A 20 años de la tragedia de Vargas, la desventura de haber aprobado la Constitución pareciera mucho más devastadora.

Hace 20 años unas intensas lluvias cargaban las montañas de la Cordillera de la Costa. Entonces la tierra, convertida en lodo rodante, comenzó a deslizarse desde las escarpadas laderas hacia las bellas costas del mar Caribe, donde los caraqueños solíamos y solemos ir a disfrutar días playeros para recargarnos de energía.

La furia de ese lodo impetuoso se llevó en su paso todo lo que encontró por delante, produciendo una de las mayores tragedias naturales en Venezuela. Pueblos enteros fueron borrados del mapa; cientos de miles de seres humanos fueron afectados y familias enteras desaparecieron. Se calcula que unas 30.000 personas murieron. Fue un récord Guinness.

Mientras esto sucedía ese mismo día, 15 de diciembre de 1999, otra tragedia se consumaba al aprobarse por referéndum una nueva Constitución que se llevaría (como el lodo que se deslizaba por las laderas de las montañas costeras) a la democracia venezolana y nos traería fogosa pero pausada esta tragedia que estamos viviendo los venezolanos.

Un diciembre que nadie debe olvidar. Y menos porque detrás de ambas tragedias está la mano del castrochavismo internacional. No estoy exagerando. El gobierno de Chávez hubiera podido evitar muchas de esas muertes si no se hubiera hecho oídos sordos a las advertencias de que la tragedia estaba por ocurrir. El mismo Chávez argumentaba que era una exageración periodística. Así que ni él —ni ninguno de los otros poderes públicos— actuaron para que se suspendieran las votaciones, cuando una evacuación temprana pudiera haber salvado miles de vidas humanas. Pero como afirmaba Chávez lo político para ellos es lo que cuenta.

La vigente Constitución —ahora en reforma fraudulenta— desde el principio ha estado unida a una tragedia colectiva. El chavismo se deleita diciendo que es una Constitución aprobada por el pueblo. Y formalmente esto es cierto. Se aprobó en una proporción 70/30, pero con una abstención de casi 60 % y ese 70 % que votó por ella apenas representaba  a 30 % del electorado.

Una Constitución hecha para desmontar el Estado democrático construido a mediados del siglo pasado. Producto de una Asamblea Constituyente conformada casi exclusivamente por el chavismo —125 curules de 137— aunque sólo obtuvieron 52 % de los votos, como en otros casos —por trapacerías electorales— fueron mayoría aplastante.

Esta Asamblea no sólo dictó una Constitución sino que disolvió los poderes públicos e inmediatamente la secuestró al montar el famoso Congresillo, que reveló su esencia centralista al nombrar todos los poderes públicos. Una Constitución hecha para desmotar la anterior y luego ser violada. Ese era su objetivo, así  como desmantelar la democracia y establecer un régimen autoritario que al final devino en la dictadura que ahora vivimos.

Solo para hablar de las violaciones a la Constitución chavista, en el  tema electoral podemos recordar que con ella Chávez fue elegido presidente por segunda vez y se le dio una ‘ñapa’; pero no contó como reelección ( 2001). Luego de haberse producido la falta absoluta vuelve al poder —esto no está previsto en ella— y se juramenta frente al presidente de la AN, quien no había asumido la presidencia (2002). No se presenta a su juramentación en 2013 y se decide que Maduro como vicepresidente de un gobierno que constitucionalmente cesaba su existencia siguiera gobernando; pero ese mismo año se le trata como presidente para que pueda ir a elecciones sin renunciar a su cargo; y finalmente se le autoriza a elegirse presidente nueve meses antes de la fecha prevista (2018). En otras palabras, la Presidencia de la República siempre ha estado usurpada.

A 20 años de la tragedia de Vargas, la desventura de haber aprobado la Constitución pareciera mucho más devastadora. Si en Vargas el lodo se llevó trágicamente a decenas de miles de personas y pueblos enteros desaparecieron,  la Constitución chavista, que incluso Chávez quiso cambiar quizás también por moribunda, sigue haciendo estragos. Se cuenta con cerca de 350.00 asesinatos en estas dos décadas y la crisis humanitaria ha creado una estampida migratoria que ha alcanzado a más de 5 millones de venezolanos.

En síntesis, son 20 años de devastación que comenzó con una doble tragedia. Y ambas podían haber sido evitadas. Esos lodos trajeron este charco.

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