Batman versus Superman 1
¿Cuán culpables son Batman o Supermán por los destrozos cometidos?

Parte I

Superman versus Hegel

Para aquellos que opinan que este film no tiene nada que decir

Había una vez, en un país muy muy lejano, cuando no se tienen dólares preferenciales, un caballero que gustaba pensar en términos de ética y moral. Este señor pensaba que ningún acto humano que fuera realizado por conveniencia o por obediencia a la ley podía considerarse como moral. Su afán estaba centrado en lograr para nuestro género humano una teoría basada en la razón y la libertad. Por ello pensó: «Caramba, ¿cómo puedo hacer una ley que funcione para todo el mundo, de tal manera que el hombre entienda que toda causa tiene en él su origen?» Este señor pensó que la clave sería la autoconciencia, es decir, que el hombre/mujer pudiera tener conciencia de sí mismo. Y “¿qué ganaría con esto?” —se preguntó. Tras pensarlo un rato más concluyó que sería la posibilidad de oponerse a algunos contenidos que emergieran en su consciencia y no dejarse arrastrar por ellos (por ejemplo, robar, matar). Así el hombre podría ser responsable por sus acciones y tendría autonomía. No dependería de otro ‘superior’ a él para justificar la responsabilidad en sus acciones (Ej: Lo hice porque cumplía órdenes). El hombre sería su propio legislador.

Este caballero con su idealismo tan noble, se llamaba Emmanuel Kant y escribió así: “Obra como si la máxima de tu acción debiera tomarse, por tu voluntad, como ley universal de la naturaleza”. El problema es que esta fórmula llamada máxima kantiana podría funcionar muy bien en los antiguos continentes Atlántida o Lemuria o en algún planeta evolucionado, pero aquí en la Tierra era como difícil. Eso vino a recordárselo otro señor de nombre Jorge Guillermo, nacido en esos tiempos de Kant, pero en otra ciudad llamada Estucardia, o si prefieren pueden llamarla como se dice su idioma nativo Stuttgart.

El hecho es que Jorge Guillermo le dice a Emmanuel: “Herr profesor, muy interesante lo que Ud dice pero creo que no va pa’l baile”. Dicho esto Jorge Guillermo Hegel, o como lo llamaban los amigos de confianza de la época Georg Wilhelm, le plantea: «Herr professor, la libertad como Ud. la plantea no es tal. Se mantiene un eterno deber ser, diferente al que los hombres llevan en su vida real. La libertad o la moral no pueden ser ideales, ni tareas por realizar. Deben ser realidades efectivas, ¿verstehen Sie? «

Me imagino a Kant mirándolo con asombro, y Hegel le dijo: “Ich danke der herr profesor, pero si la gente acepta esa idea tuya, cualquiera podría elevar a ley universal, una máxima particular suya. Esto no sería objetivo, ni ético. Sería… como llamarlo… a ver… No es ética, her professor … Sería como… como una… ‘eticidad’ ¡Esa es la palabra! Una suerte de eticidad, Sittlichkeit. Y eso podría llevar a la anarquía. ¿Versteht sie? Moral y eticidad es como agua y aceite (es verdünnt und ölt”)

Kant lo miraría estupefacto (erstaunt) y al verlo angustiarse Jo9rge Guillermo le espetó: “La libertad sólo puede ser efectiva en las instituciones del Estado, y eso va con Superman que yo sé me está escuchando y por eso… —miró a derredor escrutando las ventanas a ver si aparecía— y por eso te van a citar en el Congreso de Metrópolis. Cuidado con versionar esta kryptonita kantiana, Kal-El. La fórmula de herr profesor, podría funcionarte en tu planeta Krypton, pero aquí en Tierra, hay que ubícate (Unsere Männer müssen in Stellung gehen). Los humanos necesitamos instituciones, para que la libertad funcione. No superhéroes!

Y se hizo el silencio. Superman de pronto se hizo visible. Todos se quedaron como pajarito en grama (en alemán por respeto a Hegel: kleiner Vogel hielt im grünen Gras). Jorge Guillermo se acercó a Kant y Superman (que de la impresión bajó de sopetón) y les espetó: “La realidad humana no se encuentra en el aislamiento y la abstracción, sino en el verdadero concepto de saber vivir en comunidad”

Una risa amarga, retumbó en las paredes. Era Batman quien entrando sorpresivamente (y con voz que recordaba a Darth Vader, pero esa es otra historia) sentenció: “Quien tiene que ubicarse eres tu Jorge Guillermo. Cómo se nota que nunca has vivido en Gothamzuela…

