Diálogo Gobierno y MUD 3Se ha dicho que “la historia jamás parece historia cuando la estamos viviendo”.

La noche del 10 de abril pasado ocurrieron una serie de situaciones que se han comentado y analizado, pero bien vale la pena reiterar algunas:

La oposición venezolana se presentó como una alternativa de poder. Unida y mucho más capaz que el grupito de aventureros que controlan al Estado.

Los voceros de la MUD no solo dieron una clase magistral de alta política desnudando al régimen, exponiendo todas sus falencias, sus debilidades políticas, intelectuales y éticas. También evidenciaron las divisiones internas del grupo de gobierno, porque aunque no hay que ser un genio para saber que allí la procesión va por dentro, otra cosa es que las mismas  se muestren en cadena nacional de radio y televisión.

Le llegaron a ese otro país, que gracias al muro comunicacional que es la autocensura y la red de medios públicos para la difamación y propagada, tenía muchos años sin oír las razones de la oposición. Se abrió un boquete, una oportunidad, que estaremos todos de acuerdo no se podía dejar pasar. Si la información que se maneja sobre el nivel de audiencia de esa noche es cierta, ese encuentro MUD-Gobierno pudo haber sido devastador para este último y sus consecuencias aun no las podemos medir en su exacta dimensión.

También exhibieron el objetivo de la MUD: como salir de esta locura evitándole al país los horrores de una guerra civil; propósito que no es nada sencillo.

Y todo bajo la atenta mirada de eso que se ha venido a denominar como los poderes fácticos; concretamente los gobiernos extranjeros interesados por distintos motivos en la estabilidad de Venezuela y los mandos militares nacionales.

El denominado proceso de dialogo con el Gobierno implica una serie de riesgos y la tozudez del régimen podría hacer fracasar este intento. Pero la política implica también correr riesgos, sobretodo si se está persuadido de que se hace lo correcto.

Uno puede entender ciertas aprensiones con el dialogo MUD-Gobierno; pero criticas formuladas con fundamento no están demás. Descalificarlo con el argumento de que “con dictaduras no se dialoga”, o “darle la mano a un dictador es inmoral” no tiene asidero en la experiencia.

Cuando el Papa Wojtyła se sentó a dialogar con el peor dictador del continente, Fidel Castro Ruz, sabía perfectamente a quien le daba la mano, pero su probado anticomunismo no le impedía tener una visión política que iba más allá de su propia nariz.

@PedroBenitezF.

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