Ya veremos qué dirán los chinos y qué se sabrá de esta nueva visita del canciller venezolano.

Jorge Arreaza, máximo representante internacional del pranato chavista, partió hacia Pekín sin dar explicaciones. Fue el portavoz de la Cancillería china quien explicó los motivos oficiales del viaje, porque estos serían “cómo resolver el problema de Venezuela y cómo avanzar en la asociación estratégica integral de los dos países”.

Según el vocero oficial, lo primero giraba en torno de la necesidad de “encontrar una solución política al problema de Venezuela en una fecha temprana”; para lo segundo sería necesario “profundizar la confianza política mutua y la cooperación práctica entre China y Venezuela”.

Parece que los chinos están muy preocupados por la situación que vive Venezuela. En realidad, desde que Maduro tomó la presidencia en 2013, los chinos no han dado nuevos préstamos. Apenas han renovado algunas líneas pagadas con parte de los 60 millardos de dólares iniciales de deuda –se estima que aún quedan pendientes 20 millardos de dólares. Incluso los chinos han dejado de efectuar compras de petróleo a Venezuela. El CNPC, el gigante petrolero chino, se retiró de Venezuela debido a las sanciones impuestas por EEUU. Pekín quiere una pronta solución al problema y hay preocupación, pues saben que el régimen está destruyendo la economía venezolana.

Para los asiáticos la permanencia de Maduro en el poder es una quimera y quieren retratarse lo menos posible con el régimen madurista. Se están abriendo a la posibilidad de un nuevo gobierno opositor; han señalado que “no importa cómo evolucione la situación, la cooperación entre China y Venezuela no debe verse socavada”. Esa apertura ha llegado a tanto, que a raíz de los sucesos del 5 de febrero (cuando el régimen montó una espuria directiva de Asamblea Nacional) China no se pronunció a favor, como lo hizo Rusia. Es que los chinos han tenido siempre una visión a largo plazo y saben que a futuro el chavismo no es viable. Del lado opositor se le han dado garantías no sólo de que sus negocios podrán seguir, sus créditos ser cancelados y —lo más importante— que tendrán un marco legal estable y se perseguirá la corrupción.

Los chinos saben del poco apoyo que tiene Maduro en la población. Lo saben pues ellos han montado, a través de la empresa ZTE Corporation, el famoso Carnet de la Patria, inspirado en el sistema de control sociopolítico denominado ‘sistema de crédito social’ chino, que evalúa a ciudadanos y empresas conforme  con el modelo ideal establecido por el Estado y de allí se derivan premios y castigos.

Lo que sí podrían estimular los chinos sería su modelo de “desarrollo económico capitalista articulado con una dictadura política”. En realidad ya estamos viendo algunos poco serios y malsanos intentos de esta modalidad, tales como la súbita aparición en Caracas de los famosos bodegones, la liberación de importaciones y el uso de divisas. Sólo que parece difícil que los chinos convenzan a Maduro de esa opción, cuando no han podido convencer a los cubanos. Pero hasta para esa modalidad ellos exigen, como lo han hecho en el pasado, el control de la corrupción y una estabilidad política: dos cosas que Maduro no puede asegurar. Y por encima de todo se trataría de optar por el capitalismo y no por el comunismo —o socialismo— como motor económico.

En lo político, los chinos han sido muy prudentes. No se fueron de boca como los rusos en este 5 de enero y pareciera que están jugando al wait and see. China debe estar considerando que seguir apoyando a Maduro puede comprometerle su reputación en Latinoamérica. Esa fue la consigna que difundió el Departamento de Estado por la región en el corto período de Rex Tillerson, quien afirmaba que la ayuda china “implicaba intercambiar ganancias a corto plazo por dependencia a largo plazo”.

Ya Arreaza había ido a China como vicepresidente en 2013 y en esa oportunidad ofreció a los chinos villas y castillos. No solo petróleo y gas, sino tierra para la producción agrícola. En ese mismo año 2013 también viajaron Diosdado Cabello y Maduro. Como sabemos, estas visitas de nada o poco sirvieron para convencer a los chinos.

Ya veremos qué dirán los chinos y qué se sabrá de esta nueva visita de Arreaza. Lo seguro es que el régimen está en un momento crucial y necesita contar con el hasta ahora inexistente apoyo expreso de China, así como también le urge convencer a ese país de renovar sus inversiones en Venezuela. Pero para eso, como ya se dijo, Maduro deberá conseguir el control de un país que se le va de las manos y lo sucedido el 5 de enero no le ayuda en nada. Además, Pekín deberá tomar su decisión en función de sus problemas con EEUU, gobierno que ha hecho de la salida de Maduro del poder su cruzada particular.

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