Addenda del Dr. Daniel Varnagy

No he visto la película. Pero sí conozco de teoría política, de Platón (427-347 a. C.), Kant (172 -1804), de Hegel (1770-1831) y de Marx (1881-1883 y a quien detesto de manera sistemáticamente construida. No es capricho antiprogresista sino lustros de análisis de dicho autor y de sus predecesores argumentativos). Mientras que Platón argüía que la base de la sociedad es la sociedad en sí misma (leer La República), sería interesante agregar que Kant solamente se movió a lo largo de toda su vida 50 kilómetros cuadrados —poco más o menos— y sin embargo, intentó universalizar la noción eurocéntrica del bien trascendente. No es que él haya hecho un mal ejercicio: es, en realidad, muy hermoso. Pero no universalizable. Hegel fue más cauto cuando entendía que a la tesis había que contrastarle una antítesis para luego intentar construir una síntesis. Invito a quien tenga interés en la Dialéctica a leerse La Fenomenología del Espíritu (1805 a 1808, aproximadamente). Marx, en cambio, vino a totalizarlo todo culpando de todo mal a la apropiación indebida (según él) de los factores de producción y del capital; que debía, para producir un bienestar universal, estar en manos originarias, distribuidas y —seguramente— desprovistas de intereses egoístas. Nuestro apreciado Adam Smith, por fortuna, mucho antes ya, en el siglo XVIII, había propuesto una mucho mejor tesis, a mi juicio.

La experiencia ha demostrado que el verdadero mal estriba en la apropiación familista y amoral de la ética. De la cultura y del ‘deber ser’. El Velo de la Ignorancia, del cual habla John Rawls (21 de febrero —igual que yo— pero de 1921- 24 de noviembre de 2002) ha sido doblemente apropiado: una sociedad poco dada a la cultura, a los valores sensibles, humanos, cálidos y afectivos, es aprovechada por una élite gubernamental absolutamente sesgada hacia la prevalencia de sus propias significación de perpetuación en el poder. La corrupción como espada plañidera es, pues, la falsamente combatida enfermedad que necesariamente se usa en nuestros tiempos como ‘tesis’ argumental central que busca la pureza de las gestiones políticas. La sociedades peticionistas y los Estados paternalistas (y léase que no solamente es el caso de Venezuela) se cubren por velos de ignorancia e hipocresía de ambas partes, quienes en el fondo, quieren la confrontación de la tesis versus la antítesis no para generar un nuevo destino o sociedad (síntesis); sino para, cómodamente, ver películas mientras los héroes y antihéroes se matan entre sí.

Parte II

Batman versus Superman: Gothamzuela

Algunas críticas serias se han concentrado en señalar acertadamente que el film se divide en dos partes: la disertación sobre responsabilidad e imputabilidad en el caos que genera la intervención de los justicieros y el espectáculo propio de lucha de estos clásicos. De hecho, cuando empiezo estos escritos con “Supermán vs Hegel” no hago más que plantear la base de esta disertación que ya está planteada sobre el tapete desde los griegos y que con Kant/Hegel llega a su esplendor.

El problema es que los críticos se quedan a mitad de camino: ¿cuán culpables son Batman o Supermán por los destrozos cometidos? La misma postura que lleva a la senadora Finch (interpretada por una irreconocible Holly Hunter) en esa impactante escena cuando Superman comparece ante el tribunal de Metrópolis.

La pregunta que nadie se hace es el otro lado de la moneda. Sí, hay destrozos, pero acaso ¿no son causados por los males que acosan a la humanidad? ¿Sin superhéroes, no implicarían el fin de esta? Y en última instancia, ¿cuántos de estos males o supermales no son causados por la misma humanidad? El monstruo apocalíptico Doomsday, ¿no es, en este film, producto de la avaricia de un hombre, así como de la de los políticos corruptos que lo apoyaron? ¿Quién se pregunta por esto? O trayéndolo más acá, en la realidad, si se sabe que hay terroristas con pasaporte de Gothamzuela y no son oriundos de ese país, ¿quién hace algo con esto? Y si alguien interviniera Gothamzuela, cuántos intereses no acusarían al interventor como belicista, injerencia, etcétera? (Para cualquier referencia de patetismo en la política busca en Google cierto Insulza o mejor aún volver al comentario de Varnagy sobre el Velo de la Ignorancia al que se refiere John Rawls)

