinencia. Sin embargo, para EEUU ellas ponen a Maduro contra las cuerdas.

La orden ejecutiva de Trump que congela activos del régimen de Venezuela en Estados Unidos y penaliza a quienes hagan negocios con él o con los cerca de cien funcionarios sancionados, ha causado revuelo. Diversas posiciones se han ventilado.

La medida

Se discute si es o no un embargo a la cubana o si es la respuesta de EEUU a unas negociaciones que entienden no van para ningún lado, o si esto va a atornillar más a Maduro, o incluso si es más dañino que liberador en términos de la crisis humanitaria en que vivimos.

Sería pretencioso resolver cada una de estas interrogantes en este corto espacio. Lo cierto es que Estados Unidos ha venido desarrollando una estrategia sistemática e incremental de atacar al régimen con medidas concretas, que sin duda lo han venido debilitando.

La comunidad internacional o al menos el occidente democrático también se ha involucrado en forzar la salida del régimen del poder. El Grupo de Lima ha sido punta de lanza en la región y la Unión Europea se ha embarcado en este proceso. Solo que ellas se han quedado cortas en cuanto a imponer sanciones tan contundentes como las de Washington.

¿Fin de las negociaciones?

Las sanciones, forzadas desde el Congreso, provenientes del anterior gobierno —el de Obama—, fueron como cañonazos de advertencia de lo que vendría.

Ha sido Trump quien ha utilizado la artillería pesada. Ha ido más allá de las sanciones personales y ha impuesto primero las financieras hasta llegar a esta medida que se diferencia del embargo cubano, entre otras cosas, debido a que no prohíbe el comercio entre actores privados.

Como sabemos, frente a la salida negociada hay tres posiciones en la comunidad internacional: la europea que las promueve, y por eso las reuniones en Oslo y Barbados; la del Grupo de Lima que muestra desconfianza, pero le ha dado un chance; y las de EEUU que las señala como una estrategia de Maduro para ganar tiempo y dividir a la oposición. Incluso John Bolton afirmó en la Conferencia Internacional por la Democracia en Venezuela, organizada por el Grupo de Lima en esa misma ciudad, que “el tiempo del diálogo se acabó” y que estábamos en “tiempo de las acciones”.

Se ha criticado que Guaidó posteriormente aseguró que las negociaciones en Barbados continúan. Esto hay que entenderlo como una manera de manejarse entre la presión de Washington y la de Europa. Lo cierto es que Guaidó tiene ahora mayor confianza de que su poder de negociación ha aumentado.

El objetivo

El régimen venezolano, en un comunicado de su Cancillería, deja en claro las intenciones de estas medidas cuando dice que el “objetivo es el de forzar un cambio de gobierno inconstitucional en el país”; la verdad es que debería decir “forzar el cambio del gobierno inconstitucional…”. Al final, la idea es debilitar al régimen contándole su acceso a los dólares, pero ahora con mayor contundencia, esto es “ahogar financieramente a Maduro” como dijo Bolton.

La mayoría de los venezolanos nos quejamos de que esto no parece tener solución pronto, pero los norteamericanos son más optimistas. Para Bolton “Maduro está al final de su cuerda” y para Abrams “en un año [se hará] la autopsia del régimen de Maduro”. Estos halcones están convencidos de que para comienzos de 2020 habrá elecciones en Venezuela con Maduro fuera del poder. Y no creen, como los europeos, que basta con una buena supervisión electoral, si Maduro sigue mandando.

¿Y si no funciona?

Se argumenta que el bloqueo no funcionó en Cuba o Corea del Norte, pero también que sí  funcionó en Panamá y Nicaragua. Lo cierto es que la actual situación en Venezuela, donde ahora 90% de sus habitantes están viviendo en inseguridad alimentaria, el aumento de la presión tornará la crisis en una tragedia humanitaria, y EEUU y el mundo lo saben. Así que este “embargo” se hace entendiendo que sería la puntilla al régimen y que una vez impuesto no hay marcha atrás.

Debemos suponer que si no funciona, la intervención militar está sobre la mesa, como repite una y otra vez la administración Trump. Personalmente, Abrams opina que en esta opción “podría haber mucho daño”, pero no cree “que eso sea necesario para derribar este régimen”. Esperemos que esté en lo cierto. Y que la guerra desarmada, por nuestra parte, que se está librando para recuperar la libertad se resuelva pronto y así detener las  inevitables consecuencias en pérdidas de vidas.

Intervención militar

Antes de una intervención militar, todavía hay otras medidas muy fuertes que Estados Unidos puede tomar. Entre ellas, como sugiere el exembajador estadounidense Roger Noriega, comenzar a acusar a Maduro y a su entorno en cortes norteamericanas y ofrecer recompensas multimillonarias por su arresto; formar una unidad especial de la DEA para combatir el tráfico de drogas desde Venezuela y proceder con interdicciones así como con la búsqueda y detección de personas acusadas de estos delitos; y, finalmente, colaborar con los gobiernos limítrofes para emprender acciones policiales a fin de atacar el crimen organizado que se expande desde Venezuela. Esto golpearía más allá del mismo régimen al pranato al incluir la parte delincuencial del bloque en el poder (narcotráfico, guerrillas, bandas criminales, entre otras).

Para los Halcones de la administración Trump, estamos en los momentos finales y esta medida acelerará el proceso. Todos esperamos que así sea. Si no, que Dios nos agarre confesados.

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