Aldemaro Romero 2
Resulta el mejor alivio escuchar sus vigentes melodías y letras conservadas en tantas grabaciones.

Seguirás caminante / desafiante / con tu saco de sueños al hombro.

De AR en El musiquito

Maestro sexymental, le cuento que mientras releo El invierno en Lisboa, joya literaria del año 87 reeditada en el 14 por Seix Barral, novela de trama romántico-policial  que define magistralmente la magia llamada música, siento que en uno de sus personajes, Antonio Muñoz Molina lo describe a usted sin conocerlo y del modo más intenso en su fase inicial como pianista del jazz, su improvisada escuela básica. Bautizarse desde su juventud autodidacta con ese oficio de proyección sin límites y en el  caraqueño hotel Majestic donde amenizó para la élite local y mundial,  da la clave de su versatilidad para todos los géneros musicales como pianista, director, arreglista, compositor, pedagogo, fundador de orquestas, musicalizador de películas foráneas, cronista, comunicador, pionero en modernizar y divulgar mundialmente lo mejor de la música tradicional venezolana desde su Dinner in Caracas (1955) de verdadera  larga duración para sus fans hasta hoy.

Criollo, cosmopolita y cabaratero, palabreja que le  endilgaron algunos colegas de pedante y rígida audición, lo canta Ud. en una picaresca pieza así titulada. Eso de cantar está lejos de su gracia, disculpe Ud. pero no importa, cada 12 de marzo lo tararean, aún sobre el peor escenario sociopolítico que anula o distancia conciertos, exhibiciones, eventos teatrales y fílmicos. Es que para la barbarie del liderazgo cívico-militar genocida el arte libre no es tan revolucionario como bailar sobre sangre fratricida o sacar sus pistolas cuando escuchan la palabra cultura… Al contrario, los mejores músicos vocalistas y de instrumentos, en privado lo reviven Aldemaro Romero (1918-2007), dentro y fuera de su país.

Usted nace en la casa humilde pero honrada de un cerro valenciano cuando Carabobo era una región con mayoría de familias encumbradas que llaman godas, de modales conservadores. Huye de un severo buen padre, dedicado maestro de música, para abrirse camino en la capital reinventando ese talento de jazzear para entretener y motivar fantasías compensadoras en dictadura posgomecista pero todavía gomera. El resto Poco a poco es historia de alto calibre, incluida la Onda Nueva, en las partituras de sus piezas populares y académicas desde gaitas, joropos y guarachas pasando por el llanero Pajarillo hasta suites y oratorios, por sabia previsión resguardados  en la biblioteca musical de la Miami University.

Resulta el mejor alivio escuchar sus vigentes melodías y letras conservadas en tantas grabaciones. Llevan de nuevo a la brillante prosa del español Muñoz Molina, su casi biógrafo literario, al detallar secretos del pianista y su oyente en penumbras de bar, cabaret, tugurio, teatro, calle, país. Refugios en todo mapa y tiempo para escapar de los exilios  cotidianos: Mira al hombre pasar su encrucijada/ por la senda de paz de su conciencia/ míralo convertir en madrugada/ la noche de sus viejas experiencias / haciéndose un futuro de la nada / las soledades y el frío de la ausencia/  De AR en  De polo a polo.

Canto  contra llanto. Gracias, Aldemaro, por su legado de sonora luz.

 

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