Alfredo y Tetelo
A tu lado se encuentra Tetelo, tu fiel compañera de muchos años.

Despedir un amigo entrañable siempre resulta desolador. Aunque Alfredo fue yéndose lentamente desde hace algunos años, saber que llegó el final te desgarra. Las palabras se agolpan y se fragmentan en  el cerebro. Las teclas se esconden. Debes frenar la emoción para que la imagen del hermano que dio el paso hacia el más allá, se mantenga intacta en medio del afecto que jamás podrás expresarle  de nuevo. Debes asumir que no volverán a compartir esos momentos que tejieron los lazos de hermandad que los unieron.

Alfredo fue mi maestro en pregrado, luego de verlo deslumbrar la audiencia de estudiantes y profesores que lo escuchaba extasiada en sus brillantes intervenciones en las asambleas convocadas durante la Renovación universitaria. Desde que me incorporé a la docencia en Sociología surgió entre nosotros una camaradería que fue creciendo con los años. Nos convertimos en cómplices de proyectos y aventuras, algunas de ellas temerarias. Nos acompañó durante el tránsito por la Copre, esa maravillosa idea que un grupo de amigos convertimos en realidad. Estuvo conmigo en un ambicioso proyecto financiado por Naciones Unidas en el antiguo Ministerio de la Familia. Fue mi consejero insustituible cuando me vi obligado a tomar decisiones cruciales.

Fui testigo de sus dotes organizativas y del rigor implacable de sus razonamientos. Estas virtudes las acompañó con su disposición a establecer cálidos nexos afectivos con quienes le rodeaban. Su inteligencia y simpatía lo convirtieron en un profesor querido, admirado y respetado por sus alumnos y colegas de Sociología. Fue el principal artífice de la conversión del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), partido en el cual militó, en la principal fuerza estudiantil universitaria hacia finales de los años setenta. Sin fanatismo ni arrogancia asumió su papel de organizador y estratega. En su paso por el antiguo CSE demostró cuánto era capaz de conciliar posiciones encontradas, sin violar los principios ideológicos en los cuales creía. En esa institución, hoy tan envilecida, mostró su honestidad inquebrantable y su modo de vida sencillo y austero. A pesar de su capacidad para imantar a quienes se encontraban a su alrededor, la modestia asceta de su personalidad le permitieron sortear el pecado de la vanidad.

Conocí al Alfredo profesor, militante político, organizador, analista. De todas sus virtudes destaco la de amigo alegre, consecuente e incondicional. Recuerdo al hombre que disfrutaba la vida porque la consideraba una eterna primavera de la cual había que extraer todo su colorido. Aprendí de él que hay que desterrar el odio y la venganza porque destruyen el alma y el cuerpo.

Querido Alfredo, estamos aquí sólo una parte de los muchos seres que te quisimos, admiramos  y recordaremos con afecto. A tu lado se encuentra Tetelo, tu fiel compañera de muchos años, los hijos que tuviste con Hilda, y tus familiares y amigos de siempre, con quienes compartiste momentos singulares a lo largo de tu existencia.

Hermano del alma, puedes irte tranquilo porque fuiste un modelo de ecuanimidad para tus estudiantes, para quienes trabajaron a tu lado, para quienes militaron contigo y para los amigos a quienes les brindaste la serenidad y sabiduría de tu espíritu. Todos tuvimos el privilegio de entrar en contacto con un ser humano excepcional como tú. Descansa en paz. Amén.

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