Si vemos la política japonesa con respecto a la inmigración japonesa es diametralmente opuesta a la política de apertura de Angela Merckel. Los japoneses no son objetivo de yihad pero los alemanes sí. Y qué ganó Merckel con su política de apertura: la ascensión de la ultraderecha después de que esta estuviera hundida. Viene ahora un superhéroe, combate la yihad en Alemania, y ¿a quién acusarán de destrozos? Al Superhéroe… No a la desbandada neonazi que se sumará a la pelea del superhéroe para ganar indulgencia con escapulario ajeno. Hasta los oficialistas terminarán acusando al superhéroe de pronazi. Tomarán como ejemplo imágenes terribles de victimas/refugiados islamistas sumidos en la más profunda miseria sin saber si entre esos rostros se esconden yidahistas? Por ejemplo, como las de las dos niñas, menores de doce años, detenidas el 26 de marzo de 2016 en Camerún con cinturones bomba?

Nuestra sociedad contemporánea fabrica sus Donald Trump, favorece a sus Castro, ensalza a sus Lula o sus ideales caudillistas, y hace mirada ciega a las tragedias de ciertos paraísos, mientras puedan parasitarlos, y exprimirlos (¿Les suena conocida la referencia?)

Y si no es del lado de la política, ¿Doomsday no es acaso un producto indiscriminado del mal uso de la tecnología como arma de poder? Oh, Doomsday es un producto de la ficción!!!!.- podrá alguien argumentar. A lo que puedo responder: ¿Y qué me cuentan de los manejos de las grandes industrias farmacéuticas y sus influencias en las políticas de salud?

Los discursos han cambiado en nuestra hipermodernidad, y como muy bien lo define el coloquio Cuando el Otro es malo de la orientación lacaniana de psicoanálisis: los vínculos están marcados por la sospecha, con una subjetividad donde la vivencia de amenaza está a la orden del día, y ahí aparece el Otro incriminante, perseguidor, acuciante, competidor que no da espacio a una vida en armonía.

Ahí es donde entra el reto: ¿cómo recibir a alguien con buenas intenciones, apoyarlo, luchar a su lado, sino podemos realmente luchar hombro a hombro con éste? ¿Cómo luchar con el Leviatán que Hobbes con tanto ahínco describió, con esos Doomsday que día a día nos empeñamos en construir llamándolos progreso, protegiendo nuestras conciencias con el Velo de la Ignorancia?

¿Y cuantas veces nuestros líderes positivos no terminan peleando como Batman y Superman, manipulados por intereses de Otros que en última instancia les importa un bledo nuestro futuro?

No es acaso esto lo que plantea el Z. Snyder desde Watchman hasta esta entrega de Batman versus Superman, construida junto con los guionistas Ch. Terrio y D. Goyer.

Bien… pero hay algo más… Más allá de la política…Batman versus Superman conmueven los cimientos de lo arquetipal…

Parte III

Batman versus Superman

«…cuando buscamos desde lo más profundo de nuestro inconsciente un redentor, Mr Spielberg».

De todas las críticas que he leído, sólo deseo tomar una, la de Lou Lumenick del NY Post. Refiriéndose a Zack Snyder el director de Batman versus Superman, dice: «logra algunas escenas muy notables […] Una película que introduce personajes y conceptos frenéticamente, mientras que nunca llega a establecer con claridad las reglas del universo DC».

Y parto de acá. Snyder ‘El Mago’, como lo llaman, no es un improvisado. Ha sido director de varias películas de cómics y superhéroes, entre los que destacan 300 (2007), y Watchmen (2009). La primera que señalo, implicó un giro estético en la narrativa visual de este género de filmes. La segunda, Watchman, no es cualquier cosa, pero… implica cultura general. Una muy amplia cultura general, y en estos tiempos, cuando algo viene con esa carga, corre el riesgo de perderse gracias a la ceguera de la ignorancia.

Es por eso que no es de extrañarse que Batman versus Superman no haya arrancado con la fuerza taquillera que se esperaba; y eso sí, con tantas críticas. Este texto fue escrito el 27 de marzo. Un día más tarde se considera el sexto mejor estreno de la historia y lidera la taquilla mundial.

La pregunta es ¿qué hace Snyder que levanta este revuelo aun en directores de Hollywood con trayectoria? Creo que hay tres elementos. En primer lugar, siguiendo la crítica de Lumenick, Snyder enfrenta una tarea titánica con el guión, tratando de hilvanar cientos de detalles al tiempo que introduce una cantidad de simbología. Eso es lo que primero impacta y donde mi experiencia como espectador fue poner pies en tierra y concentrar toda mi atención para saber dónde estaba parado. Snyder debe establecer de entrada unos antecedentes para sembrar la enemistad primaria entre Supermán y Batman, y eso lo obliga incluso a trazar una geografía como nunca antes se había hecho: La relación entre Metrópolis y Gotham. Todo esto sin perder el ritmo trepidante que este tipo de filmes exige.

