La comunidad judÃÂa de Venezuela es democrática. Sus autoridades laicas y religiosas actúan y declaran sin coartar la opinión de los miembros comunitarios y cada uno de ellos percibe y expresa a su entender. Atacar a los templos es lo habitual en las dictaduras militares abiertas o disfrazadas y en regÃÂmenes totalitarios de toda marca. Bandas armadas hasta los dientes, vándalos del hampa polÃÂtica, funcionarios a los que nada o  poco se investiga porque son “ciudadanos libres de cualquier sospechaâ€Â, como titularon el importante filme italiano dirigido por Elio Petri y protagonizado por Gian Maria Volonté, se sienten  automáticamente apoyados por los gobernantes autócratas y estimulados por sus actos y lenguaje, se toman el derecho a destrozar los sÃÂmbolos de la libertad, el diálogo pacÃÂfico y la convivencia entre los distintos, entre otras múltiples fechorÃÂas  sesgadamente polÃÂticas como es el caso de la sinagoga de Maripérez, repleto de consignas antijudÃÂas aprendidas en el contexto gubernamental.
ÂÂ
Los talibanes de Afganistán volvieron polvo las estatuas de Buda que reposaban allá por milenios y los de aquàvuelven añicos los monumentos de Cristóbal Colón, MarÃÂa Lionza, locales y objetos del culto católico y ahora, las sagradas escrituras, Antiguo Testamento, raÃÂces de la religión judÃÂa que dieron origen al Nuevo del cristianismo.
El odio castrense, policial, parapolicial y/o  fanático a los altares civilistas no se limita a los testimonios de la fe religiosa popular. Se extiende hasta espacios sin término y es por eso que se agrede a los santuarios de la sabidurÃÂa libre que son las universidades independientes y también al sagrado recinto laico que es el Ateneo de Caracas. Donde, por casi ochenta años, izquierdas, derechas, minorÃÂas de todos los signos y folklores, corporaciones artÃÂsticas y cientÃÂficas del mundo entero, pueden expresarse sin censura previa practicando el respeto al disidente y/o contrario para educar y entretener a un público general. Desde sus salones el paÃÂs se ha modernizado en todas las áreas de la creatividad cultural.
ÂÂ
Históricamente, sin excepción, estos actos de intolerancia salvaje se revierten sobre sus incitadores y verdugos, no hay sitio planetario que pueda ocultarlos. En este momento de luto por la profanación de los templos, la hora de barbarie más rotunda padecida por este paÃÂs en las últimas décadas, conviene memorizar a Isaac Leibush Peretz, intemporal poeta judÃÂo de principios del siglo pasado, quien profetizó luego de un pogrom en su Polonia natal:
ÂÂ
El mundo no es taberna, ni bolsa mercantil, ni marcha a la deriva
Todo es medido y pesado
No se evapora una lágrima ni una gota de sangre
Ni se apaga inútilmente la chispa de ojo alguno
Las lágrimas se hacen rÃÂo y los rÃÂos se vuelven mares
Los mares un diluvio y las chispas un rayo
Oh, nunca  creas que no hay juez ni justicia.