Se ha dicho que “la historia jamás parece historia cuando la estamos viviendoâ€.
La noche del 10 de abril pasado ocurrieron una serie de situaciones que se han comentado y analizado, pero bien vale la pena reiterar algunas:
La oposición venezolana se presentó como una alternativa de poder. Unida y mucho más capaz que el grupito de aventureros que controlan al Estado.
Los voceros de la MUD no solo dieron una clase magistral de alta polÃtica desnudando al régimen, exponiendo todas sus falencias, sus debilidades polÃticas, intelectuales y éticas. También evidenciaron las divisiones internas del grupo de gobierno, porque aunque no hay que ser un genio para saber que allà la procesión va por dentro, otra cosa es que las mismas se muestren en cadena nacional de radio y televisión.
Le llegaron a ese otro paÃs, que gracias al muro comunicacional que es la autocensura y la red de medios públicos para la difamación y propagada, tenÃa muchos años sin oÃr las razones de la oposición. Se abrió un boquete, una oportunidad, que estaremos todos de acuerdo no se podÃa dejar pasar. Si la información que se maneja sobre el nivel de audiencia de esa noche es cierta, ese encuentro MUD-Gobierno pudo haber sido devastador para este último y sus consecuencias aun no las podemos medir en su exacta dimensión.
También exhibieron el objetivo de la MUD: como salir de esta locura evitándole al paÃs los horrores de una guerra civil; propósito que no es nada sencillo.
Y todo bajo la atenta mirada de eso que se ha venido a denominar como los poderes fácticos; concretamente los gobiernos extranjeros interesados por distintos motivos en la estabilidad de Venezuela y los mandos militares nacionales.
El denominado proceso de dialogo con el Gobierno implica una serie de riesgos y la tozudez del régimen podrÃa hacer fracasar este intento. Pero la polÃtica implica también correr riesgos, sobretodo si se está persuadido de que se hace lo correcto.
Uno puede entender ciertas aprensiones con el dialogo MUD-Gobierno; pero criticas formuladas con fundamento no están demás. Descalificarlo con el argumento de que “con dictaduras no se dialogaâ€, o “darle la mano a un dictador es inmoral†no tiene asidero en la experiencia.
Cuando el Papa WojtyÅ‚a se sentó a dialogar con el peor dictador del continente, Fidel Castro Ruz, sabÃa perfectamente a quien le daba la mano, pero su probado anticomunismo no le impedÃa tener una visión polÃtica que iba más allá de su propia nariz.
@PedroBenitezF.