Que Lumenick diga que Snyder «nunca llega a establecer con claridad las reglas del universo DC» no me preocupa. La estructura y el objetivo de Snyder junto a los guionistas Chris Terrio y David Goyer exige una reconstrucción de las mismas reglas del universo DC Comics. Y eso lleva a la segunda cuestión: Batman es antes y después de la trilogía de Christopher Nolan.

Después de la serie que inmortalizó al actor Adam West (1966-68) ningún director, y valga decir ningún actor pudo con el personaje, ni la historia. Ninguno de los dos intentos de Tim Burton llenaron las expectativas de los seguidores del mito contemporáneo, a pesar incluso de sus dos súper elencos: primero con Michael Keaton, Jack Nicholson, Kim Bassinger, Danny DeVito, y el segundo con Val Kilmer, Nicole Kidman, Tommy Lee Jones y Jim Carrey. Eran cáscaras vacías donde lo que había de Batman y sus villanos era solo el nombre y el vestuario.

La tercera versión, dirigida por Joel Schumacher, está considerada por los lectores de la revista Empire (y por los que no lo somos también) como la película que encabeza la lista de los 50 peores filmes de la historia, con un lamentable George Clooney como Batman junto a Arnold Schwarzenegger, Uma Thurman, y un Chris O’Donnell como Robin que fue lo único que se salvó y se extraña de estos dos últimos filmes. Lamentablemente se lo llevó la marea.

Todo esto hizo que en 2005 el director Cristopher Nolan tomara la batuta y Batman cual Fénix rinace vincitore junto a un elencazo encabezado por Christian Bale, Aaron Eckhart, Michael Caine, Gary Oldman, Morgan Freeman y un inolvidable y mítico Heath Ledger como Guasón. Quizás el cabo suelto de esta producción fue Blake, el personaje interpretado por el excelente actor Joseph Gordon-Levitt quien se perfilaba como un interesante Robin pero…  Nolan no siguió… ¡ara dolor de muchos!

Y eso nos lleva al tercer punto: Snyder tenía que cargar con toda esta herencia de Nolan. Y esto no es nada fácil. La salida de Nolan como director y Bale como Batman llenó de incertidumbre. ¿Ben Affleck estaría a la altura? Por Henry Cavill como Supermán no había dudas: él es Superman. Pero, ¿Affleck? Y señores, sí, Affleck lo logró. Snyder lo logró. Con un mega elenco que agradezco no haber conocido hasta verlos en escena empezando las estupendas Amy Adams, Holly Hunter, Diane Lane y Gal Gadot para llegar a un insuperable Jeremy Irons. A ver, ¿por qué le coloco a Jeremy Irons con ese adjetivo? Lo veo así: Leager fue para Nolan lo que Iron es para Snyder. Jeremy Irons se da el lujo de romper con todo lo anteriormente hecho con el personaje del mayordomo Fred. Y esta se la dedico a Lumenick: Irons rompe las reglas del universo DC y crea un nuevo Fred, sorprendente, relanzando al personaje a unas dimensiones totalmente nuevas como sólo un gran actor como él podría hacerlo; haciendo creíble algo insólito, la posibilidad de un continuum entre el cine y la televisión, a saber que el Fred de Irons es la evolución (y el continuum creíble) del trágico personaje planteado por Sean Pertwee en la serie Gotham, a saber, la génesis de toda esta historia. El único lamentable error es haber puesto como Lex Luthor a Jesse Eisenberg. El personaje se lo come, literalmente… Cuidado Snyder. ¡Este puede ser tu talón de Aquiles!

Cierro acá con el comentario de Steven Spielberg, quien sorprendió diciendo que estos filmes son sólo una moda y tiene fecha de caducidad como los de westerns. No. Estos filmes nacen de una necesidad de creer. Nacen de la mitología, tocan lo arquetipal y surgen en un momento de crisis en la humanidad donde nosotros, los habitantes de esta pobre y maltratada Tierra, busquemos desde lo más profundo de nuestro inconsciente un redentor. La tecnología, el calentamiento global, el terrorismo y unos gobernantes incongruentes siembran día a día la desesperanza, y frente a la incertidumbre del futuro, lo más ancestral es levantar los ojos al cielo. No para ver cómo E.T. retorna a su hogar lejos de acá, sino para ver quien viene, desde lo más alto, a evitar el apocalipsis que, día a día, construimos con tanto esmero.

 

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